PASIÓN POR ZAMORA
Zamora debería manifestarse todos los días en contra de los grandes partidos políticos
Mientras Pedro Sánchez, un burgués que admira al marxista revolucionario Largo Caballero, y Podemos, un grupo de gente joven que juega a la revolución bolchevique un siglo después en una nación industrializada, colocan en almoneda la democracia española, al transformar el delito de sedición en una especie de algarada callejera, y el Constitucional, cuando mande Conde Pumpido, conceda el referéndum de autodeterminación a Cataluña y el País Vasco, me refugio, para cambiar dolor intenso y profundo en mi alma de nardo árabe español, que escribiera Manuel Machado, por la belleza del otoño zamorano.
Noviembre, que parece el hijo tonto del año, una especie de febrero pero con más días y menos frío, pinta nuestra ciudad con todos los colores de su paleta de artista anciano. Zamora potencia su belleza en otoño, porque es ciudad arrugada, mayor, que no espera nada, ni tan si quiera una buena muerte. Zamora necesita nieblas, hojas secas sobre la tierra húmeda, que cantan cuando las pisas; árboles desnudos, que enseñan los nidos de avecillas que se fueron a lares más templados, y al río Duradero caminar despacio, sin alzar la voz, hacia la hermana nación lusa, y mantener cotilleos con los puentes, alcahuetes entre la Zamora del norte y la de la margen izquierda.
Mientras la Zamora entregada, pusilánime y apática prepara la mesa camilla, las faldillas de lana y el brasero eléctrico, hay otra Zamora, todavía joven que se rebela, que se ha cansado de esperar a que las promesas políticas se cumplan. Nos han humillado los socialistas, ya desde Felipe González, gobiernos que vaciaron de Estado a la provincia, y ahora, cuando batimos todas las marcas de despoblación galopante, consideran que vivimos mejor que los hermanos sorianos, conquenses y turolenses. Aquí no hay fiscalización diferenciada, ni vienen grandes empresas como a Valladolid, donde se construyen dos fábricas que, en conjunto, darán trabajo a unas 5.000 personas; ni un centro logístico agropecuario, como el que la Junta creará en Palencia, cuando, hace unos días, un servidor pedía en una de mis cartas un Parque Tecnológico Agrícola y Ganadero en el alfoz de la capital de la provincia.
Y se lo ocurre a Francisco José Requejo, un zamorano empresario, manifestarse para que el Gobierno que deshilacha la nación más antigua de España conceda algún privilegio a Zamora, humilde, sencilla, lánguida y en fase terminal, y sus vicarios en provincias van y cuentan que no es el momento. Zamora pasa de instantes en el tiempo. Zamora necesita atención urgente y cotidiana. Zamora quiere ser tan importante para un gobierno que se jacta de atender con ternura y mimo a los más necesitados como Valladolid o Cataluña, Valencia y el País Vasco. No tenemos mar; Pucela, tampoco. Pero estamos cerca de Oporto, Asturias, Madrid y Galicia. PP y PSOE se rieron y siguen con la carcajada con la transformación en autovía de la N-122 y se olvidan de la N-631, nacional tercermundista, con un puente oxidado, solo transitable para un vehículo. ¡Cómo que no es el momento para manifestarse en Zamora! ¡Todos los días tendríamos que manifestarnos contra los grandes partidos nacionales, por engañarnos, burlarnos, prometernos y considerarnos unos provincianos anacrónicos, paletos y analfabetos!
A Zamora nadie la tiene en cuenta para inversiones importantes. Nos dan unos milloncitos para museos, como el de Semana Santa, y poco más, y tan felices, como si con esa inversión fuera a cambiar la deriva hacia la nada de nuestra economía. Cambio ese nuevo centro museístico por un par de empresas importantes, con miles de puestos de labor para zamoranos jóvenes que no tenga que emigrar a buscarse la vida a ciudades privilegiadas por los políticos.
Que me dé el PSOE una Monte la Reina con 3.000 militares y me construya en un lustro la autovía a Portugal antes mencionada. Que la Junta, en los terrenos de La Aldehuela, cree un Parque Tecnológico, a lo Boecillo, pero Agropecuario, que ya los zamoranos, si tanto quieren a su Semana Santa, dedicarán dinero de sus ahorros para construir ese Museo. A escote, nada es caro. Una caña y un pincho de tortilla menos todos los días, y no necesitaríamos del dinero de la Junta, que también es nuestro, que no es de Mañueco, para el nuevo Museo de la Pasión.
