RES PÚBLICA
A propósito de impuestos
He estado dudando entre titular este artículo de opinión como lo he hecho o más bien denominarlo “ A propósito de argumentario”. Y ello porque resulta totalmente inaudito e incomprensible que tantos políticos y opinadores radiotelevisivos- a los que se presumen ciertos conocimientos, formación, legitimidad e independencia de criterio- salgan como papagayos a repetir la misma frase o el mismo argumento relativo a un tema de actualidad. Como el tan cacareado gravamen sobre el patrimonio que intencionadamente se ha puesto en el tablero político de manera artificial y torticera, magnificando su repercusión y creando un falso enfrentamiento entre Autonomías o entre ricos y pobres.
Doy por supuesto que todos admitiremos que en los Estados modernos los impuestos son inevitables ya que suponen una manera de sufragar servicios y es la principal herramienta de compensación y reparto social. Aún más en los Estados de bienestar. También supongo que admitiremos que debe haber equilibrio entre recaudación y gasto. Pero lo que es totalmente innecesario es que, para que haya la suficiente recaudación, haya que subirlos indefectiblemente. Eso ha quedado demostrado en infinidad de ocasiones.
Asistimos estos días a la repetición cansina del mantra de que “quitar el impuesto de Patrimonio es otro favor a los ricos en detrimento de los pobres” o que “el PP está con el 1% y el gobierno con el otro 99%”.
Hay tertulianos sabelotodo que señalan con el dedo y pontifican sobre el dumping fiscal de determinadas autonomías, la insolidaridad de la derechona y la profundización de las desigualdades que supone quitar este impuesto. Como lo transmiten según lo dicta su argumentario, no ilustran a los ciudadanos sobre la diferencia que hay entre bajar o quitar impuestos y el resultado del montante de su recaudación. De eso, ni hablar. Hay que obviarlo porque no conviene a la ideología ni al enfrentamiento. Y en el summum del sistema de confusionismo que se provoca con sus intervenciones, insisten en que “los ricos” son los culpables de que haya “pobres”.
Llevado ese “argumento” al extremo, imagínense que empezamos a acusar a los delgados de ser los causantes de que haya gordos. Nos indignaremos por los que no aprueban por culpa de los que estudian mucho. O insistiremos en sostener que los coches utilitarios no corren tanto por culpa de los deportivos. Y así sucesivamente… podríamos seguir diciendo que los altos tienen la culpa de que haya bajitos, que es súper injusto y provocador que los calvos no podamos lucir el pelo que hemos perdido porque otros lo conservan regodeándose con ello. Y ya no te digo lo injusto de constatar cómo hay gente que tiene más de una casa (aunque sean pagadas con su esfuerzo y gracias a larguísimos y carísimos préstamos) mientras otros no tienen techo bajo el que cobijarse. ¡Qué sinvergüenzas, insolidarios y egoístas carentes de comprensión con los muchos necesitados!
Y, por supuesto, en la cúspide de las injusticias y del argumentario del “malismo” están los ricos: ellos, su latrocinio y su insolidaridad son los culpables de que haya pobres. Por eso hay que ir a por ellos.
Esta dinámica política supone una absoluta carencia de sentido común, un exceso de rabia personal y un resentimiento social y político que lo único que provoca es envidia, actuar por venganza, enfrentamiento y polarización.
De este modo y partiendo de tan falaz argumentario, el progresismo mal entendido y peor ejecutado, realiza propuestas de “justicia social” y “equidad” que son más propias de Barrio Sésamo que de intelectuales o políticos serios.
Se propone-por ejemplo- que los impuestos y todo tipo de servicios se cobren en función de la renta y de las posesiones de cada persona (ya saben, paga lo mismo un millonario que un obrero por un peaje, por la gasolina o por un refresco . Y eso es muy injusto...). Por tanto, la solución propuesta es “que pague más el que más tiene y el que más obtiene”.
Es decir, estaríamos obligados a ir con un identificador personal e intransferible que contuviera todas nuestras características socioeconómicas, fisiológicas, formativas y fiscales que permitieran a papá Estado cobrarnos a cada persona una tasa diferente por cada uso, servicio o compra, Una especie de “pay per person” no en función del coste del servicio sino de quién lo use. Y para los ricos, incluso sin usarlo.
