2ª RFEF
El Zamora CF salió dormido y despertó, y de qué manera, en la segunda: 3-1
Los rojiblancos, desconocidos, regalaron un gol al Rayo Cantabria en el minuto 9, y no jugaron en la primera mitad, y, en dos minutos, nada más empezar la segunda entrega, demostraron su poderío
Me temo que a eso de las cinco y media de la tarde, hora del inicio del partido entre el Zamora CF y el Rayo Cantabria, los rojiblancos todavía dormían la siesta. Los hombres de Yago Iglesias jugaban con los ojos cerrados, no corrían, paseaban; les costaba saltar, combinar y, diríase, que incluso hablar. El Rayo Cantabria, un equipo joven, pero tan duro como el Laredo, consentido por un árbitro desahogado y descarado, un jeta, aprovecho un regalo, increíble en un jugador veterano como Javi Duro, para marcar su tanto. Minuto 9. El cántabro Diego Campos debió agradecer el obsequio al defensa local. Quizá le regalase un queso.
A partir de ese gol encajado, los rojiblancos jugaron a todo menos al fútbol. Ni un pase dirigido, fallos inconcebibles, fútbol surrrealista. Solo Dani Hernández intentó, con disparos lejanos, dar a conocer a una grada muy enojada, que había partido.
Poco más que contar de la primera mitad. Confieso que el Zamora CF me dejó tocado. Como si lo visto en pretemporada fuese un espejismo. Un jugador como Marc Caballé, que me entusiasmó en otros encuentros, no lo conocía. Este no es mi Marc que me lo ha cambiado. El siempre eficaz y singular Juanan corría sin sentido, ni cortaba, ni mandaba; llegué a pensar que no era él. Y así todos: los centrales creí que eran amigos de los puntas verdes; los extremos no se iban de nadie, y Ribeiro las veía venir. Un desastre.
Durante el descanso, creo que hubo inyección de cafeína colectiva en los glúteos de los rojiblancos, porque en dos minutos, entre el 47 y el 49 el Zamora remontaba. Primero, un lanzamiento magistral de falta directa, ejecutado por Dani Hernández, el mismo protagonista del segundo tanto, cuando porfió con el central cántabro para robarle el balón en la esquina izquierda del área visitante y cederle la pelota a Ribeiro que marcó de tiro raso. Una gozada. La escuadra rojiblanca volvía a ser la que me sedujo este verano.
La grada cambio de cara y de parecer. Los rojiblancos pasaron de villanos a héroes.
En el minuto 61, Yago Iglesia movía el banquillo. Altuve y Viana sustituyeron a los dos exteriores, Pau y Sancho. Ribeiro dejaba la media punta y se establecía en el exterior diestro.
Con ventaja, el Zamora dominó por completo. No obstante, el árbitro siguió permitiendo a los santanderinos el juego duro. No le pitó ni una sola falta. Por el contrario, cualquier acción por detrás de los rojiblancos, falta. Cara dura.
El técnico cántrabro tardó en darse cuenta que, de seguir con esa dinámica, perdería en el Ruta de la Plata, porque hasta el minuto 75 no realizó ningún cambio. Y, de golpe, tres. De poco le serviría.
Poco después hacía lo propio Yago Iglesias. Sacó del campo a Caballé, que apareció en la segunda mitad, después de la invisibilidad de la primera entrega, y a Ribeiro. Ander y Viana entraron al rectángulo.
Y los dos extremos abrieron aún más la herida en la defensa cántabra. Hasta que llegó el merecido tercer tanto, iniciado con un Altuve que se fue, por velocidad de varios rivales para abrir a la banda izquierda, donde Viana evita a su par para centrar y encontrar el increíble Silva, un lateral derecho, que conectó un cabezazo precioso para batir a Germán. Uno de los mejores goles de los últimos tiempos, el fútbol clásico: desborda el extremo, centra y remate de cabeza besar las redes. Minuto 83.
Theo entraría pisaría el césped para que Juanan, con una amarilla, no recibiera la roja del desquiciado y parcialísimo árbitro asturiano. Y, en verdad, la fuerza del recién entrado en el campo, se notó.
Pudo marcar el Zamora el cuarto, y también el Rayo Cantabria el segundo, pero lo evitó un extraordinario paradón de Iricíbar.
Como escribí hoy mismo, al Zamora se le exige ganar siempre, también a los extraños filiales. Esta tarde cumplió con su deber, con lo esperado. Ahora Yago Iglesias debería analizar cómo es posible cometer esos errores en defensa y destrozar el fútbol como en la primera mitad. Y poco más que contar. Solo que los rojiblancos, en su salida al campo, vistieron camiseta blanca con una leyenda relativa a su compañero Javier Barrio, gravemente lesionado en Laredo.
