NOCTURNOS
Seducir sin dinero
Mi nieta, ya una moza, estudiante de Medicina, un buen día, mientras desayunábamos en una cafetería-pastelería, me comentó: “¡Abu, mis amigas dicen que tú eres un seductor y, además, millonario!”. Sonreí y después le respondí, tirando de unos versos de Antonio Machado: “Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido…ya conocéis mi torpe aliño indumentario...”. Como es una niña muy inteligente, superdotada, me entendió. Nunca más me volvió a preguntar sobre el tema. Eso sí, de cuando en cuando, me cuestiona sobre mi vida sentimental. Y vuelvo a sonreír para contarle que me gusta una dama de cabello rizado, muy mona de cara. Y poco más. Y así me voy cultivando de arrugas, que nunca es bella, ni en la ropa, ni en el revés de la carne. Quizá seduje sin necesidad de ser millonario.
Cierto es que adquirí fama de Don Juan, aunque me bautizaron como Eugenio-Jesús. Pienso que se debió a que, desde joven, pero ya maduro, me paseé con mujeres extremadamente hermosas. Lo que hubiera entre esas señoritas y señoras pertenece a mi privacidad, como comentan heteras y macarras famosos. Y poco más.
La belleza me contagia, me desvela, me emociona, me hace vibrar. La del arte humano y la del arte divino. La escultura, la pintura, la literatura y…la mujer, la obra maestra de Dios. Y yo, que soy una pequeña criatura, me encanta disfrutar con mis cinco o seis sentidos, quizá siete, con la creación divina.
Amé a féminas tan hermosas por dentro como por su imagen exterior. No sé si me amaron. Pero me sentí como si fuera familia de Dios por parte de madre cuando una dama bonita sonrió a una de mis sonrisas con sus labios de Venus.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mi nieta, ya una moza, estudiante de Medicina, un buen día, mientras desayunábamos en una cafetería-pastelería, me comentó: “¡Abu, mis amigas dicen que tú eres un seductor y, además, millonario!”. Sonreí y después le respondí, tirando de unos versos de Antonio Machado: “Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido…ya conocéis mi torpe aliño indumentario...”. Como es una niña muy inteligente, superdotada, me entendió. Nunca más me volvió a preguntar sobre el tema. Eso sí, de cuando en cuando, me cuestiona sobre mi vida sentimental. Y vuelvo a sonreír para contarle que me gusta una dama de cabello rizado, muy mona de cara. Y poco más. Y así me voy cultivando de arrugas, que nunca es bella, ni en la ropa, ni en el revés de la carne. Quizá seduje sin necesidad de ser millonario.
Cierto es que adquirí fama de Don Juan, aunque me bautizaron como Eugenio-Jesús. Pienso que se debió a que, desde joven, pero ya maduro, me paseé con mujeres extremadamente hermosas. Lo que hubiera entre esas señoritas y señoras pertenece a mi privacidad, como comentan heteras y macarras famosos. Y poco más.
La belleza me contagia, me desvela, me emociona, me hace vibrar. La del arte humano y la del arte divino. La escultura, la pintura, la literatura y…la mujer, la obra maestra de Dios. Y yo, que soy una pequeña criatura, me encanta disfrutar con mis cinco o seis sentidos, quizá siete, con la creación divina.
Amé a féminas tan hermosas por dentro como por su imagen exterior. No sé si me amaron. Pero me sentí como si fuera familia de Dios por parte de madre cuando una dama bonita sonrió a una de mis sonrisas con sus labios de Venus.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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