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Redacción
Viernes, 02 de Diciembre de 2022
HABLEMOS

Sanidad: del Clínico al caos

Carlos Domínguez

[Img #72566]   Corren tiempos en que la sanidad pública anda en boca de todos, algo que no es de extrañar. Y a propósito de la polémica, por aquí cualquier zamorano de cierta edad recordará el antiguo Clínico, que de forma encomiable se convirtió en emblema de una sanidad modesta, creación y herencia del régimen franquista, guste o no a los voceros de lo público y el extremismo democrático, o sea, comunistas y liberados ejerciendo de lo suyo. Sanidad modesta, sí, pero caracterizada por una preparación, un pundonor y un espíritu de servicio que han desaparecido en medio del desbarajuste, el desgobierno y la chapuza de la actual atención hospitalaria, incluido el engendro burocrático del hoy milagroso y milagrero Hospital Virgen de la Concha. Y zamorano, ¡que Dios además de la Virgen te pille confesado!

 

   No sería justo, porque seguramente me dejaría a más de uno en el tintero, nombrar a los dignísimos profesionales de que tengo memoria, desde el médico jefe de servicio hasta la enfermera vocacional, que en aquellos tiempos heroicos desempeñaron ejemplarmente su labor con escasos medios, suplidos gracias a una dedicación, rigor y cualificación fruto de carreras, títulos y plazas ganadas con esfuerzo y mérito, en lugar de hacerlo con miras al medro personal por el servilismo político, el compadreo sindical o la militancia partidaria. Todo aquello que nuestro Clínico representó sin seguidismos ni sectarismos ideológicos, ha degenerado de la mano de Consejería, Gerencia, Direcciones médicas y demás burocracia, en la barahúnda de una gestión funesta, de la que la anécdota es justa medida a la espera de la categoría. En fin, nada distinto al Hospital mariano de la mano de sus gestores actuales, adscritos a la tan cacareada sanidad pública, o más bien atentos a la prebenda asociada a una cómoda obediencia política. ¡Vamos!, lo de siempre: mucho despacho a puerta cerrada, y consulta ninguna.

 

   Pero a lo que iba, comenzando por la anécdota. Difícilmente en el viejo Clínico de época franquista o posfranquista, al que junto a sus profesionales algunos todavía tienen motivos para estar eternamente agradecidos, bajo gobierno y autoridad de sus Jefes de Servicio hubiera ocurrido, por poner ejemplo y anécdota, que pasillos, salitas, plantas e incluso habitaciones, acabasen convertidos en un guirigay, un auténtico escándalo de visitas vocingleras y paletas de diez de la mañana a doce de la noche, con pacientes adictos a la tele del Sálvame, aunque el compañero esté a punto de irse al otro barrio. Y difícilmente se hubiera permitido practicar con el paciente una campechanía barata, tuteando sin más al anciano desde una familiaridad artificial y a la larga cotilla. Anécdotas sin duda, como el impresentable rancho en que la patata bien puede saber a coliflor, igual que el sucedáneo de salmón recuerda vagamente la carne de algo, pollo pavo o gurriato, pues en el fondo tanto da.  

 

   Mas, por el lado de la categoría, ¿qué decir en relación al Hospital mariano y hoy democrático, ya jamás vetusto Clínico, de la desorganización, la incompetencia y la descoordinación, con equipos improvisados sobre la marcha, a base de profesionales llegados de ámbitos o países cuyos sistemas sanitarios y docentes difícilmente soportarían una mínima comparación con los estándares europeos? ¿Por qué, por qué después de tanto mir, tanto examen, tanta formación y tanto tinglado burocrático en aras de lo público, faltan médicos españoles cuando su profesión fue hasta hace bien poco una de las más prestigiadas, verdadero orgullo como meta profesional para miles de jóvenes y familias de nuestro país? Podría responder Mañueco, o quizás el Consejero de quien no se tiene la menor noticia.

 

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