Sábado, 20 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Sábado, 22 de Octubre de 2022
NOCTURNOS

El final de un extraño amor

[Img #71048]Una mujer, a la que amé cuando tenía novio formal, con el que todavía mantiene una larguísima relación, me comentaba un día, con una triste alegría, que se encontraba a gusto con su pareja, que no la atraía físicamente, pero tampoco esperaba más. El señor posee un excelente status económico, patrimonio y la vida resuelta. No se han casado ni viven juntos.

 

Yo, sin embargo, fui para ella la pasión el amor prohibido en su momento, la tentación, el seductor, el que la enamoró. Pero también la inseguridad, el que nunca se halla satisfecho, el que ama con locura y después se olvida. Un buen día, me la encontré cerca de mi casa, años después de nuestra primera historia de amor Hablamos. Y me confesó que no quiso vivir otra historia de amor como la de “Los puentes de Madison”, que ella no era Rosanna, el personaje que interpretara Meryl Streep en la película dirigida por el genial Clint Eastwood. Nos despedimos. Adiós.

 

Con el tiempo, cuando yo me convertí en un hombre libérrimo, nos volvimos a encontrar y amar con más pasión todavía. Yo no la buscaba. Ella me llamaba cuando disponía de tiempo libre o su novio, el de siempre, se encontraba ocupado en otros menesteres lejos de Zamora.

 

Después del amor, cuando me fumaba el cigarro post coito, me demostraba que me amaba muchísimo. Era todo ternura, delicadeza, mimo, belleza. Cándido de mí, pensé que se quedaría conmigo, que se despediría de su novio y viviríamos un amor eterno, más allá de la muerte, como en las películas.

 

Desde la última vez que hicimos el amor, una madrugada de la primavera tierna, apenas nos vimos. Tampoco hice nada para regresarla. Eligió seguir con el hombre que le daba sosiego, paz, un amor sin borrascas, sin colinas, sin cambios de rasante; quizá tedioso, pero ideal para el carácter de esa mujer.

 

Después, de vez en cuando me la encuentro. Un día entré en su portal y nos besamos con pasión, cono la primera vez, con ganas, con deseo. Fue, sin duda, mi última muestra de pasión por aquella mujer.

 

Ahora me pregunto qué falló en mí para que la Dama del Esla eligiera a un señor sin atractivo físico, eso sí, bien situado, con el que se sentía a gusto, y me obviara a mí, el que tanto la apasionaba, enviciaba y amaba.

 

Esta ha sido la historia de un amor extraño, que ocupó buena parte de mi vida: lo tuve, se me fue, regresó y lo perdí para siempre. Esta noche de otoño lo he enterrado entre las palabras secas, caídas del árbol de mi cerebro.

Eugenio-Jesús de Ávila

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