Santa Clara, un desierto, en la ciudad-pretérita

Sábado, 22 de octubre de 2022. Bonita cifra. A las 22 horas y 12 minutos, Santa Clara, la artería más importante de la vieja ciudad del Romancero, mostraba ese aspecto de tristeza, de soledad, de la nada, del silencio, que evidencia el estado económico y social de Zamora, convertida en una ciudad triste, sin alegría, sin sociedad. Fiebre del sábado noche.

Complicado que una urbe que se desangra, que pierde gente joven, que vive de funcionarios, jubilados y unos cuantos comercios, héroes en una ciudad decadente, emane vida, ganas de divertirse, de reír y cantar, de pasarlo bien con amigos y amigas.

Reitero: la foto se tomó pasadas las diez de la noche de un sábado. No helaba, el frío todavía no congela el alma zamorana, tampoco Eolo hacía de las suyas.

Como los zamoranos ya sumamos mucha edad y apenas hay jóvenes, preferimos quedarnos en casa: algunos, la gran mayoría, para ver tonterías en las cadenas que acostumbran a contarnos la vida de unos famosos que no destacan por su talento, inteligencia, investigaciones, premios Nóbel, sino por ser hijos de artistas, queridos de malandrines, de seductores de tres al cuarto. Nada. Cotilleos en una España en quiebra moral.