RES PÚBLICA
Los políticos solo buscan poder, dinero y fama
Cuando me consideraba de izquierdas, al final del franquismo y primeros años de la transición, justo hasta que el PSOE demostró que formaba parte del sistema: realizó las reformas económicas necesarias que el gran capital demandaba en España, porque la derecha española se hallaba, por entonces, incapacitada para ejecutarla; me consideraba superior éticamente a toda otra persona que se definiera de derechas. Incluso los socialistas me parecían conservadores políticamente y el PCE, socialdemocracia.
Pensaba entonces que ser mucho más de izquierdas te colocaba en la jerarquía de la verdad y de la bondad, donde moran seres superiores, casi angélicos. Colocaba al anarquismo en la cima moral y ética. Por debajo, comunistas, en concreto, trotskistas; socialistas y socialdemócratas, a los que definía como social fascistas.
Décadas después, experiencia, lecturas, estudios, empirismo, reflexiono sobre aquel periodo de mi vida. Me juzgo, pero no me condeno. Solo me castigaría por haber loado y admirado a la banda terrorista ETA, tanto en el último periodo del franquismo, como en democracia.
Desde 1982, no ya desde las primeras elecciones democráticas, en la primavera de 1977, la democracia española, que nunca consideré una democracia real, sino más bien un sucedáneo, ha ido a menos: bajonazo a las libertades, españoles con derechos distintos, con privilegios para catalanes, vascos y gallegos, comunidades donde los que solo hablamos el idioma castellano carecemos de los mismos derechos que los que vieron la luz primera en esos territorios.
Una democracia falsa, porque el voto, verbigracia, de un madrileño vale mucho menos que el de un soriano, un barcelonés o un bilbaíno. Una democracia de mentira, porque los partidos políticos se reparten, canjean jueces, nombran a unos y otros que después, si acaso les juzgarán. “El obsceno espectáculo de unos políticos eligiendo a los magistrados que los podrían juzgar”.
Cuarenta y cinco años después de las primeras elecciones democráticas, el sistema muestra goteras y desconchados en su edificio, que, tras su apariencia exterior evidencia una profunda carcoma democrática. Ya no hay fascismo, aunque algún analfabeto moral, ignorante en Politología y enfermo de odio crea que los émulos españoles de Mussolini esperan a dar un golpe de Estado. ¡Me hacéis reír, don Gonzalo!
El fascismo español jamás pasó de las formas y la parafernalia, producto de una época convulsa en Europa, tras la I Guerra Mundial, la Revolución Soviética y el crack de la Bolsa de Nueva York en1929. Franco no fue fascista, pero adoptó los símbolos de la Falange, para poner en marcha su dictadura personal, con ciertos toques de políticas laborales del fascismo italiano, ideología que surgió del Partido Socialista Italiano, al que el Duce consideraba aburguesado. De ahí que lo abandonase y crease el Fascio
Leer y estudiar el Programa de San Sepolcro evidencia la deriva del Fascio. Verbigracia: “Un fuerte impuesto extraordinario sobre el capital con carácter progresivo que tenga la forma de una verdadera expropiación de todas las riquezas” o “la administración de las industrias y servicios públicos por las mismas organizaciones proletarias (cuando éstas sean dignas de ello, moral y técnicamente”. ¿Era eso, o es, extrema derecha? Un engaño más.
Creo que ni Vox, ni PP cuestionan asfixiar a impuestos a los empresarios ni que Comisiones y UGT administren industrias y servicios públicos, sino que buscan todo lo contrario. Quienes exigen más impuestos al capital y la dirección de las empresas son las izquierdas, la sanchista, la podemita y la bilduetarra. Como los fascistas italianos.
García-Trevijano, el último gran talento español de la filosofía política, abogado, erudito, definió a Podemos en 2017: “Una farsa, con malos actores cómicos…son la revolución pendiente de la Falange". "Podemos o Pablo Iglesias en realidad sólo quieren participar del botín". Para García-Trevijano, los políticos actuales "sólo buscan poder, dinero y fama"
El único peligro para la democracia española hallase en los nacionalismos racistas y nacionalsocialistas, en el neocomunismo, que apoya a Putin, que defiende tiranías teocráticas como la de Irán, la dictadura bolivariana, nicaragüense y cubana y desearía transformar España en una Confederación, una dictadura del proletariado, donde solo hubiera un partido, el suyo, y desaparecieran los sindicatos, la prensa libre, las elecciones y la propiedad privada.
