Domingo, 02 de Noviembre de 2025

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO
Lunes, 31 de Octubre de 2022
LUIS FELIPE DELGADO DE CASTRO

Meditación de noviembre

[Img #71348]Llegó noviembre una vez más. Se dio prisa el calendario en apretar el paso en cuanto cerramos los tiempos de la vendimia y de la sementera, tradiciones y realidades partidas en dos por una sequía tan prolongada como ruin. Y de inmediato, noviembre, cegado por las primeras nieblas, acosado por los avisos puntiagudos del frío, empapado por las pausadas y porfiadas lluvias que, al fin, llegaron, de puntillas al principio y luego con pisadas destempladas.

 

Noviembre, echado al primer sol tibio de un otoño consumido en belleza. Noviembre de castañas y crisantemos, de setas y de berreas, noviembre de buñuelos y de tenorios, noviembre de difuntos y de olvidos. Por estos días, hemos encaminado nuestro paso a los cementerios, a limpiar las tumbas de nuestros seres queridos, arañadas de polvo y verdín seculares y a poner flores en las cruces y sembrar de hermosura las lápidas que un día lavaron las lágrimas y hoy dominan los olvidos. Una ceremonia tan piadosa como tantas veces vacía.

 

Los cementerios son hoy jardines sembrados de colores. Hasta el frío del mármol o de la piedra o la rudeza de la tierra amontonada en terrones áridos e inanes, se visten con un tapiz de belleza que cubre tanto yermo cotidiano. En los cementerios solamente anida la costumbre de la soledad, tocada con una pátina de silencio que desteje el runrún de las palomas refugiadas en las cimas de los cipreses. Ahora noviembre nos trae el recuerdo de la muerte y la miramos de soslayo, casi a hurtadillas, en el rostro de las sepulturas queridas. Como mucho. Son las flores del "deprisa y corriendo". Y eso, si la brevedad que impone la molicie nos deja.

 

Siempre, desde que el mundo es mundo, alrededor de la muerte se han levantado grandes obras. Se han erigido en torno a ella, maravillosas obras de arte que, arrancando desde el antiguo Egipto, llegan a nuestros días en consagrados monumentos. Con cruces o sin ellas. Por imperios y dinastías, por glorias épicas o simbolismos de tragedia. Por pura vanagloria humana o testimonio de grandeza tan fútil como superflua. Por ello me parece aparente, artificioso, hasta innecesario el gesto del manojo de flores de estos días ante el común abandono de todo el año en que dejamos ese mismo pedazo de tierra.

 

En el fondo, vamos para, acicalando y adornando sus sepulturas, limpiar también nuestra conciencia del abandono y el olvido en que tantas veces sumimos su recuerdo. La rutina, una mezcla de prisa, intereses, confort y hastío, nos aleja cada día más del cementerio, aunque, por paradoja, nos acerquemos a él cada día que consumimos, medidos por un reloj ilimitado, sin minutos concretos ni horas marcadas, del que hasta desconocemos cuándo se va a parar. Pero se parará inevitablemente un día. Quizá por ahora, en estos días hermosos de noviembre, de paisajes dibujados de oros cansados y desnudas luces.

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO

 

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