Como me enojo muchísimo con estas miserias políticas, elijo pasear entre los árboles, escuchar los trinos de los últimos pájaros grises, ver jugar a los gorriones detrás de una miga de pan duro y escribir versos mientras piso hojas secas, muertas, como esta ciudad que ya es como un árbol desnudo, sin nada, sin nidos, sin sombra.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mientras Pedro Sánchez, un burgués que admira al marxista revolucionario Largo Caballero, y Podemos, un grupo de gente joven que juega a la revolución bolchevique un siglo después en una nación industrializada, colocan en almoneda la democracia española, al transformar el delito de sedición en una especie de algarada callejera, y el Constitucional, cuando mande Conde Pumpido, conceda el referéndum de autodeterminación a Cataluña y el País Vasco, me refugio, para cambiar dolor intenso y profundo en mi alma de nardo árabe español, que escribiera Manuel Machado, por la belleza del otoño zamorano.
Noviembre, que parece el hijo tonto del año, una especie de febrero pero con más días y menos frío, pinta nuestra ciudad con todos los colores de su paleta de artista anciano. Zamora potencia su belleza en otoño, porque es ciudad arrugada, mayor, que no espera nada, ni tan si quiera una buena muerte. Zamora necesita nieblas, hojas secas sobre la tierra húmeda, que cantan cuando las pisas; árboles desnudos, que enseñan los nidos de avecillas que se fueron a lares más templados, y al río Duradero caminar despacio, sin alzar la voz, hacia la hermana nación lusa, y mantener cotilleos con los puentes, alcahuetes entre la Zamora del norte y la de la margen izquierda.
Mientras la Zamora entregada, pusilánime y apática prepara la mesa camilla, las faldillas de lana y el brasero eléctrico, hay otra Zamora, todavía joven que se rebela, que se ha cansado de esperar a que las promesas políticas se cumplan. Nos han humillado los socialistas, ya desde Felipe González, gobiernos que vaciaron de Estado a la provincia, y ahora, cuando batimos todas las marcas de despoblación galopante, consideran que vivimos mejor que los hermanos sorianos, conquenses y turolenses. Aquí no hay fiscalización diferenciada, ni vienen grandes empresas como a Valladolid, donde se construyen dos fábricas que, en conjunto, darán trabajo a unas 5.000 personas; ni un centro logístico agropecuario, como el que la Junta creará en Palencia, cuando, hace unos días, un servidor pedía en una de mis cartas un Parque Tecnológico Agrícola y Ganadero en el alfoz de la capital de la provincia.
Y se lo ocurre a Francisco José Requejo, un zamorano empresario, manifestarse para que el Gobierno que deshilacha la nación más antigua de España conceda algún privilegio a Zamora, humilde, sencilla, lánguida y en fase terminal, y sus vicarios en provincias van y cuentan que no es el momento. Zamora pasa de instantes en el tiempo. Zamora necesita atención urgente y cotidiana. Zamora quiere ser tan importante para un gobierno que se jacta de atender con ternura y mimo a los más necesitados como Valladolid o Cataluña, Valencia y el País Vasco. No tenemos mar; Pucela, tampoco. Pero estamos cerca de Oporto, Asturias, Madrid y Galicia. PP y PSOE se rieron y siguen con la carcajada con la transformación en autovía de la N-122 y se olvidan de la N-631, nacional tercermundista, con un puente oxidado, solo transitable para un vehículo. ¡Cómo que no es el momento para manifestarse en Zamora! ¡Todos los días tendríamos que manifestarnos contra los grandes partidos nacionales, por engañarnos, burlarnos, prometernos y considerarnos unos provincianos anacrónicos, paletos y analfabetos!
A Zamora nadie la tiene en cuenta para inversiones importantes. Nos dan unos milloncitos para museos, como el de Semana Santa, y poco más, y tan felices, como si con esa inversión fuera a cambiar la deriva hacia la nada de nuestra economía. Cambio ese nuevo centro museístico por un par de empresas importantes, con miles de puestos de labor para zamoranos jóvenes que no tenga que emigrar a buscarse la vida a ciudades privilegiadas por los políticos.
Que me dé el PSOE una Monte la Reina con 3.000 militares y me construya en un lustro la autovía a Portugal antes mencionada. Que la Junta, en los terrenos de La Aldehuela, cree un Parque Tecnológico, a lo Boecillo, pero Agropecuario, que ya los zamoranos, si tanto quieren a su Semana Santa, dedicarán dinero de sus ahorros para construir ese Museo. A escote, nada es caro. Una caña y un pincho de tortilla menos todos los días, y no necesitaríamos del dinero de la Junta, que también es nuestro, que no es de Mañueco, para el nuevo Museo de la Pasión.
Como me enojo muchísimo con estas miserias políticas, elijo pasear entre los árboles, escuchar los trinos de los últimos pájaros grises, ver jugar a los gorriones detrás de una miga de pan duro y escribir versos mientras piso hojas secas, muertas, como esta ciudad que ya es como un árbol desnudo, sin nada, sin nidos, sin sombra.
Eugenio-Jesús de Ávila






















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.139