Tendríamos diferentes impuestos en función del individuo. La antítesis de una sociedad democrática de personas con iguales derechos. Rompiendo con la tendencia moderna de los estados democráticos, los impuestos ya no serían progresivos sino personalísimos. Y arbitrarios. De esta manera algunos no pagarían nada (convirtiéndose en parásitos sociales), otros muy poco y otros (¡ que se jodan!) prácticamente todo.
¿Por qué? Por ser unos “privilegiados” que tienen o han conseguido más, independientemente de cuál sea su historial de esfuerzo, sacrificio, suerte o genética. Tienen más y por eso son culpables.
La ”justicia social” de estos adalides del progresismo se resumiría en el axioma: ¿ tienen más?¡ que se jodan! ¡que lo repartan!. ¿Justificación?: hay otros que no lo tienen (también independientemente de su currículo y línea de comportamiento vital).
Con estas políticas de ingeniería social para un igualitarismo radical ¿cuánto se tardaría en conseguir que todos fuéramos pobres? ¿Cuántos dejarían de esforzarse y de luchar? ¿Quién saldría más beneficiado de este control y reparto?
Los experimentos sociales hay que dejarlos para los libros y películas de ciencia ficción.
Si al ser humano le quitas el incentivo le extraes su esencia, lo deshumanizas; convertido en un número lo cosificas, lo igualas por abajo y termina convertido en un ser dependiente. O sea, lo tienes en tus manos. Probablemente eso es lo que se pretende.
En fin...sigamos con los lemas de pancarta y argumentarios infantiloides ( “ricos malos- pobres buenos”/ “el rico hace al pobre”/ “obreros que votan a la derecha son tontos”/ “los de izquierda leemos y somos solidarios”/ “hombres malos-mujeres buenas”/ “no hay totalitarismo de izquierda”/”si te opones a nuestro gobierno eres facha”/ “los de derechas son corruptos y patriotas de pulsera”/ “comunistas tienen cuernos”/”pedir explicaciones es antipatriótico”/ “con la derecha se pierden servicios sociales y la izquierda los recupera”/ ”con Franco esto no pasaba”/ “inmigrante quita trabajo”.....y un montón más) mientras los instigadores se aprovechan de nuestros enfrentamientos.
Solo insistir en recordar que es compatible, conjugable, demostrable (y suficientemente demostrado) que se pueden bajar impuestos y recaudar más. No hay que confundir la tasa o tipo impositivo con el montante o recaudación, que debe ser la base para construir los presupuestos y la ejecución de los servicios. Y menos, confundir interesada y torticeramente a los ciudadanos por cuestión ideológica.
Las personas que se presume estamos dotadas de cierta formación y capacidad de discernimiento, no deberíamos dejarnos engañar por esta campañita interesada del relato para hacernos creer que peligran los servicios públicos y que eliminar un impuesto marginalísimo (tanto en afectados como en importe) es un favor a los ricos. Deberíamos ser más reflexivos y no entrar en esos juegos de bronca falaz y simplista.
Un verdadero progresista debería luchar incansablemente porque se dieran las condiciones para que hubiera cada vez menos pobres, gracias a la provisión de servicios públicos en igualdad de oportunidades que permitieran a cualquier individuo (independientemente de su origen, raza, religión, familia o condiciones físicas) ejercer sus capacidades de mejora personal que permitieran su ascenso social y económico en sociedades abiertas. Tampoco debería darle rabia que cada vez hubiera más ricos o que se generara más riqueza económica en su país.
Pero claro, mientras nos enfrascamos en esto nos olvidamos del incremento del gasto público (otra vez sobrepasada la barrera del control del gasto) y del descontrol de las agencias y chiringuitos. Tampoco hablaremos del endeudamiento del sector público y del país, ni de que tenemos el desgraciado récord del mayor incremento del IPC de todos los países de nuestro entorno. Nos olvidaremos del escandalazo de los ERES y del autoindulto que se quiere perpetrar. Dejarán de preocuparnos las turbulentas y truculentas compras de material sanitario en la pandemia, o dejaremos de lado el preocupante proceso de ideologización y sexualización de nuestros menores en el sistema educativo. Tampoco comentaremos el despotorre y ocurrencias diarias de nuestros gobernantes a todos los niveles, ni del desdecirse en pocos días en las políticas. Pasaremos de rositas sobre el grave problema del poder judicial para la salvaguarda democrática o harán que nos olvidemos del empobrecimiento acelerado de todos nosotros y de las graves consecuencias económicas que nos acechan más pronto que tarde….
