ARTE
La cultura de la copia
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        
Pablo Picasso decía que el arte es un robo. Y es verdad, las buenas ideas no parten de cero, siempre surgen de algo ya existente, porque nada es completamente original. Cada idea, por nueva que parezca, es una combinación y reformulación de ideas precedentes, y somos proclives a aplicar la “ley del mínimo esfuerzo”. Algo así como que imitar es más fácil que crear algo nuevo. 
 Soy consciente de que admirar es un enorme gesto de grandeza y poder inspirar o influenciar en otros para crecer, es lo máximo y se convierte en un elogio maravilloso para todos. Sin embargo, existe una delgada línea entre inspirarse, copiarse y robarse una idea, o como dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: de «imitar servilmente a un autor, a un artista, una obra o su estilo». Y no hay nada de malo en que una idea nazca en nosotros, pero crezca en otros, de hecho, a lo largo de la historia, las generaciones posteriores se han aprovechado constantemente de los conocimientos y las ideas de las generaciones anteriores, pero es beneficioso respetar a aquellos que compartieron su sabiduría y, de paso, su talento con nosotros y ayudar a continuar desarrollando otros nuevos proyectos sin quitarle el mérito que merecen quienes los gestaron y sacaron adelante con anterioridad. 
  El consejo para aquellas personas que han elegido el camino más corto; el de la imitación, es que, ahora que son jóvenes, deben hacer un esfuerzo en desarrollar una personalidad que corresponda a la de ellos mismos. Que sean y se sientan auténticos. Que no tengan que sentir la necesidad de imitaciones y copias. Deben esforzarse en dar un giro a su vida, si no están conformes. A lo mejor, creando una nueva tendencia sobre algo ya creado, con una nota de color relativamente diferente. 
El talento es único, personal e intransferible. Un arma poderosa que habla de nosotros mismos y de la forma que tenemos de plantearnos el mundo. No es algo que pueda prestarse, ni copiarse; es natural y solo pide ser potenciado para dar los mejores resultados. Ya lo dijo el músico chileno Andrés Godoy: «las ideas se roban, el talento jamás». 
Emilia Casas Fernández 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
Pablo Picasso decía que el arte es un robo. Y es verdad, las buenas ideas no parten de cero, siempre surgen de algo ya existente, porque nada es completamente original. Cada idea, por nueva que parezca, es una combinación y reformulación de ideas precedentes, y somos proclives a aplicar la “ley del mínimo esfuerzo”. Algo así como que imitar es más fácil que crear algo nuevo. 
Soy consciente de que admirar es un enorme gesto de grandeza y poder inspirar o influenciar en otros para crecer, es lo máximo y se convierte en un elogio maravilloso para todos. Sin embargo, existe una delgada línea entre inspirarse, copiarse y robarse una idea, o como dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: de «imitar servilmente a un autor, a un artista, una obra o su estilo». Y no hay nada de malo en que una idea nazca en nosotros, pero crezca en otros, de hecho, a lo largo de la historia, las generaciones posteriores se han aprovechado constantemente de los conocimientos y las ideas de las generaciones anteriores, pero es beneficioso respetar a aquellos que compartieron su sabiduría y, de paso, su talento con nosotros y ayudar a continuar desarrollando otros nuevos proyectos sin quitarle el mérito que merecen quienes los gestaron y sacaron adelante con anterioridad.
El consejo para aquellas personas que han elegido el camino más corto; el de la imitación, es que, ahora que son jóvenes, deben hacer un esfuerzo en desarrollar una personalidad que corresponda a la de ellos mismos. Que sean y se sientan auténticos. Que no tengan que sentir la necesidad de imitaciones y copias. Deben esforzarse en dar un giro a su vida, si no están conformes. A lo mejor, creando una nueva tendencia sobre algo ya creado, con una nota de color relativamente diferente.
El talento es único, personal e intransferible. Un arma poderosa que habla de nosotros mismos y de la forma que tenemos de plantearnos el mundo. No es algo que pueda prestarse, ni copiarse; es natural y solo pide ser potenciado para dar los mejores resultados. Ya lo dijo el músico chileno Andrés Godoy: «las ideas se roban, el talento jamás».
Emilia Casas Fernández



















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