HABLEMOS
¿Liderazgo de la derecha?
Carlos Domínguez
Esclarecedoras las entrevistas realizadas hace unos días a las figuras señeras del partido que aspira a liderar la derecha conservadora, igual que a expulsar del poder a un PSOE coaligado con comunistas y separatistas. Por lo que a Feijóo concierne, más allá de su habilidad para zafarse de las burdas añagazas con que se vio obligado a lidiar, lo que quedó en evidencia es que estamos ante un líder de aparato, quizá con las ideas claras en materia económica y de cuentas públicas, pero incapaz de conectar, de ilusionar y convencer mínimamente a la ciudadanía en el terreno de la batalla “cultural”. El Feijóo que llegó de Galicia con el bagaje consabido se mostró como lo que es en realidad, un hombre gris amigo de nadar y guardar la ropa, para decir con la convicción justa que revertirá, revocará y derogará unas cosas y otras no, algo que por otra parte ya hiciera quien, como líder de su formación, traicionó con singular descaro a la ciudadanía aun contando con una holgada mayoría absoluta. No merece la pena comentar el entusiasmo del dirigente popular posicionándose frente a las leyes ideológicas del actual ejecutivo, así como la coherencia por lo que respecta a la defensa de la igualdad jurídica en materia fiscal, asumiendo los dogmas confiscatorios de la izquierda por lo que toca a… los ricos y las rentas altas. Dejémoslo ahí, siquiera por conceder el beneficio de la duda una vez más al recién llegado, que efectivamente no termina de cuajar a los suspicaces ojos del electorado.
Pero más llamativa aún, por lo que representa de coherencia, fortaleza y claridad en cuanto a ideario y acción política, fue la entrevista a Díaz Ayuso, que desde la familiaridad de un tú a tú impostado, perjudicándola en su rol institucional, se mostró dispersa y excesiva en lo que se percibieron soflamas sin venir a cuento, a propósito de asuntos y penurias ya conocidos, también respecto al desencuentro con Vox en la Asamblea de Madrid, a raíz de la aprobación de los presupuestos autonómicos. No es preciso tampoco entrar en lo acertado del legalismo de la presidenta, acerca de si las enmiendas del partido de Abascal se presentaron fuera de plazo. Pudo ser a modo de chapuza, otra más, con estrategia o sin ella. Sin embargo, una Ayuso que últimamente en sus apariciones públicas parece desbordada, estuvo lejos, con independencia de una firmeza en ideas y programa que nadie le discute, de dar la imagen de una líder sólida, de un auténtico valor de futuro para la derecha conservadora, que legítimamente la tiene en ese concepto de igual manera que tiene a Feijóo por lo opuesto, es decir, a causa del arrojo de la primera frente a la medianía de quien, cada vez más, aparece como alguien dispuesto a recoger frutos y nueces sin mover una sola rama del árbol. ¿Les suena, visto lo ocurrido y padecido bajo el mandato de Rajoy? Por cierto, y en esto ambos tienen razón, de presentarse la tan manida moción de censura no pasaría de un bluf, sin la menor trascendencia a no ser perjudicar las expectativas electorales de la derecha, poniendo de manifiesto a lo largo de su tramitación desavenencias clamorosas, que hoy existen a falta de un verdadero pacto de unidad.
Esclarecedoras las entrevistas realizadas hace unos días a las figuras señeras del partido que aspira a liderar la derecha conservadora, igual que a expulsar del poder a un PSOE coaligado con comunistas y separatistas. Por lo que a Feijóo concierne, más allá de su habilidad para zafarse de las burdas añagazas con que se vio obligado a lidiar, lo que quedó en evidencia es que estamos ante un líder de aparato, quizá con las ideas claras en materia económica y de cuentas públicas, pero incapaz de conectar, de ilusionar y convencer mínimamente a la ciudadanía en el terreno de la batalla “cultural”. El Feijóo que llegó de Galicia con el bagaje consabido se mostró como lo que es en realidad, un hombre gris amigo de nadar y guardar la ropa, para decir con la convicción justa que revertirá, revocará y derogará unas cosas y otras no, algo que por otra parte ya hiciera quien, como líder de su formación, traicionó con singular descaro a la ciudadanía aun contando con una holgada mayoría absoluta. No merece la pena comentar el entusiasmo del dirigente popular posicionándose frente a las leyes ideológicas del actual ejecutivo, así como la coherencia por lo que respecta a la defensa de la igualdad jurídica en materia fiscal, asumiendo los dogmas confiscatorios de la izquierda por lo que toca a… los ricos y las rentas altas. Dejémoslo ahí, siquiera por conceder el beneficio de la duda una vez más al recién llegado, que efectivamente no termina de cuajar a los suspicaces ojos del electorado.
Pero más llamativa aún, por lo que representa de coherencia, fortaleza y claridad en cuanto a ideario y acción política, fue la entrevista a Díaz Ayuso, que desde la familiaridad de un tú a tú impostado, perjudicándola en su rol institucional, se mostró dispersa y excesiva en lo que se percibieron soflamas sin venir a cuento, a propósito de asuntos y penurias ya conocidos, también respecto al desencuentro con Vox en la Asamblea de Madrid, a raíz de la aprobación de los presupuestos autonómicos. No es preciso tampoco entrar en lo acertado del legalismo de la presidenta, acerca de si las enmiendas del partido de Abascal se presentaron fuera de plazo. Pudo ser a modo de chapuza, otra más, con estrategia o sin ella. Sin embargo, una Ayuso que últimamente en sus apariciones públicas parece desbordada, estuvo lejos, con independencia de una firmeza en ideas y programa que nadie le discute, de dar la imagen de una líder sólida, de un auténtico valor de futuro para la derecha conservadora, que legítimamente la tiene en ese concepto de igual manera que tiene a Feijóo por lo opuesto, es decir, a causa del arrojo de la primera frente a la medianía de quien, cada vez más, aparece como alguien dispuesto a recoger frutos y nueces sin mover una sola rama del árbol. ¿Les suena, visto lo ocurrido y padecido bajo el mandato de Rajoy? Por cierto, y en esto ambos tienen razón, de presentarse la tan manida moción de censura no pasaría de un bluf, sin la menor trascendencia a no ser perjudicar las expectativas electorales de la derecha, poniendo de manifiesto a lo largo de su tramitación desavenencias clamorosas, que hoy existen a falta de un verdadero pacto de unidad.




















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