NOCTURNOS
Dicen que no se amar
Mantuve una relación apasionada, apasionante, también tormentosa, densa, con una mujer mucho más joven que yo. Me enamoré profundamente. Nunca supe si ella me amo. Solo sé que, cuando se enojaba, por cualquier asunto, verbigracia: por mis amores pasados, celos anacrónicos, me dedicaba una frase que nunca entendí ni jamás me explicó: “No sabes amar”.
Quizá tenga razón, porque yo amo más con el alma que con la carne. Empleo el cuerpo como el néctar de mi pasión por la mujer que quiero. No gozo si una mujer que adoro no goza conmigo. Desprecio mi éxtasis, si ella no lo alcanza, no lo disfruta, no deja de ser para perderse en el sumo placer: el orgasmo, ese deleite que te acerca a Dios, que se extiende más allá de la carne que te define.
Yo amo transmitiendo sensaciones, cultura, sensibilidad. Yo quiero enseñando y compartiendo lo que siento, lo que llega dentro, lo que me conmueve el alma. Yo adoro a una dama viéndola entusiasmarse con una música, con un poema, con una escena de una película, con una obra de teatro, con unas viandas.
Yo sufro cuando amo a una mujer que padece enfermedad, necesidades, desprecios, humillaciones, venganzas. No soy feliz si ella es desgraciada. No me río si ella llora. No me voy si ella se queda. Solo parto, me alejo para siempre, cuando molesto, agravio y se me deja de querer.
Júzgame tú. Con esas premisas, con esos conceptos, con esos sentimientos, ¿yo no se amar? No tengo nada más que añadir. Tú dirás.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mantuve una relación apasionada, apasionante, también tormentosa, densa, con una mujer mucho más joven que yo. Me enamoré profundamente. Nunca supe si ella me amo. Solo sé que, cuando se enojaba, por cualquier asunto, verbigracia: por mis amores pasados, celos anacrónicos, me dedicaba una frase que nunca entendí ni jamás me explicó: “No sabes amar”.
Quizá tenga razón, porque yo amo más con el alma que con la carne. Empleo el cuerpo como el néctar de mi pasión por la mujer que quiero. No gozo si una mujer que adoro no goza conmigo. Desprecio mi éxtasis, si ella no lo alcanza, no lo disfruta, no deja de ser para perderse en el sumo placer: el orgasmo, ese deleite que te acerca a Dios, que se extiende más allá de la carne que te define.
Yo amo transmitiendo sensaciones, cultura, sensibilidad. Yo quiero enseñando y compartiendo lo que siento, lo que llega dentro, lo que me conmueve el alma. Yo adoro a una dama viéndola entusiasmarse con una música, con un poema, con una escena de una película, con una obra de teatro, con unas viandas.
Yo sufro cuando amo a una mujer que padece enfermedad, necesidades, desprecios, humillaciones, venganzas. No soy feliz si ella es desgraciada. No me río si ella llora. No me voy si ella se queda. Solo parto, me alejo para siempre, cuando molesto, agravio y se me deja de querer.
Júzgame tú. Con esas premisas, con esos conceptos, con esos sentimientos, ¿yo no se amar? No tengo nada más que añadir. Tú dirás.
Eugenio-Jesús de Ávila


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.29