Y así nos va.
He estado dudando entre titular este artículo de opinión como lo he hecho o más bien denominarlo “ A propósito de argumentario”. Y ello porque resulta totalmente inaudito e incomprensible que tantos políticos y opinadores radiotelevisivos- a los que se presumen ciertos conocimientos, formación, legitimidad e independencia de criterio- salgan como papagayos a repetir la misma frase o el mismo argumento relativo a un tema de actualidad. Como el tan cacareado gravamen sobre el patrimonio que intencionadamente se ha puesto en el tablero político de manera artificial y torticera, magnificando su repercusión y creando un falso enfrentamiento entre Autonomías o entre ricos y pobres.
Doy por supuesto que todos admitiremos que en los Estados modernos los impuestos son inevitables ya que suponen una manera de sufragar servicios y es la principal herramienta de compensación y reparto social. Aún más en los Estados de bienestar. También supongo que admitiremos que debe haber equilibrio entre recaudación y gasto. Pero lo que es totalmente innecesario es que, para que haya la suficiente recaudación, haya que subirlos indefectiblemente. Eso ha quedado demostrado en infinidad de ocasiones.
Asistimos estos días a la repetición cansina del mantra de que “quitar el impuesto de Patrimonio es otro favor a los ricos en detrimento de los pobres” o que “el PP está con el 1% y el gobierno con el otro 99%”.
Hay tertulianos sabelotodo que señalan con el dedo y pontifican sobre el dumping fiscal de determinadas autonomías, la insolidaridad de la derechona y la profundización de las desigualdades que supone quitar este impuesto. Como lo transmiten según lo dicta su argumentario, no ilustran a los ciudadanos sobre la diferencia que hay entre bajar o quitar impuestos y el resultado del montante de su recaudación. De eso, ni hablar. Hay que obviarlo porque no conviene a la ideología ni al enfrentamiento. Y en el summum del sistema de confusionismo que se provoca con sus intervenciones, insisten en que “los ricos” son los culpables de que haya “pobres”.
Llevado ese “argumento” al extremo, imagínense que empezamos a acusar a los delgados de ser los causantes de que haya gordos. Nos indignaremos por los que no aprueban por culpa de los que estudian mucho. O insistiremos en sostener que los coches utilitarios no corren tanto por culpa de los deportivos. Y así sucesivamente… podríamos seguir diciendo que los altos tienen la culpa de que haya bajitos, que es súper injusto y provocador que los calvos no podamos lucir el pelo que hemos perdido porque otros lo conservan regodeándose con ello. Y ya no te digo lo injusto de constatar cómo hay gente que tiene más de una casa (aunque sean pagadas con su esfuerzo y gracias a larguísimos y carísimos préstamos) mientras otros no tienen techo bajo el que cobijarse. ¡Qué sinvergüenzas, insolidarios y egoístas carentes de comprensión con los muchos necesitados!
Y, por supuesto, en la cúspide de las injusticias y del argumentario del “malismo” están los ricos: ellos, su latrocinio y su insolidaridad son los culpables de que haya pobres. Por eso hay que ir a por ellos.
Esta dinámica política supone una absoluta carencia de sentido común, un exceso de rabia personal y un resentimiento social y político que lo único que provoca es envidia, actuar por venganza, enfrentamiento y polarización.
De este modo y partiendo de tan falaz argumentario, el progresismo mal entendido y peor ejecutado, realiza propuestas de “justicia social” y “equidad” que son más propias de Barrio Sésamo que de intelectuales o políticos serios.
Se propone-por ejemplo- que los impuestos y todo tipo de servicios se cobren en función de la renta y de las posesiones de cada persona (ya saben, paga lo mismo un millonario que un obrero por un peaje, por la gasolina o por un refresco . Y eso es muy injusto...). Por tanto, la solución propuesta es “que pague más el que más tiene y el que más obtiene”.
Es decir, estaríamos obligados a ir con un identificador personal e intransferible que contuviera todas nuestras características socioeconómicas, fisiológicas, formativas y fiscales que permitieran a papá Estado cobrarnos a cada persona una tasa diferente por cada uso, servicio o compra, Una especie de “pay per person” no en función del coste del servicio sino de quién lo use. Y para los ricos, incluso sin usarlo.
