SOCIEDAD
Zamora: más parados y menos futuro
Esos datos, trucados, que ofrece el Gobierno, mes tras mes, sobre el desempleo en España –duplica al de las naciones europeas- cuenta que noviembre fue un mes magnífico para los trabajadores. Vamos a dejarnos engañar. Ahora bien, en Zamora volvemos a ser la excepción. Nuestra provincia se acerca a los 10.000 parados, pese a que miles de jóvenes abandonaron sus casas para buscarse la vida allende nuestras fronteras provinciales.
Lógico que nuestra tierra siga perdiendo empleo. Aquí solo hay funcionarios, jubilados, autónomos, agricultores, que son empresarios, y unos pocos trabajadores, que perciben salario mucho más bajos que en el resto de la nación.
Convertirse en autónomo resulta una necesidad en una provincia como la nuestra. Un autónomo no deja de ser un trabajador que se contrata a sí mismo. Pero este tipo de trabajador adquiere, con el tiempo callo en el cerebro y en el alma. Paga y paga, trabaje o esté de baja, a cambio de escasos derechos.
En Zamora, muchos comerciantes son autónomos. Paseemos por las calles comerciales de la ciudad. ¿Qué apreciamos? Locales en alquiler o negocios que se traspasan. Y la gente del común, funcionarios y jubilados, ignoran que estos autónomos que regían un pequeño negocio irán al paro, pero, en su momento, para hacerse empresarios, pidieron un crédito, que fueron amortizando como pudieron, mal viviendo, tirando de la perra, haciendo una vida de emigrante en Alemania o Francia en los años 60. Ni cafés, ni cañas, ni cines, ni comidas ni cenas en restaurante, ni vacaciones en verano.
Y el autónomo clásico todos los meses tiene que abonar el alquiler al propietario, al que le importa un comino que venda cada vez menos ropa, zapatos, pan, fruta o televisiones. Lo único importante para el dueño o dueña de local consiste en percibir todos los meses el alquiler. El fisco tampoco perdona a los rentistas. No hubo descuentos ni por la pandemia ni por la crisis económica. Se mantienen todavía alquileres del boom económico. Falta de sensibilidad.
Aquí, en Zamora, los jubilados siguen viviendo como pueden con sus bajas pensiones, las más pequeñas de España; los funcionarios funcionan; los agricultores y los ganaderos invierten, como empresarios que son, en maquinaría para potenciar sus explotaciones; pero autónomos y trabajadores pagan el pato de una economía débil, decadente, más coyuntural que estructural.
La clase media zamorana se depaupera, se proletariza. Nuestra provincia se empobrece. Cuando en Zamora ya se cierran negocios de hostelería, malo. Mientras, los que trabajan se cruzan de brazos. No perciben que se anuncia un sismo social.
Y, para concluir este artículo sobre el desempleo en Zamora y su futuro, unos versos de Antonio Machado, escritos en 1915, en Baeza:
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Aquí, en nuestra empobrecida y olvidada tierra, ya no suenan yunques, solo campanas. Pero ya los jóvenes apenas van a misa ni los domingos ni en las fiestas de guardar.
Eugenio-Jesús de Ávila
Esos datos, trucados, que ofrece el Gobierno, mes tras mes, sobre el desempleo en España –duplica al de las naciones europeas- cuenta que noviembre fue un mes magnífico para los trabajadores. Vamos a dejarnos engañar. Ahora bien, en Zamora volvemos a ser la excepción. Nuestra provincia se acerca a los 10.000 parados, pese a que miles de jóvenes abandonaron sus casas para buscarse la vida allende nuestras fronteras provinciales.
Lógico que nuestra tierra siga perdiendo empleo. Aquí solo hay funcionarios, jubilados, autónomos, agricultores, que son empresarios, y unos pocos trabajadores, que perciben salario mucho más bajos que en el resto de la nación.
Convertirse en autónomo resulta una necesidad en una provincia como la nuestra. Un autónomo no deja de ser un trabajador que se contrata a sí mismo. Pero este tipo de trabajador adquiere, con el tiempo callo en el cerebro y en el alma. Paga y paga, trabaje o esté de baja, a cambio de escasos derechos.
En Zamora, muchos comerciantes son autónomos. Paseemos por las calles comerciales de la ciudad. ¿Qué apreciamos? Locales en alquiler o negocios que se traspasan. Y la gente del común, funcionarios y jubilados, ignoran que estos autónomos que regían un pequeño negocio irán al paro, pero, en su momento, para hacerse empresarios, pidieron un crédito, que fueron amortizando como pudieron, mal viviendo, tirando de la perra, haciendo una vida de emigrante en Alemania o Francia en los años 60. Ni cafés, ni cañas, ni cines, ni comidas ni cenas en restaurante, ni vacaciones en verano.
Y el autónomo clásico todos los meses tiene que abonar el alquiler al propietario, al que le importa un comino que venda cada vez menos ropa, zapatos, pan, fruta o televisiones. Lo único importante para el dueño o dueña de local consiste en percibir todos los meses el alquiler. El fisco tampoco perdona a los rentistas. No hubo descuentos ni por la pandemia ni por la crisis económica. Se mantienen todavía alquileres del boom económico. Falta de sensibilidad.
Aquí, en Zamora, los jubilados siguen viviendo como pueden con sus bajas pensiones, las más pequeñas de España; los funcionarios funcionan; los agricultores y los ganaderos invierten, como empresarios que son, en maquinaría para potenciar sus explotaciones; pero autónomos y trabajadores pagan el pato de una economía débil, decadente, más coyuntural que estructural.
La clase media zamorana se depaupera, se proletariza. Nuestra provincia se empobrece. Cuando en Zamora ya se cierran negocios de hostelería, malo. Mientras, los que trabajan se cruzan de brazos. No perciben que se anuncia un sismo social.
Y, para concluir este artículo sobre el desempleo en Zamora y su futuro, unos versos de Antonio Machado, escritos en 1915, en Baeza:
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Aquí, en nuestra empobrecida y olvidada tierra, ya no suenan yunques, solo campanas. Pero ya los jóvenes apenas van a misa ni los domingos ni en las fiestas de guardar.
Eugenio-Jesús de Ávila





























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