NOCTURNOS
Quizá un día nos amaremos
Algún día haremos el amor, mujer, como lo demanda tu hermoso cuerpo y anhela mi mente carmesí. Merecemos alcanzar la gloria del hedonismo, esa que nos acerca a Dios, idéntica a la del místico cuando levita, cuando versifica. Cuando acontezca ese milagro, ambos pensaremos con el mismo cerebro; los dos transformaremos la cópula en un salmo al placer.
El amor necesita mezclarse en el crisol de la vida para que se fundan el néctar del deseo con el zumo del alma. Y después libarlo para que alcance la última célula de los amantes. Y un día, cuando te busques y no te halles, recordarás que tu cerebro lo ocupa la mujer que adoras, ese ser en el que ahora te alojas, panal que construiste para guardar la miel de sus labios.
Quizá ignores que yo amo para dejar de ser yo, para perderme de mí, para alejarme de mi pretérito, para abandonar mis miserias en la zahúrda del tiempo, y asirme a las lianas que me invitan a recorrer tu espíritu, donde, amándote, viviré la catarsis de mi podredumbre, la purificación de mi karma.
Y, si en este ciclo interminable me reencarno, querría ser tú para sentir cómo amo, como adoro a una diosa, como me desaparezco en ti para morirme de una sobredosis de pasión.
Nací para amarte a ti. Te persigo cabalgando en el corcel de cronos hasta que, al alba o a la postura del sol, consientas amarme en libertad, donde seso y sexo se confunden, donde tuétano y esencia se besan.
Eugenio-Jesús de Ávila
Algún día haremos el amor, mujer, como lo demanda tu hermoso cuerpo y anhela mi mente carmesí. Merecemos alcanzar la gloria del hedonismo, esa que nos acerca a Dios, idéntica a la del místico cuando levita, cuando versifica. Cuando acontezca ese milagro, ambos pensaremos con el mismo cerebro; los dos transformaremos la cópula en un salmo al placer.
El amor necesita mezclarse en el crisol de la vida para que se fundan el néctar del deseo con el zumo del alma. Y después libarlo para que alcance la última célula de los amantes. Y un día, cuando te busques y no te halles, recordarás que tu cerebro lo ocupa la mujer que adoras, ese ser en el que ahora te alojas, panal que construiste para guardar la miel de sus labios.
Quizá ignores que yo amo para dejar de ser yo, para perderme de mí, para alejarme de mi pretérito, para abandonar mis miserias en la zahúrda del tiempo, y asirme a las lianas que me invitan a recorrer tu espíritu, donde, amándote, viviré la catarsis de mi podredumbre, la purificación de mi karma.
Y, si en este ciclo interminable me reencarno, querría ser tú para sentir cómo amo, como adoro a una diosa, como me desaparezco en ti para morirme de una sobredosis de pasión.
Nací para amarte a ti. Te persigo cabalgando en el corcel de cronos hasta que, al alba o a la postura del sol, consientas amarme en libertad, donde seso y sexo se confunden, donde tuétano y esencia se besan.
Eugenio-Jesús de Ávila


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.115