El queso: un largo viaje en el tiempo, de la Odisea a Zamora

Quizá a usted no le guste el queso; a mí me encanta -todos los días mi boca se deleita con un buen queso zamorano-, y, además, en nuestra provincia se fabrican algunos de los mejores de España y del mundo mundial, y el queso zamorano nos ha dado fama y renombre a nivel mundial.

Siempre escribí y comenté que el futuro de nuestra provincia pasaría por la transformación de nuestra excelente materia prima, nunca por la exportación en bruto a otras regiones o naciones, donde quedarían las plusvalías. El queso zamorano quizá sea el mejor ejemplo de que Zamora tiene futuro y que los industriales del sector forman parte de la elite empresarial de nuestra provincia, porque han sabido elaborar con nuestra leche de oveja un maravilloso producto.

Alguien tuvo la idea -me dicen que salió de Zamora 10- de traer a nuestra ciudad la Feria Internacional del Queso, Fromago, y un político, empresario antes que hombre de la res pública, Francisco José Requejo, se empeñó en convertirla en realidad. Al presidente de la Diputación nunca le han faltado el ingenio para imaginar proyectos y ponerlos a funcionar. Cuando conoció a Vicente Merino, apoyó la Biorrefinería hasta el final. Nadie como él se involucró tanto en las l con Portugal, en concreto con región hermana de Tras os Montes y con su capital, Braganza.

Desde que se supo que Zamora sería la sede de Fromago, el presidente de la Diputación se puso a trabajar. Viajó a las ciudades que él considero esenciales para mostrar el proyecto quesero, llegó incluso a la osadía de presentar la Feria Internacional en el corazón de Madrid, de la capital de España, en la plaza de El Callao, donde se mostraron las celebérrimas ovejitas que no producían leche, pero sí arte.

Cierto que ha habido dificultades y cuitas poco antes de que Fromago salga a la calle, pero eso forma parte del pasado y del nerviosismo que provoca un acontecimiento de esta magnitud en una ciudad menguante. Lógico. Pero todo está dispuesto para que Zamora se convierta durante tres días, los que median entre el jueves, 15 de septiembre, y el sábado, 18, en la capital mundial del queso.

La pequeña ciudad del Romancero, la olvidada, la de menor actividad económica de España, la que viene batiendo todas las marcas demográficas de pérdida de población en el último lustro, aquella en la que la gente pasa de todo, donde existe una apatía antropológica, se abre al mundo para oler a queso, que es aroma a vida, a futuro, pero también a tiempos pretéritos, porque este producto, que no gusta a todos, ya formaba parte de la historia del hombre, como se demuestra en inmortal La Odisea: “Los animales estaban separados por grupos, a un lado los más viejos, al otro los de mediana edad, y aparte las crías recientes. Todas las cántaras rebosaban de leche, jarras y colodras bien torneadas que guardaban el ordeño. Allí enseguida mis compañeros me suplicaron a voces que tomáramos unos quesos y nos fuéramos, y luego nos lleváramos a toda prisa de sus corrales cabritos y ovejas hasta nuestra rauda nave y nos echáramos a navegar el mar salado.» 

Quizá, a los de siempre, a los reaccionarios, a esos políticos a los que les molesta que Zamora vaya a más, que reciba visitantes, que se celebren grandes acontecimientos mundiales, echarán pestes porque la ciudad va a oler a queso durante estos tres días septembrinos. Los mismos a los que disgusta la Semana Santa, porque en Zamora, la ciudad pretérita, se llenan bares y cafeterías, restaurantes y hoteles, y, durante esos días santos, se rompe el tedio provinciano que colma de aburrimiento la vida cotidiana.

Confieso que me encanta ir de los aromas a velas e incienso a los del queso. Zamora reunirá en el ecuador de septiembre de 2022 historia y futuro. ¡Benditos sean los indomables, los rebeldes, los inconformistas que se atrevieron a romper la triste monotonía de esta ciudad con una Feria Internacional del Queso! De Itaca a Zamora, milenios de historia. El poema de Kavafis cierra hoy mi artículo. Solo propongo al lector cambiar el nombre de la isla griega por el de nuestra ciudad... y me entenderá.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.