CAPA ALISTANA
Una tradición que alienta nuestro futuro
La Asociación de la Capa Parda de Aliste y Alba ha celebrado este domingo su IX reunión. En esta ocasión ha sido en Bermillo de Alba. Doscientas capas portadas por hombres, mujeres, niñas y niños se han dado cita en esta localidad, donde la pobreza alcanza la magnitud de lo bello. Capas centenarias algunas, usadas como cobijo, a la vez que como abrigo, gala, enseña, ritual, supervivencia… hasta la muerte. Todo ello en estos lugares, donde lo sublime se pisa y percibe en el transcurrir de su paseante.
Lugareños, gente de la comarca, acompañados de mirandeses para los que la “Raya” se convierte en “línea y lazo” de unión fraternal. Todos recibiendo, sin percibir ni discernir, a los que llegábamos desde la capital.
La fiesta y la celebración, que lo era, se convirtió en acto entrañable, a partes iguales con la tristeza, al nombrar a los receptores de la Capa de Honor que todos los años se entrega a quien ha destacado –o se ha hecho merecedor– de tal distinción. Y este año los designados ciertamente lo han sido: los cuatro zamoranos que fallecieron en el macro-incendio de la Sierra de la Culebra. Recibieron tal distinción en nombre de aquellos, su viuda, padre, hija, hermana… al igual que el único superviviente de aquel sinsentido, ahora ya casi restablecido. Las lágrimas de los allegados… y de todos los que los acompañábamos, no pudieron apagar, (esta vez tampoco), el dolor que compartíamos.
Fue una tradición de las que “no sirven para nada”. Pero en unas tierras –aquellas–, en una provincia –ésta–, en las que la nada es de lo poco que tenemos… la “Nada” alienta y sustenta nuestro futuro.
Gonzalo Julián
La Asociación de la Capa Parda de Aliste y Alba ha celebrado este domingo su IX reunión. En esta ocasión ha sido en Bermillo de Alba. Doscientas capas portadas por hombres, mujeres, niñas y niños se han dado cita en esta localidad, donde la pobreza alcanza la magnitud de lo bello. Capas centenarias algunas, usadas como cobijo, a la vez que como abrigo, gala, enseña, ritual, supervivencia… hasta la muerte. Todo ello en estos lugares, donde lo sublime se pisa y percibe en el transcurrir de su paseante.
Lugareños, gente de la comarca, acompañados de mirandeses para los que la “Raya” se convierte en “línea y lazo” de unión fraternal. Todos recibiendo, sin percibir ni discernir, a los que llegábamos desde la capital.
La fiesta y la celebración, que lo era, se convirtió en acto entrañable, a partes iguales con la tristeza, al nombrar a los receptores de la Capa de Honor que todos los años se entrega a quien ha destacado –o se ha hecho merecedor– de tal distinción. Y este año los designados ciertamente lo han sido: los cuatro zamoranos que fallecieron en el macro-incendio de la Sierra de la Culebra. Recibieron tal distinción en nombre de aquellos, su viuda, padre, hija, hermana… al igual que el único superviviente de aquel sinsentido, ahora ya casi restablecido. Las lágrimas de los allegados… y de todos los que los acompañábamos, no pudieron apagar, (esta vez tampoco), el dolor que compartíamos.
Fue una tradición de las que “no sirven para nada”. Pero en unas tierras –aquellas–, en una provincia –ésta–, en las que la nada es de lo poco que tenemos… la “Nada” alienta y sustenta nuestro futuro.
Gonzalo Julián



















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