Eugenio de Ávila
Domingo, 20 de Noviembre de 2022
NOCTURNOS

Amar y vivir, dos verbos que no sé conjugar

[Img #72092]Cuento esta noche un sucedido por curioso e inexplicable. Me hallaba yo en la tarea de cubrir mi cuerpo desnudo, después de hacer el amor con una señorita, ya cubierta, cuando, sin saber por qué, me confesó: “Nunca me has parecido –llevaba más de año y medio acostándose conmigo- un hombre atractivo”. Me sorprendió... para qué negarlo. No me quedó otra que responderle: “Entonces, cómo es posible que mantengas todavía relaciones sexuales conmigo e incluso duermas a mi lado noche tras noche y, en la madrugada me despiertes para satisfacerte, y mantengas conversaciones conmigo, vía WhatsApp, desde el alba hasta la cama”. Sonrió. Pero sin razonar ese aserto que definía mi imagen grotesca según su concepto estético. Decidí dejarla. Aquella mañana puse punto final a una intensa y apasionada historia de amor.

 

Nunca presumí de conquistas femeninas. No soy un Don Juan llamado Eugenio-Jesús. Mi vida erótica la conozco yo y no necesito, de momento, contarla. Quizá algún día, pero omitiendo nombres y estados civiles de esas féminas que negociaron mi vida amorosa. Porque, hasta la fecha,  ese libro encantaría a hombres y más a las damas. En algunos casos, fueron hechos inexplicables que escapan a la razón.

 

Me encanta rescribir, hablar y reflexionar sobre el amor. Después de miles de artículos, de largos periodos de meditaciones sobre el particular, todavía me faltan datos, experiencias, razones, siempre desde mi perspectiva masculina, para saber por qué nos enamoramos, por qué se termina el amor, por qué no nos atrevimos a seducir a aquella señorita que tanto nos atrajo, por qué nos humillamos ante la dama que nos trata con menos sensibilidad y por qué dedicamos menos atención a la fémina que más nos mimó, atendió y se desvivió por nosotros, varones.

 

Pienso que, como la vida es amor, y la vida carece de sentido, tampoco el amor ofrece una explicación. Amar y vivir, dos verbos que no sé conjugar.

 

 La muerte, siempre a la espera, me parece la dama más cuerda, sensata y lógica.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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