NOCTURNOS
¿A que huele el amor?
Hoy me desperté y su rostro no aparecio en mi mente. No me acordé de ella. Pero, anoche, ya de madrugada, apenas concilié el sueño porque la echaba de menos. No escuchaba su respiración, ni me acariciaba la piel de mis pectorales, tampoco me besaba en el cuello, ni me contaba sus cuitas. Me dormí queriéndola. Al amanecer, no estaba en mi vida. Tampoco me llegó por Whatsapp su “lindo día”, con el que solía despertarme cuando no me acostaba con ella. Nada. Dejó de existir y yo de pensar en ella.
Ahora, cuando la soledad estrecha su pecho sobre mi cuerpo, la recuerdo. Y confieso que la noche sin escuchar su voz huele más a muerte, que es el aroma de la nada. El amor desprende un perfume especial. No hay palabras para describirlo. No se ven en las tiendas del ramo. Pero las personas que están enamoradas exhalan fragancias que sosiegan, atraen y vibran.
Yo dejo a mi paso esencia de pasiones. Cuando amo a una mujer, se me nota. Sonrío, miro de otra manera, como si una luz saliese de mis adentros e iluminase mi sombra y mi entorno. Y me respiro para saber cómo huele el amor. Si quieres a una mujer, desde el alba a la madrugada, te impregnas de su ser, te huelen las yemas de los dedos al aroma de su cabello, la saliva te sabe a sus mejillas y las manos, al encuentro de sus muslos grabados por el tatuaje de mis labios.
Después de pasar un día entero sin amarla, ahora, antes de irme al lecho, hay una fragancia que desprende amor cerca de mi mentón. Echo de menos sus mordisquitos en la punta de mi nariz. Mañana, quizá, dejaré de quererla otra vez.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hoy me desperté y su rostro no aparecio en mi mente. No me acordé de ella. Pero, anoche, ya de madrugada, apenas concilié el sueño porque la echaba de menos. No escuchaba su respiración, ni me acariciaba la piel de mis pectorales, tampoco me besaba en el cuello, ni me contaba sus cuitas. Me dormí queriéndola. Al amanecer, no estaba en mi vida. Tampoco me llegó por Whatsapp su “lindo día”, con el que solía despertarme cuando no me acostaba con ella. Nada. Dejó de existir y yo de pensar en ella.
Ahora, cuando la soledad estrecha su pecho sobre mi cuerpo, la recuerdo. Y confieso que la noche sin escuchar su voz huele más a muerte, que es el aroma de la nada. El amor desprende un perfume especial. No hay palabras para describirlo. No se ven en las tiendas del ramo. Pero las personas que están enamoradas exhalan fragancias que sosiegan, atraen y vibran.
Yo dejo a mi paso esencia de pasiones. Cuando amo a una mujer, se me nota. Sonrío, miro de otra manera, como si una luz saliese de mis adentros e iluminase mi sombra y mi entorno. Y me respiro para saber cómo huele el amor. Si quieres a una mujer, desde el alba a la madrugada, te impregnas de su ser, te huelen las yemas de los dedos al aroma de su cabello, la saliva te sabe a sus mejillas y las manos, al encuentro de sus muslos grabados por el tatuaje de mis labios.
Después de pasar un día entero sin amarla, ahora, antes de irme al lecho, hay una fragancia que desprende amor cerca de mi mentón. Echo de menos sus mordisquitos en la punta de mi nariz. Mañana, quizá, dejaré de quererla otra vez.
Eugenio-Jesús de Ávila

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122