NOCTURNOS
El amor, antídoto de la muerte
Mientras estuve enamorado, nunca pensé en la muerte. El amor, que es un arte, te aleja de las parcas. Tu mente solo se ocupa de la persona amada, de cómo se encuentra, de hacerla feliz, de mimarla, festejarla, loarla.
Cuando no amas te planteas si tiene sentido prolongar la vida, si vivir es una puta condena en la cárcel de tu cuerpo, ese amasijo de piel, huesos y carne que, sin darte cuenta, se va desmoronando.
Todo lo transforma el amor. Una simple gota de lluvia reposando en el haz de una hoja de castaño de ciudad, el trino de un jilguero o un relámpago que ilumina la noche cerrada tocan tu sensibilidad, la elevan por encima de lo zafio, de lo ordinario, de la vulgaridad.
Cuando no amas ni te aman, vives por inercia; nada te llama la atención, no lees, no disfrutas de una buena película y la música no te toca las cuerdas del alma. Levantarte al alba te molesta, buscar el lecho por la noche, rutina. No sueñas cosas bonitas. Los días se hacen anchos, se te roba el humor, disimulas tu estado de ánimo, sonríes forzado y ni tan si quiera lloras, porque no tienes ni lágrimas.
Evito el desamor escribiendo. Si no amo, busco palabras para que se relacionen entre ellas a través del lecho de la sintaxis. Los verbos quieren amar a los pronombres, los adjetivos a los nombres y las conjunciones se convierten en alcahuetas que buscan que las oraciones copulen.
Y si no existe una mujer que te haga vibrar, créate una Dulcinea, una Beatriz, una Carlota. Les escribirás epístolas eróticas y poemas cursis en primavera.
No busques el amor. Él te encontrará si anhelas vivir. Después no lo dejes marchar, si no quieres morirte con los ojos abiertos o escuchando el sístole-diástole de tu corazón. Ama. Lo demás no importa.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mientras estuve enamorado, nunca pensé en la muerte. El amor, que es un arte, te aleja de las parcas. Tu mente solo se ocupa de la persona amada, de cómo se encuentra, de hacerla feliz, de mimarla, festejarla, loarla.
Cuando no amas te planteas si tiene sentido prolongar la vida, si vivir es una puta condena en la cárcel de tu cuerpo, ese amasijo de piel, huesos y carne que, sin darte cuenta, se va desmoronando.
Todo lo transforma el amor. Una simple gota de lluvia reposando en el haz de una hoja de castaño de ciudad, el trino de un jilguero o un relámpago que ilumina la noche cerrada tocan tu sensibilidad, la elevan por encima de lo zafio, de lo ordinario, de la vulgaridad.
Cuando no amas ni te aman, vives por inercia; nada te llama la atención, no lees, no disfrutas de una buena película y la música no te toca las cuerdas del alma. Levantarte al alba te molesta, buscar el lecho por la noche, rutina. No sueñas cosas bonitas. Los días se hacen anchos, se te roba el humor, disimulas tu estado de ánimo, sonríes forzado y ni tan si quiera lloras, porque no tienes ni lágrimas.
Evito el desamor escribiendo. Si no amo, busco palabras para que se relacionen entre ellas a través del lecho de la sintaxis. Los verbos quieren amar a los pronombres, los adjetivos a los nombres y las conjunciones se convierten en alcahuetas que buscan que las oraciones copulen.
Y si no existe una mujer que te haga vibrar, créate una Dulcinea, una Beatriz, una Carlota. Les escribirás epístolas eróticas y poemas cursis en primavera.
No busques el amor. Él te encontrará si anhelas vivir. Después no lo dejes marchar, si no quieres morirte con los ojos abiertos o escuchando el sístole-diástole de tu corazón. Ama. Lo demás no importa.
Eugenio-Jesús de Ávila

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122