NUESTRA HISTORIA
Los molinos de viento de Zamora
Los primitivos procedimientos para convertir en harina el trigo y otros cereales, son tan antiguos como la propia humanidad. Partiendo de la más remota molturación a mano, que pudo hacerse frotando entre dos piedras el cereal hasta convertirlo en sémola, a través de los tiempos han ido apareciendo ingenios para elaborar la harina como producto básico para hacer el pan nuestro de cada día.
En Zamora y su provincia son típicos los molinos hidráulicos, es decir, los mecanismos accionados por la caída del agua. El molino de agua era ya conocido dos siglos antes de Cristo instalados en el curso de los ríos, en los que, mediante la construcción de aceñas se producían los saltos de agua que movían los elementos que realizaban la molienda. En nuestra capital podemos ver todavía los que fueron molinos en el Duero, en Pinilla, Cabañales y Olivares, que actualmente se conservan como monumentos histórico-artísticos.
También los molinos de viento cumplían las funciones de la molienda mediante el movimiento de sus mecanismos por la acción del viento que movía sus aspas. Los clásicos molinos de viento, que podían parecer más propios de otras regiones, también los hubo en Zamora, aunque no se conserven en la actualidad restos de aquellas edificaciones que popularizó Miguel de Cervantes en su universal obra "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha".
Encontramos alguna referencia a los molinos de viento que existieron en Zamora hasta el siglo XIX. Por ejemplo: en un libro de Actas municipales, refiriéndose al mal estado de los caminos, en abril de 1842, acordaba el Ayuntamiento que "se rellene y componga el trozo de camino que desde el arrabal de San Lázaro sigue a los Molinos de Viento, el paso de las gadañas de Valderrey, camino que desde esta ciudad va al pueblo de La Hiniesta".
Al mencionar los molinos de viento, es para mí inevitable traer a la memoria las aventuras del Quijote, con la mención de los molinos de viento. En el capítulo VIII de la inmortal obra cervantina, se dice: "En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en el campo; y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: - La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertamos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta ,o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra."
De nada sirvió al pobre Sancho tratar de convencer a su amo de que aquello no eran gigantes, sino molinos de viento y que lo que en ellos parecían brazos eran las aspas que, volteadas por el viento, hacían andar las piedras del molino.
Y diciéndole a Sancho que se quitara del medio si tenía miedo, dio espuelas a su caballo Rocinante e iba diciendo en voces altas: "Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete".
Cuando don Quijote dio una lanzada en el aspa que el viento movía con tanta fuerza, la lanza quedó hecha pedazos; caballo y caballero fueron rodando maltrechos por el campo. Aunque Sancho corrió a socorrerle, todavía don Quijote atribuía a los encantamientos del sabio Frestón que los gigantes los hubiera vuelto en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.
Balbino Lozano
Los primitivos procedimientos para convertir en harina el trigo y otros cereales, son tan antiguos como la propia humanidad. Partiendo de la más remota molturación a mano, que pudo hacerse frotando entre dos piedras el cereal hasta convertirlo en sémola, a través de los tiempos han ido apareciendo ingenios para elaborar la harina como producto básico para hacer el pan nuestro de cada día.
En Zamora y su provincia son típicos los molinos hidráulicos, es decir, los mecanismos accionados por la caída del agua. El molino de agua era ya conocido dos siglos antes de Cristo instalados en el curso de los ríos, en los que, mediante la construcción de aceñas se producían los saltos de agua que movían los elementos que realizaban la molienda. En nuestra capital podemos ver todavía los que fueron molinos en el Duero, en Pinilla, Cabañales y Olivares, que actualmente se conservan como monumentos histórico-artísticos.
También los molinos de viento cumplían las funciones de la molienda mediante el movimiento de sus mecanismos por la acción del viento que movía sus aspas. Los clásicos molinos de viento, que podían parecer más propios de otras regiones, también los hubo en Zamora, aunque no se conserven en la actualidad restos de aquellas edificaciones que popularizó Miguel de Cervantes en su universal obra "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha".
Encontramos alguna referencia a los molinos de viento que existieron en Zamora hasta el siglo XIX. Por ejemplo: en un libro de Actas municipales, refiriéndose al mal estado de los caminos, en abril de 1842, acordaba el Ayuntamiento que "se rellene y componga el trozo de camino que desde el arrabal de San Lázaro sigue a los Molinos de Viento, el paso de las gadañas de Valderrey, camino que desde esta ciudad va al pueblo de La Hiniesta".
Al mencionar los molinos de viento, es para mí inevitable traer a la memoria las aventuras del Quijote, con la mención de los molinos de viento. En el capítulo VIII de la inmortal obra cervantina, se dice: "En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en el campo; y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: - La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertamos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta ,o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra."
De nada sirvió al pobre Sancho tratar de convencer a su amo de que aquello no eran gigantes, sino molinos de viento y que lo que en ellos parecían brazos eran las aspas que, volteadas por el viento, hacían andar las piedras del molino.
Y diciéndole a Sancho que se quitara del medio si tenía miedo, dio espuelas a su caballo Rocinante e iba diciendo en voces altas: "Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete".
Cuando don Quijote dio una lanzada en el aspa que el viento movía con tanta fuerza, la lanza quedó hecha pedazos; caballo y caballero fueron rodando maltrechos por el campo. Aunque Sancho corrió a socorrerle, todavía don Quijote atribuía a los encantamientos del sabio Frestón que los gigantes los hubiera vuelto en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.
Balbino Lozano
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