La mujer que destruía el amor

Entré en conocimiento de una joven mujer, pero ya muy maltratada por la vida, divorciada, niños, con un toque artístico, a la que ser feliz le dolía. Cuando parecía dichosa, buscaba algo que le causase daño. Verbigracia: se enamoró de un hombre de vuelta de todo menos del amor, con el que viajaba, dormía, copulaba.  De vez en cuando, le recordaba que, cuando tenía pareja oficial, ya se entendía con ella y mantenía una historia poderosa se sexo y pasión.  Y no le confesó que mantuviera una doble relación erótica y sexual. Y, en vez de olvidar, cada cierto tiempo, sin venir a cuento, incordiaba. Su memoria, especial, guardaba en su caja de música solo los agravios, jamás la belleza, el placer, las sonrisas, el disfrute de buenas viandas o de pinchos y cañas.

Confieso que de todas las mujeres que me acompañaron en este camino, curvo y empinado, que es la vida, dejaron momentos mágicos en mi memoria. Dulces besos, caricias líricas, cópulas apasionadas, éxtasis infinitos, sonrisas amplias y preñadas de alegría…Si hubo algo que no me gustó de esas damas, lo arroje a la zahúrda de las miserias eróticas.

Si cualquier hombre o mujer buscan destruir su relación amorosa, quebrar su pasión, odiar en vez de amar, quédense con lo feo, lo horrendo, lo malo y olvídense de lo bueno, lo hermoso, lo bello y la bondad.

Pasó por mi vida la mujer a la que le dolía la paz, el sosiego, el amor, la pasión. Prefería la gresca, la venganza, la destrucción y el agravio. Demasiado joven para amar, muy vieja para odiar y desmoronar cualquier historia de amor.

Eugenio-Jesús de Ávila