Nacido para amar

Si llega un momento en el  que sientas enorme incapacidad para enamorarte, que desdeñes cualquier oportunidad de conocer a una mujer, o un hombre; que te aburra la liturgia del apareo, de la seducción, quizá, sin apreciarlo, es que ya finaste. No obstante, vivirás. Y la gente te reconocerá. Debatirás con amigos y amigas. Te dedicarás a contar nubes, perseguir cometas y dibujar sombras con los colores el arco iris. Entonces te habrás convertido en muerte viva, en un expósito de sensibilidad, en un árbol sin nidos.

No recuerdo ni un solo día en el que, al alba, nada más que la primera luz del sol se colaba por mis persianas, en el que rechazase conocer a una dama, verla, hablarle y enamorarla. No concibo mi vida sin amor. No sé cómo se vive sin querer a una chica, sin que ocupe mi mente, sin convencerla de que solo me siento completo si sonríe, sueña despierta, ama y me pide más y más amor, hasta vaciarme el alma.

He nacido para amar…con todas sus consecuencias: sufrir, gozar, penar. Desde muy niño consideré que necesitaba a las mujeres, no para el placer que procurase el sexo, que también, sino para el deleite que deparan ideas e ideales, sueños y siestas, gustos y deseos, viajes y regresos, cuerpos y almas.

Pediré a las parcas que vengan a buscarme, con urgencia, cuando asuma que  amar ya solo sea un verbo que conjugue en tiempo pretérito.

Eugenio-Jesús de Ávila