NOCTURNOS
Palabras de amor
Confieso mi encanto cuando mi pareja, amante, novia me susurra: “Te amo, Eugenio”. Eso sí, ese juramento lo prefería lejos del lecho, cuando parece que todos nos volvemos locos de placer. “Un te quiero” sienta mejor, llega más adentro cuando lo aventa la boca de la mujer que amas. Verbigracia: mientras desayunas, cuando paseas, durante la visión de una película, después de hacer el amor.
Durante un año y medio mantuve una relación amorosa intensa y apasionada con una señorita. La amé mucho. Yo soy de expresión rotunda. No guardo lo que siento por una mujer cuando nos amamos. Y le dedico palabras como “te adoro”, “me encantas”, “me emocionas” o “te amo tanto que me he olvidado de mí”. Y, en esos más de 18 meses de pasión rotunda, de hedonismo elevado a la enésima potencia, de gozar, de sentir, de vibrar con ella, jamás me dijo un te amo, un te quiero. Fue una dama que hablaba con hechos. Tuvo detalles maravillosos conmigo.
Dormir a su lado, más allá del sexo, me provocó emociones que soy incapaz de definir con verbos. Me elevaba por encima de la carne, como si se me escapara un trocito de alma, levitara una miaja de mi esencia. Cierto, nunca pronunció un “te amo, Eugenio”, pero me hizo sentir muy amado. Y se fue. Y si regresara algún año de estos, convencido estoy, que tampoco pronunciaría un “te quiero, Eugenio”.
Eugenio-Jesús de Ávila
Confieso mi encanto cuando mi pareja, amante, novia me susurra: “Te amo, Eugenio”. Eso sí, ese juramento lo prefería lejos del lecho, cuando parece que todos nos volvemos locos de placer. “Un te quiero” sienta mejor, llega más adentro cuando lo aventa la boca de la mujer que amas. Verbigracia: mientras desayunas, cuando paseas, durante la visión de una película, después de hacer el amor.
Durante un año y medio mantuve una relación amorosa intensa y apasionada con una señorita. La amé mucho. Yo soy de expresión rotunda. No guardo lo que siento por una mujer cuando nos amamos. Y le dedico palabras como “te adoro”, “me encantas”, “me emocionas” o “te amo tanto que me he olvidado de mí”. Y, en esos más de 18 meses de pasión rotunda, de hedonismo elevado a la enésima potencia, de gozar, de sentir, de vibrar con ella, jamás me dijo un te amo, un te quiero. Fue una dama que hablaba con hechos. Tuvo detalles maravillosos conmigo.
Dormir a su lado, más allá del sexo, me provocó emociones que soy incapaz de definir con verbos. Me elevaba por encima de la carne, como si se me escapara un trocito de alma, levitara una miaja de mi esencia. Cierto, nunca pronunció un “te amo, Eugenio”, pero me hizo sentir muy amado. Y se fue. Y si regresara algún año de estos, convencido estoy, que tampoco pronunciaría un “te quiero, Eugenio”.
Eugenio-Jesús de Ávila


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122