Tendríamos diferentes impuestos en función del individuo. La antítesis de una sociedad democrática de personas con iguales derechos. Rompiendo con la tendencia moderna de los estados democráticos, los impuestos ya no serían progresivos sino personalísimos. Y arbitrarios. De esta manera algunos no pagarían nada (convirtiéndose en parásitos sociales), otros muy poco y otros (¡ que se jodan!) prácticamente todo.
¿Por qué? Por ser unos “privilegiados” que tienen o han conseguido más, independientemente de cuál sea su historial de esfuerzo, sacrificio, suerte o genética. Tienen más y por eso son culpables.
La ”justicia social” de estos adalides del progresismo se resumiría en el axioma: ¿ tienen más?¡ que se jodan! ¡que lo repartan!. ¿Justificación?: hay otros que no lo tienen (también independientemente de su currículo y línea de comportamiento vital).
Con estas políticas de ingeniería social para un igualitarismo radical ¿cuánto se tardaría en conseguir que todos fuéramos pobres? ¿Cuántos dejarían de esforzarse y de luchar? ¿Quién saldría más beneficiado de este control y reparto?
Los experimentos sociales hay que dejarlos para los libros y películas de ciencia ficción.
Si al ser humano le quitas el incentivo le extraes su esencia, lo deshumanizas; convertido en un número lo cosificas, lo igualas por abajo y termina convertido en un ser dependiente. O sea, lo tienes en tus manos. Probablemente eso es lo que se pretende.
En fin...sigamos con los lemas de pancarta y argumentarios infantiloides ( “ricos malos- pobres buenos”/ “el rico hace al pobre”/ “obreros que votan a la derecha son tontos”/ “los de izquierda leemos y somos solidarios”/ “hombres malos-mujeres buenas”/ “no hay totalitarismo de izquierda”/”si te opones a nuestro gobierno eres facha”/ “los de derechas son corruptos y patriotas de pulsera”/ “comunistas tienen cuernos”/”pedir explicaciones es antipatriótico”/ “con la derecha se pierden servicios sociales y la izquierda los recupera”/ ”con Franco esto no pasaba”/ “inmigrante quita trabajo”.....y un montón más) mientras los instigadores se aprovechan de nuestros enfrentamientos.
Solo insistir en recordar que es compatible, conjugable, demostrable (y suficientemente demostrado) que se pueden bajar impuestos y recaudar más. No hay que confundir la tasa o tipo impositivo con el montante o recaudación, que debe ser la base para construir los presupuestos y la ejecución de los servicios. Y menos, confundir interesada y torticeramente a los ciudadanos por cuestión ideológica.
Las personas que se presume estamos dotadas de cierta formación y capacidad de discernimiento, no deberíamos dejarnos engañar por esta campañita interesada del relato para hacernos creer que peligran los servicios públicos y que eliminar un impuesto marginalísimo (tanto en afectados como en importe) es un favor a los ricos. Deberíamos ser más reflexivos y no entrar en esos juegos de bronca falaz y simplista.
Un verdadero progresista debería luchar incansablemente porque se dieran las condiciones para que hubiera cada vez menos pobres, gracias a la provisión de servicios públicos en igualdad de oportunidades que permitieran a cualquier individuo (independientemente de su origen, raza, religión, familia o condiciones físicas) ejercer sus capacidades de mejora personal que permitieran su ascenso social y económico en sociedades abiertas. Tampoco debería darle rabia que cada vez hubiera más ricos o que se generara más riqueza económica en su país.
Pero claro, mientras nos enfrascamos en esto nos olvidamos del incremento del gasto público (otra vez sobrepasada la barrera del control del gasto) y del descontrol de las agencias y chiringuitos. Tampoco hablaremos del endeudamiento del sector público y del país, ni de que tenemos el desgraciado récord del mayor incremento del IPC de todos los países de nuestro entorno. Nos olvidaremos del escandalazo de los ERES y del autoindulto que se quiere perpetrar. Dejarán de preocuparnos las turbulentas y truculentas compras de material sanitario en la pandemia, o dejaremos de lado el preocupante proceso de ideologización y sexualización de nuestros menores en el sistema educativo. Tampoco comentaremos el despotorre y ocurrencias diarias de nuestros gobernantes a todos los niveles, ni del desdecirse en pocos días en las políticas. Pasaremos de rositas sobre el grave problema del poder judicial para la salvaguarda democrática o harán que nos olvidemos del empobrecimiento acelerado de todos nosotros y de las graves consecuencias económicas que nos acechan más pronto que tarde….
Y así nos va.
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