Me temo que a eso de las cinco y media de la tarde, hora del inicio del partido entre el Zamora CF y el Rayo Cantabria, los rojiblancos todavía dormían la siesta. Los hombres de Yago Iglesias jugaban con los ojos cerrados, no corrían, paseaban; les costaba saltar, combinar y, diríase, que incluso hablar. El Rayo Cantabria, un equipo joven, pero tan duro como el Laredo, consentido por un árbitro desahogado y descarado, un jeta, aprovecho un regalo, increíble en un jugador veterano como Javi Duro, para marcar su tanto. Minuto 9. El cántabro Diego Campos debió agradecer el obsequio al defensa local. Quizá le regalase un queso.
A partir de ese gol encajado, los rojiblancos jugaron a todo menos al fútbol. Ni un pase dirigido, fallos inconcebibles, fútbol surrrealista. Solo Dani Hernández intentó, con disparos lejanos, dar a conocer a una grada muy enojada, que había partido.
Poco más que contar de la primera mitad. Confieso que el Zamora CF me dejó tocado. Como si lo visto en pretemporada fuese un espejismo. Un jugador como Marc Caballé, que me entusiasmó en otros encuentros, no lo conocía. Este no es mi Marc que me lo ha cambiado. El siempre eficaz y singular Juanan corría sin sentido, ni cortaba, ni mandaba; llegué a pensar que no era él. Y así todos: los centrales creí que eran amigos de los puntas verdes; los extremos no se iban de nadie, y Ribeiro las veía venir. Un desastre.
Durante el descanso, creo que hubo inyección de cafeína colectiva en los glúteos de los rojiblancos, porque en dos minutos, entre el 47 y el 49 el Zamora remontaba. Primero, un lanzamiento magistral de falta directa, ejecutado por Dani Hernández, el mismo protagonista del segundo tanto, cuando porfió con el central cántabro para robarle el balón en la esquina izquierda del área visitante y cederle la pelota a Ribeiro que marcó de tiro raso. Una gozada. La escuadra rojiblanca volvía a ser la que me sedujo este verano.
La grada cambio de cara y de parecer. Los rojiblancos pasaron de villanos a héroes.
En el minuto 61, Yago Iglesia movía el banquillo. Altuve y Viana sustituyeron a los dos exteriores, Pau y Sancho. Ribeiro dejaba la media punta y se establecía en el exterior diestro.
Con ventaja, el Zamora dominó por completo. No obstante, el árbitro siguió permitiendo a los santanderinos el juego duro. No le pitó ni una sola falta. Por el contrario, cualquier acción por detrás de los rojiblancos, falta. Cara dura.
El técnico cántrabro tardó en darse cuenta que, de seguir con esa dinámica, perdería en el Ruta de la Plata, porque hasta el minuto 75 no realizó ningún cambio. Y, de golpe, tres. De poco le serviría.
Poco después hacía lo propio Yago Iglesias. Sacó del campo a Caballé, que apareció en la segunda mitad, después de la invisibilidad de la primera entrega, y a Ribeiro. Ander y Viana entraron al rectángulo.
Y los dos extremos abrieron aún más la herida en la defensa cántabra. Hasta que llegó el merecido tercer tanto, iniciado con un Altuve que se fue, por velocidad de varios rivales para abrir a la banda izquierda, donde Viana evita a su par para centrar y encontrar el increíble Silva, un lateral derecho, que conectó un cabezazo precioso para batir a Germán. Uno de los mejores goles de los últimos tiempos, el fútbol clásico: desborda el extremo, centra y remate de cabeza besar las redes. Minuto 83.
Theo entraría pisaría el césped para que Juanan, con una amarilla, no recibiera la roja del desquiciado y parcialísimo árbitro asturiano. Y, en verdad, la fuerza del recién entrado en el campo, se notó.
Pudo marcar el Zamora el cuarto, y también el Rayo Cantabria el segundo, pero lo evitó un extraordinario paradón de Iricíbar.
Como escribí hoy mismo, al Zamora se le exige ganar siempre, también a los extraños filiales. Esta tarde cumplió con su deber, con lo esperado. Ahora Yago Iglesias debería analizar cómo es posible cometer esos errores en defensa y destrozar el fútbol como en la primera mitad. Y poco más que contar. Solo que los rojiblancos, en su salida al campo, vistieron camiseta blanca con una leyenda relativa a su compañero Javier Barrio, gravemente lesionado en Laredo.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.145