NUESTRA HISTORIA
La zamorana Fuentelarreina
Trato de imaginarme como era aquel paraje extramuros de la ciudad, a más de medio kilómetro de la Puerta de San Torcuato en tiempos medievales. Supongo que totalmente despoblado hasta muy avanzado el siglo XIX, y cuáles serían las razones para que recibiera la denominación de “Fuentelarreina” ese topónimo que hoy es un céntrico barrio zamorano.
Antes de que existiera la Estación del Ferrocarril, la Plaza de Toros y otros enclaves en torno al lugar, éste pudo ser punto de destino de excursiones campestres como puede ser el Bosque de Valorio, los Tres Arboles, Guimaré o Los Pisones. El actual Barrio de Fuentelarreina fue en el primer milenio el lecho del río Valderaduey, que discurría desde el pago de Las Llamas hacia el Barrio de Olivares, hasta que ocurrió aquel cataclismo en el siglo X que desvió el curso del río hacia la desembocadura actual en el barrio de Villagodio.
Pionero de los orígenes del Barrio de Fuentelarreina fue mi abuelo Maximino Vicente González que, a comienzos de los años veinte del pasado siglo compró unos terrenos allí y se puso a construir pequeñas casitas de adobes aledañas a una huerta que llegaba hasta la vía del ferrocarril de la línea Astorga-Plasencia.
En una de aquellas casas de adobes nací yo en el año 1930. Cuando comencé a tomar conciencia de la vida, en mi niñez, recuerdo una incipiente urbanización, sin alcantarillado ni agua corriente, montones de vigas apiladas en lo que entonces eran solares, y unas empinadas cuestas para acceder a la Carretera de la Estación o la Explanada de la Plaza de Toros.
En la ladera del terreno existente entre la Carretera de la Estación y la Explanada de la Plaza de Toros, había un manantial que surgía de entre las peñas y que nosotros entendíamos que era la Fuente de la Reina en torno a la que surgió el barrio.
Encima de aquellas peñas, de las que salía el agua conocí unos establos que llamaban la “Lechería La Montañesa”. Ni que decir tiene que la existencia de aquella estabulación de ganado vacuno sobre la ladera de la que salía el manantial, había convertido el agua en no potable, luego en un estancamiento putrefacto, hasta que, llegados los años cincuenta, desapareció la vaquería; también se extinguió el manantial oculto por las nuevas construcciones, y las rampas de acceso a la ciudad se hicieron más viables que las anteriores ”escalerillas” que los vecinos habían excavado para que los niños pudiéramos ir a la escuela o para acudir a la recientemente construida Iglesia de Lourdes que era aneja de la Parroquia de San Torcuato.
De lo que vi y viví durante mi infancia en Fuentelarreina puedo dar fe, pero me queda la duda de si ¿iría alguna vez la reina a beber agua en aquel manantial que siglos después tomó su nombre para el barrio?
Balbino Lozano
Trato de imaginarme como era aquel paraje extramuros de la ciudad, a más de medio kilómetro de la Puerta de San Torcuato en tiempos medievales. Supongo que totalmente despoblado hasta muy avanzado el siglo XIX, y cuáles serían las razones para que recibiera la denominación de “Fuentelarreina” ese topónimo que hoy es un céntrico barrio zamorano.
Antes de que existiera la Estación del Ferrocarril, la Plaza de Toros y otros enclaves en torno al lugar, éste pudo ser punto de destino de excursiones campestres como puede ser el Bosque de Valorio, los Tres Arboles, Guimaré o Los Pisones. El actual Barrio de Fuentelarreina fue en el primer milenio el lecho del río Valderaduey, que discurría desde el pago de Las Llamas hacia el Barrio de Olivares, hasta que ocurrió aquel cataclismo en el siglo X que desvió el curso del río hacia la desembocadura actual en el barrio de Villagodio.
Pionero de los orígenes del Barrio de Fuentelarreina fue mi abuelo Maximino Vicente González que, a comienzos de los años veinte del pasado siglo compró unos terrenos allí y se puso a construir pequeñas casitas de adobes aledañas a una huerta que llegaba hasta la vía del ferrocarril de la línea Astorga-Plasencia.
En una de aquellas casas de adobes nací yo en el año 1930. Cuando comencé a tomar conciencia de la vida, en mi niñez, recuerdo una incipiente urbanización, sin alcantarillado ni agua corriente, montones de vigas apiladas en lo que entonces eran solares, y unas empinadas cuestas para acceder a la Carretera de la Estación o la Explanada de la Plaza de Toros.
En la ladera del terreno existente entre la Carretera de la Estación y la Explanada de la Plaza de Toros, había un manantial que surgía de entre las peñas y que nosotros entendíamos que era la Fuente de la Reina en torno a la que surgió el barrio.
Encima de aquellas peñas, de las que salía el agua conocí unos establos que llamaban la “Lechería La Montañesa”. Ni que decir tiene que la existencia de aquella estabulación de ganado vacuno sobre la ladera de la que salía el manantial, había convertido el agua en no potable, luego en un estancamiento putrefacto, hasta que, llegados los años cincuenta, desapareció la vaquería; también se extinguió el manantial oculto por las nuevas construcciones, y las rampas de acceso a la ciudad se hicieron más viables que las anteriores ”escalerillas” que los vecinos habían excavado para que los niños pudiéramos ir a la escuela o para acudir a la recientemente construida Iglesia de Lourdes que era aneja de la Parroquia de San Torcuato.
De lo que vi y viví durante mi infancia en Fuentelarreina puedo dar fe, pero me queda la duda de si ¿iría alguna vez la reina a beber agua en aquel manantial que siglos después tomó su nombre para el barrio?
Balbino Lozano
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