ZAMORANA
Cerraron el último bar del pueblo
Faltan negocios en los pueblos; en el mío, Castronuevo de los Arcos, se ha cerrado el único bar que quedaba abierto; hubo un tiempo en que coexistían tres y se disputaban la clientela; luego construyeron un bello mesón que aún sigue al pie de la carretera, cerrado a cal y canto. Me pregunto dónde irán ahora los pocos jóvenes que siguen en el pueblo y que carecen de un lugar donde tomar una cerveza o un café mientras ven un partido de futbol o hablan de sus cosas; porque también a ellos se les ha negado la posibilidad de socializar teniendo un lugar que les sirva de solaz y encuentro.
Si un pueblo pierde el único bar que queda, ocurre algo grave en esta sociedad nuestra, considerando que España es el país con más bares y restaurantes por persona de todo el mundo: uno por cada 175 habitantes; con un total de 277.539 establecimientos gastronómicos (datos del INE). Sin embargo, Castronuevo, con una población de 228 habitantes, merecería disponer de una tasca, bar o cantina donde juntarse un rato los pocos jóvenes y algunos de los muchos viejos que aún residen en casas cerradas, transitan por calles vacías y, en ocasiones, pasan días sin hablar con nadie.
Es necesario y urgente conocer cómo se va gestando esa “España vaciada” de la que tanto hablan los políticos, la que reclaman en sus mítines electorales para luego olvidar. Es urgente poner fin a situaciones como ésta; que un negocio que da vida al pueblo cierre, significa que no disponen de otro como alternativa, sino que se restan opciones de convivencia y se condena aún más a la soledad de sus habitantes.
Las escuelas se clausuran porque no hay niños, el médico visita algún día entre semana, el cura se comparte con otros pueblos, no se sabe qué futuro espera a la panadería del pueblo, la de toda la vida, cuando el panadero se jubile, y así suma y sigue. Acecha la incertidumbre de un futuro con escasos servicios, y se materializa un presente que condena a los pueblos a languidecer hasta extinguirse porque nadie se ocupa de protegerlos.
Pienso a menudo en el puñado de jóvenes que se han quedado en Castronuevo por elección, porque vienen de familias de labradores y quieren continuar el oficio, porque aman la libertad del campo y no contemplan siquiera la opción de vivir en otra parte; o porque cuidan de los padres y de las casas que, saben de cierto, acabarán también cuando ellos falten. Pienso en ellos y me duele en el alma que no dispongan de los servicios básicos para llevar una existencia digna; tal vez ellos se conformen, no sé si porque son más sabios, o porque ya han perdido la capacidad de luchar por lo que les corresponde; por eso me permito, desde esta tribuna que me da voz, exponer un hecho constatable, para que se ponga remedio cuanto antes, para que no olvidemos.
Mª Soledad Martín Turiño
Faltan negocios en los pueblos; en el mío, Castronuevo de los Arcos, se ha cerrado el único bar que quedaba abierto; hubo un tiempo en que coexistían tres y se disputaban la clientela; luego construyeron un bello mesón que aún sigue al pie de la carretera, cerrado a cal y canto. Me pregunto dónde irán ahora los pocos jóvenes que siguen en el pueblo y que carecen de un lugar donde tomar una cerveza o un café mientras ven un partido de futbol o hablan de sus cosas; porque también a ellos se les ha negado la posibilidad de socializar teniendo un lugar que les sirva de solaz y encuentro.
Si un pueblo pierde el único bar que queda, ocurre algo grave en esta sociedad nuestra, considerando que España es el país con más bares y restaurantes por persona de todo el mundo: uno por cada 175 habitantes; con un total de 277.539 establecimientos gastronómicos (datos del INE). Sin embargo, Castronuevo, con una población de 228 habitantes, merecería disponer de una tasca, bar o cantina donde juntarse un rato los pocos jóvenes y algunos de los muchos viejos que aún residen en casas cerradas, transitan por calles vacías y, en ocasiones, pasan días sin hablar con nadie.
Es necesario y urgente conocer cómo se va gestando esa “España vaciada” de la que tanto hablan los políticos, la que reclaman en sus mítines electorales para luego olvidar. Es urgente poner fin a situaciones como ésta; que un negocio que da vida al pueblo cierre, significa que no disponen de otro como alternativa, sino que se restan opciones de convivencia y se condena aún más a la soledad de sus habitantes.
Las escuelas se clausuran porque no hay niños, el médico visita algún día entre semana, el cura se comparte con otros pueblos, no se sabe qué futuro espera a la panadería del pueblo, la de toda la vida, cuando el panadero se jubile, y así suma y sigue. Acecha la incertidumbre de un futuro con escasos servicios, y se materializa un presente que condena a los pueblos a languidecer hasta extinguirse porque nadie se ocupa de protegerlos.
Pienso a menudo en el puñado de jóvenes que se han quedado en Castronuevo por elección, porque vienen de familias de labradores y quieren continuar el oficio, porque aman la libertad del campo y no contemplan siquiera la opción de vivir en otra parte; o porque cuidan de los padres y de las casas que, saben de cierto, acabarán también cuando ellos falten. Pienso en ellos y me duele en el alma que no dispongan de los servicios básicos para llevar una existencia digna; tal vez ellos se conformen, no sé si porque son más sabios, o porque ya han perdido la capacidad de luchar por lo que les corresponde; por eso me permito, desde esta tribuna que me da voz, exponer un hecho constatable, para que se ponga remedio cuanto antes, para que no olvidemos.
Mª Soledad Martín Turiño
Jugador de mus | Viernes, 20 de Enero de 2023 a las 13:20:51 horas
Una pena; cabría preguntarse el porqué...; Los jóvenes que lo van a echar de menos no consumían? Quizá el alquiler era demasiado alto? O quizá el precio de contratar el fútbol limita los ingresos de forma sangrante? Esperemos que los dueños del local puedan alquilarlo a alguien que sea capaz de sacar rentabilidad y que los jóvenes, y no tan jóvenes, del pueblo puedan volver a disfrutar de los partidos de fútbol y de las cachuelas.
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