Zamora, sumisa y apática, se muere

Nietzsche dio por muerto a Dios a finales del siglo XIX. Después Occidente creyó en el paraíso en la tierra predicado por Marx. Yo he dado por muerta a Zamora por los últimos acontecimientos padecidos por nuestra ciudad y provincia y la reacción de nuestra sociedad.

El verano nos demostró que nuestra geografía solo es tierra despoblada para los gobiernos, como si aquí viviéramos apaches, sioux, cheyenes confinadas. Se nos quemó la Sierra de la Culebra y las convocatorias para demostrar a la Junta que estamos hartos de cómo se gestiona la masa forestal, la prevención y extinción de incendios no convocó a más de 3.000 personas, muchas de ellas procedentes de los pueblos afectados por la muerte de bosques, colmenas, fauna salvaje y enseres. Si este genocidio de la naturaleza hubiese sucedido en el País Vasco o Cataluña, los ciudadanos de estas comunidades autónomas habrían cercado las sedes de sus respectivos gobiernos hasta que el presidente dimitiese. Aquí, no. La gente prefirió ver el espectáculo desde las terrazas de los bares tomándose una caña y un pincho de tortilla o mollejas a la plancha.

Ayer, la Plataforma Pro Biorrefinería convoca una concentración frente al edificio de la Delegación de la Junta. Intuía en un artículo, escrito una hora antes de la manifestación, su fracaso. Y así sucedió. Ni un centenar de personas protestaron, exigieron, pidieron la dimisión de Mañueco y Suárez-Quiñones, personaje este, el consejero de Medio Ambiente, implicado en los incendios como en el presunto sabotaje a la Biorrefinería, según afirman la Plataforma y el propio Vicente Merino. Solo hubo dos damas de izquierdas, de la auténtica, en la concentración, la UPL de Zamora, muy activa siempre, y unas decenas de rebeldes, casi poetas sociales. Me retiré vencido, como Don Quijote después de la derrota en la playa de Barcino de regreso a su lugar, convencido de que vivo en una sociedad moribunda, sin fuste, pusilánime, envidiosa y cainita. Me confesé que aquí no hay nada que hacer, que se nos pasó el tiempo, que solo somos gente domesticada, sumisa, ideal para que los políticos se ríen de nosotros, nos tomen a cachondeo y se diviertan cuando toca votar con promesas que jamás se cumplirán.

Me he planteado muchas veces dejar de escribir, colgar la pluma y cortarme la coleta de la crítica, para que sean los periodistas jóvenes los que tomen el relevo de mi trabajo. Estoy cansado de mi trabajo, odio el periodismo que se hace ahora, no existe masa crítica, ni demócratas: si criticas a las derechas, que por estos pagos merece todo tipo de censuras, los hinchas de esta ideología, se ríen y te llama “rojo”, y si juzgas, con hechos corroborados por la historia, puro empirismo, los hooligans del comunismo, mando huevos, también se ríen…quizá de ellos mismos, de su ignorancia, de su orfandad de conocimientos.

¡Qué podemos pensar de una ciudad en la que su gran fiesta es la celebración de la tortura y muerte del que se considera Hijo de Dios!

A los zamoranos parece que les gusta sufrir, llorar, morir. Aquí pocos combaten al poder, a la injusticia, a la corrupción. Si el Caso Zamora hubiese sucedido en otra provincia, J.Antolín Martín habría sido aclamado por el pueblo, tras denunciar corrupción en la Diputación, organizada y dirigida por altos cargos del PP. Pues hete aquí que su denuncia le sirvió para echarlo de la res pública. Hubo zamoranos declarado hijos predilectos de la provincia que falsificaron firmas en talones bancarios, entre otras lindezas. Esta ciudad se ha muerto, como el dios de Nietzsche, y no se ha dado cuenta.

Por cierto, en la hermanda provincia palentina ya han formado un partido "Vamos Palencia", con empreesarios, abogados, funcionarios, gente del común. Aquí, no creo que merezca la pena dar la cara por tanto pasota, esa masa amorfa que sigue votando por inercia a sus propios verdugos.

Eugenio-Jesús de Ávila