APASIONADO
Zamora, entre el deseo y la realidad
Me encantaría que mis deseos sobre Zamora se hicieran realidad. Verbigracia: que Monte la Reina funcionase en un par de años; que ir a Portugal desde la capital de la provincia fuese un viaje, cómodo, sin sobresaltos, por autovía, en tres años, como mucho; que lo terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril los cediesen al Ayuntamiento para crear un polígono municipal propio en un espacio estratégico; que la Biorrefinería de Barcial encontrase un grupo empresarial dispuesto a construirla; que la Junta de Castilla y León eligiese a Zamora o a pueblos de su alfoz para fijar un Polígono Tecnológico Agropecuario antes de acabar la próxima legislatura; que empresas importantes, nacionales y multinacionales, apostasen por esta ciudad para radicarse y producir; que Zamora 10, porque no creo que Ayuntamiento y Diputación tomasen esa decisión, crease una Oficina de Captación de empresarios; que el Ministerio de Cultura decidiese restaurar todo el recinto amurallado de la Bien Cercada; que el puente recuperase sus dos magníficas torres; que la agricultura y ganadería conociesen una época de esplendor; que Santa Clara y San Torcuato y otras calles importantes de la ciudad luciesen por su importancia comercial; que todos los jóvenes encontrasen trabajos en su tierra, que el turismo cultural invadiese Zamora, que esta ciudad destacase por la coquetería de sus jardines, la belleza de sus fuentes, la limpieza de sus calles…
Me encanta soñar despierto. Permítamelo, porque dormido ya no tengo sueños bonitos, de aquellos en los que volabas como un águila o besabas a Mónica Bellucci. La gris realidad de nuestra tierra es que se despuebla aceleradamente, que los jóvenes se van, que los mayores se mueren, que los negocios se cierran, que la gente está enfadada, que los partidos nacionales nos miran de reojos para tirarnos unos mendrugos para que nos conformemos; que los zamoranos nos hemos rendido, porque la apatía se apoderó de nuestra alma colectiva; que otros políticos y partidos administrará la Junta y la nación, pero la autovía entre Zamora y la frontera lusa seguirá de realizarse; Monte la Reina no será más que un recuerdo, como lo de la FASA Renault; nuestros polígonos industriales se mostrarán semi vacíos; las murallas, profundizando en su desmoronamiento; el puente de piedra, renovada su calzada, pero sin sus añoradas torres; plazas como la Mayor y la de la Constitución mantendrán su fealdad y sobriedad; contaremos con las mismas fuentes actuales e idénticos jardines; la capital bajará de los 60.000 habitantes, cuando hace una década nos acercábamos a los 70.000; la provincia perderá otros 10.000 vecinos; aparecerán más y más locales en alquiler, piso sin vender o alquilar y se cerrarán más comercios, bares y cafeterías…
¡Cómo se me puede exigir que sea optimista con estos partidos políticos, con una sociedad moribunda, que pasa de todo; que guarda silencio mientras flagelan su futuro! ¡Vivo, o languidezco, en una ciudad y provincia que votan, por inercia, sin reflexionar, como las ovejas acuden al abrevadero, como los rumiantes pastan en el “prao” comunal!
Escribo sobre lo que percibo, veo, toco. Después pienso y analizo. Ni tan si quiera intuyo. Y no auguro buenos días para mi Zamora, que es la suya, la ciudad del alma. No soy apocalíptico, solo aplico el sentido común y la sensatez a estos textos que “vomito”. Y advierto que, si en los cuatro próximos años, políticos y gente no cambiamos nuestra mentalidad pusilánime y decimonónica, Zamora dejará de estar y ser, para convertirse en solo memoria de la historia o ucronía.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me encantaría que mis deseos sobre Zamora se hicieran realidad. Verbigracia: que Monte la Reina funcionase en un par de años; que ir a Portugal desde la capital de la provincia fuese un viaje, cómodo, sin sobresaltos, por autovía, en tres años, como mucho; que lo terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril los cediesen al Ayuntamiento para crear un polígono municipal propio en un espacio estratégico; que la Biorrefinería de Barcial encontrase un grupo empresarial dispuesto a construirla; que la Junta de Castilla y León eligiese a Zamora o a pueblos de su alfoz para fijar un Polígono Tecnológico Agropecuario antes de acabar la próxima legislatura; que empresas importantes, nacionales y multinacionales, apostasen por esta ciudad para radicarse y producir; que Zamora 10, porque no creo que Ayuntamiento y Diputación tomasen esa decisión, crease una Oficina de Captación de empresarios; que el Ministerio de Cultura decidiese restaurar todo el recinto amurallado de la Bien Cercada; que el puente recuperase sus dos magníficas torres; que la agricultura y ganadería conociesen una época de esplendor; que Santa Clara y San Torcuato y otras calles importantes de la ciudad luciesen por su importancia comercial; que todos los jóvenes encontrasen trabajos en su tierra, que el turismo cultural invadiese Zamora, que esta ciudad destacase por la coquetería de sus jardines, la belleza de sus fuentes, la limpieza de sus calles…
Me encanta soñar despierto. Permítamelo, porque dormido ya no tengo sueños bonitos, de aquellos en los que volabas como un águila o besabas a Mónica Bellucci. La gris realidad de nuestra tierra es que se despuebla aceleradamente, que los jóvenes se van, que los mayores se mueren, que los negocios se cierran, que la gente está enfadada, que los partidos nacionales nos miran de reojos para tirarnos unos mendrugos para que nos conformemos; que los zamoranos nos hemos rendido, porque la apatía se apoderó de nuestra alma colectiva; que otros políticos y partidos administrará la Junta y la nación, pero la autovía entre Zamora y la frontera lusa seguirá de realizarse; Monte la Reina no será más que un recuerdo, como lo de la FASA Renault; nuestros polígonos industriales se mostrarán semi vacíos; las murallas, profundizando en su desmoronamiento; el puente de piedra, renovada su calzada, pero sin sus añoradas torres; plazas como la Mayor y la de la Constitución mantendrán su fealdad y sobriedad; contaremos con las mismas fuentes actuales e idénticos jardines; la capital bajará de los 60.000 habitantes, cuando hace una década nos acercábamos a los 70.000; la provincia perderá otros 10.000 vecinos; aparecerán más y más locales en alquiler, piso sin vender o alquilar y se cerrarán más comercios, bares y cafeterías…
¡Cómo se me puede exigir que sea optimista con estos partidos políticos, con una sociedad moribunda, que pasa de todo; que guarda silencio mientras flagelan su futuro! ¡Vivo, o languidezco, en una ciudad y provincia que votan, por inercia, sin reflexionar, como las ovejas acuden al abrevadero, como los rumiantes pastan en el “prao” comunal!
Escribo sobre lo que percibo, veo, toco. Después pienso y analizo. Ni tan si quiera intuyo. Y no auguro buenos días para mi Zamora, que es la suya, la ciudad del alma. No soy apocalíptico, solo aplico el sentido común y la sensatez a estos textos que “vomito”. Y advierto que, si en los cuatro próximos años, políticos y gente no cambiamos nuestra mentalidad pusilánime y decimonónica, Zamora dejará de estar y ser, para convertirse en solo memoria de la historia o ucronía.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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