Valoro, pues, a todo comunista que prefiera vivir en un régimen de dictadura del proletariado, donde no exista la libertad de expresión, ni medios de comunicación libres, ni propiedad privada, ni sindicatos, ni elecciones…Paraíso en la tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila
Cuando me consideraba de izquierdas, al final del franquismo y primeros años de la transición, justo hasta que el PSOE demostró que formaba parte del sistema: realizó las reformas económicas necesarias que el gran capital demandaba en España, porque la derecha española se hallaba, por entonces, incapacitada para ejecutarla; me consideraba superior éticamente a toda otra persona que se definiera de derechas. Incluso los socialistas me parecían conservadores políticamente y el PCE, socialdemocracia.
Pensaba entonces que ser mucho más de izquierdas te colocaba en la jerarquía de la verdad y de la bondad, donde moran seres superiores, casi angélicos. Colocaba al anarquismo en la cima moral y ética. Por debajo, comunistas, en concreto, trotskistas; socialistas y socialdemócratas, a los que definía como social fascistas.
Décadas después, experiencia, lecturas, estudios, empirismo, reflexiono sobre aquel periodo de mi vida. Me juzgo, pero no me condeno. Solo me castigaría por haber loado y admirado a la banda terrorista ETA, tanto en el último periodo del franquismo, como en democracia.
Desde 1982, no ya desde las primeras elecciones democráticas, en la primavera de 1977, la democracia española, que nunca consideré una democracia real, sino más bien un sucedáneo, ha ido a menos: bajonazo a las libertades, españoles con derechos distintos, con privilegios para catalanes, vascos y gallegos, comunidades donde los que solo hablamos el idioma castellano carecemos de los mismos derechos que los que vieron la luz primera en esos territorios.
Una democracia falsa, porque el voto, verbigracia, de un madrileño vale mucho menos que el de un soriano, un barcelonés o un bilbaíno. Una democracia de mentira, porque los partidos políticos se reparten, canjean jueces, nombran a unos y otros que después, si acaso les juzgarán. “El obsceno espectáculo de unos políticos eligiendo a los magistrados que los podrían juzgar”.
Cuarenta y cinco años después de las primeras elecciones democráticas, el sistema muestra goteras y desconchados en su edificio, que, tras su apariencia exterior evidencia una profunda carcoma democrática. Ya no hay fascismo, aunque algún analfabeto moral, ignorante en Politología y enfermo de odio crea que los émulos españoles de Mussolini esperan a dar un golpe de Estado. ¡Me hacéis reír, don Gonzalo!
El fascismo español jamás pasó de las formas y la parafernalia, producto de una época convulsa en Europa, tras la I Guerra Mundial, la Revolución Soviética y el crack de la Bolsa de Nueva York en1929. Franco no fue fascista, pero adoptó los símbolos de la Falange, para poner en marcha su dictadura personal, con ciertos toques de políticas laborales del fascismo italiano, ideología que surgió del Partido Socialista Italiano, al que el Duce consideraba aburguesado. De ahí que lo abandonase y crease el Fascio
Leer y estudiar el Programa de San Sepolcro evidencia la deriva del Fascio. Verbigracia: “Un fuerte impuesto extraordinario sobre el capital con carácter progresivo que tenga la forma de una verdadera expropiación de todas las riquezas” o “la administración de las industrias y servicios públicos por las mismas organizaciones proletarias (cuando éstas sean dignas de ello, moral y técnicamente”. ¿Era eso, o es, extrema derecha? Un engaño más.
Creo que ni Vox, ni PP cuestionan asfixiar a impuestos a los empresarios ni que Comisiones y UGT administren industrias y servicios públicos, sino que buscan todo lo contrario. Quienes exigen más impuestos al capital y la dirección de las empresas son las izquierdas, la sanchista, la podemita y la bilduetarra. Como los fascistas italianos.
García-Trevijano, el último gran talento español de la filosofía política, abogado, erudito, definió a Podemos en 2017: “Una farsa, con malos actores cómicos…son la revolución pendiente de la Falange". "Podemos o Pablo Iglesias en realidad sólo quieren participar del botín". Para García-Trevijano, los políticos actuales "sólo buscan poder, dinero y fama"
El único peligro para la democracia española hallase en los nacionalismos racistas y nacionalsocialistas, en el neocomunismo, que apoya a Putin, que defiende tiranías teocráticas como la de Irán, la dictadura bolivariana, nicaragüense y cubana y desearía transformar España en una Confederación, una dictadura del proletariado, donde solo hubiera un partido, el suyo, y desaparecieran los sindicatos, la prensa libre, las elecciones y la propiedad privada.
Valoro, pues, a todo comunista que prefiera vivir en un régimen de dictadura del proletariado, donde no exista la libertad de expresión, ni medios de comunicación libres, ni propiedad privada, ni sindicatos, ni elecciones…Paraíso en la tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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