NOCTURNOS
Cuando amar es recordar
Ya sé las razones por las que me quiero, aunque reconozco que he perdido cariño hacia mi persona. E ignoro por qué se me tiene que amar, estimar, loar, aplaudir. No lo entiendo. Soy, además, una persona vulgar, que ya entabló un cierta amistad con Caronte
Sí, en efecto, me faltan unos capítulos para conocerme, cómo tú, que solo sabes de mí el tipo de carne que cubre mi osamenta, el tono de mi voz, mis escritos barrocos, que emanan lágrimas por cada palabra y...poco más. Respóndeme: ¿Podrías enamorarte de un hombre del que ignoras más lecciones de las que ya has aprendido para opositar a quererme?
Te juro, puedo prometer y prometo, no lo puedo esconder, que el tiempo labró mi epidermis con surcos profundos, que los años cribaron mi alma de vanidad, orgullo, arrogancia y cierta altivez de aristócrata sin título. Soy más culto que hace 40, 30, 20, 10 años, y todos los días incorporo algún saber a mi silo de conocimientos. Mi experiencia supera mi ignorancia, si bien cierta candidez me roba perspicacia, para distinguir entre la bonhomía y la felonía.
Y, aunque mi fachada, lo que se ve, presenta algún deterioro, retengo cierto encanto e interés, incluso puedo ser aún tentación (no ofrezco manzanas, solo arte de amar) para damas inteligentes, cultas y, por qué no, hermosas.
Y como me amaron (aún soy un Tenorio con fe) mujeres muy bellas, tanto que saciaron mis deseos de hedonismo inteligente, he considerado apartarme de la seducción del sexo para preguntarle a Dios por qué creó la garrapata, el caballito de mar o el cardo borriquero. Cuando el amor es un recuerdo, la ironía ocupa tu memoria. Ahora, a mi edad, también a la tuya, mujer, amar es recordar. Verdad.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ya sé las razones por las que me quiero, aunque reconozco que he perdido cariño hacia mi persona. E ignoro por qué se me tiene que amar, estimar, loar, aplaudir. No lo entiendo. Soy, además, una persona vulgar, que ya entabló un cierta amistad con Caronte
Sí, en efecto, me faltan unos capítulos para conocerme, cómo tú, que solo sabes de mí el tipo de carne que cubre mi osamenta, el tono de mi voz, mis escritos barrocos, que emanan lágrimas por cada palabra y...poco más. Respóndeme: ¿Podrías enamorarte de un hombre del que ignoras más lecciones de las que ya has aprendido para opositar a quererme?
Te juro, puedo prometer y prometo, no lo puedo esconder, que el tiempo labró mi epidermis con surcos profundos, que los años cribaron mi alma de vanidad, orgullo, arrogancia y cierta altivez de aristócrata sin título. Soy más culto que hace 40, 30, 20, 10 años, y todos los días incorporo algún saber a mi silo de conocimientos. Mi experiencia supera mi ignorancia, si bien cierta candidez me roba perspicacia, para distinguir entre la bonhomía y la felonía.
Y, aunque mi fachada, lo que se ve, presenta algún deterioro, retengo cierto encanto e interés, incluso puedo ser aún tentación (no ofrezco manzanas, solo arte de amar) para damas inteligentes, cultas y, por qué no, hermosas.
Y como me amaron (aún soy un Tenorio con fe) mujeres muy bellas, tanto que saciaron mis deseos de hedonismo inteligente, he considerado apartarme de la seducción del sexo para preguntarle a Dios por qué creó la garrapata, el caballito de mar o el cardo borriquero. Cuando el amor es un recuerdo, la ironía ocupa tu memoria. Ahora, a mi edad, también a la tuya, mujer, amar es recordar. Verdad.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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