Redacción
Domingo, 22 de Enero de 2023
ATENEO

Reflexiones sobre la ley de la eutanasia

Alfonso J. Vázquez Vaamonde

[Img #74242]El Pleno del Tribunal Constitucional admitió a trámite el recurso de inconstitucionalidad promovido por más de cincuenta diputados del PP contra la LO de regulación de la eutanasia. Sigue aun sin resolver, pese a que su resolución, además de urgente, implica una decisión simple. Nacimos sin que nadie nos pidiera permiso. En algunos idiomas se dice “fui nacido”; es una expresión más descriptiva de la realidad. Lo habitual es querer vivir, aun en condiciones muy desagradables, pero no en todas. Cuando el desarrollo médico era menor que el actual, las enfermedades terminales solían ser breves. Hoy muchas han dejado de ser terminales y se pueden prolongar manteniéndolos en estado vegetativo, incluso por coma inducido, y aun se pretende hacerlo por hibernación. Si el interesado no está en condiciones de decidir debe decidirlo sus deudos, no el Estado que carece de esa competencia; pese a ello ha desconectado a un niño contra la voluntad de sus padres; su obligación era proteger nuestro derecho a vivir.

 

El derecho a una muerte digna se incorpora como un derecho en los países éticamente más desarrollados donde se defiende la libertad, aunque algunos quieren limitar la libertad ajena por prejuicios teocráticas malentendidos. El catecismo católico dice “Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que pueda adherirse libremente a su Creador y llegar así a la bienaventurada perfección”. La Iglesia puede decir lo que ella cree que Dios quiere que hagamos, pero no puede privarnos de la libertad de hacerlo porque él nos la ha dado porque nos quiere libres. Menos aún, fruto de ese error, cometer un fraude de ley (art. 6.4 CC) alternado la norma constitucional “todo el mundo tiene el derecho a la vida” por “todo el mundo tiene la obligación de vivir”.

 

Respetar la libertad exige ordenar su ejercicio sin obligar a su propietario; evitando el fraude de no dejarle vivir cuando deseaba seguir viviendo. Prohibir su ejercicio es una paradoja en los países que hace poco legalizaban el asesinato de los autores de ciertos delitos. Aun ahora lo cometen aplicando las inicuas leyes del lejano Oeste donde se premiaba traerlos “vivos o muerto”. Son recientes los asesinatos de Bill Laden y de Khashoggi; distintos, pero asesinatos.

 

La democracia del Estado nace del pacto de la mayoría de indefensos frente a la minoría de abusones. Muy defectuoso es la mejor protección del indefenso. El Estado dominado por el poderoso abusón apoya regímenes totalitarios donde el débil no tiene derechos sólo obligaciones. Sean de derechas, teocráticas o no, o de izquierdas; la teocráticas de ámbito extraterrenal excede la competencia geográfica del juez; este mundo. Pueden ser, además, civiles o militares y denominarse reinos o repúblicas, que ambos son monarquías. Su enemigo es la libertad. Frente a ellos los demócratas defendemos como derecho privador disponer de nuestra vida.

 

De nuestra responsabilidad sobre nuestro cuerpo nacen sanciones positivas: premios, honores, etc., o negativas: multas y sanciones que incluyen la pérdida temporal de la libertad y de la vida en países moralmente subdesarrollados. Es justo tener derecho sobre su fin. El suicidio como ejercicio de la libertad, pero protegidos de la “enajenación mental transitoria”. En ese estado el Estado tampoco nos sanciona protege nuestra libertad de su pérdida transitoria.

 

Se puede rechazar el trasplante de un órgano, una transfusión, la medicación que retrasaría una muerte inminente; eso es un suicidio a plazo. Si alguien muere días o semanas tras su pareja se lamenta que “se murió por perder de sentido seguir vivo” y lo valoramos como una muestra de amor. Pero rechazamos el testamente vital al que pide ayuda porque para el que ha “perdido sentido el seguir vivo”. Los países más desarrollados protegen la libertad y lo van legalizando. La vida es un derecho, no una obligación. En España hace poco se penaba el intento de suicidio. En caso de éxito se castigaba a la familia negándole un cementerio “sagrado”.

 

La vida es valiosa; no sólo para el que la vive. Su ausencia nos priva del trato con el suicida. La decisión de la eutanasia debe tomarse protegiendo la libertad individual al margen de los beneficios o perjuicios económicos que ello implique para su familia o el Estado. Algunos Partidos Políticos se oponen a la eutanasia, pero practican “homicidios legalizados” con listas de espera ,aun para recibir el diagnóstico, o para la operación quirúrgica. Es un acto de hipocresía.

 

Cabe esperar del nuevo TC, ya legal, que sea razonable y declare constitucional la eutanasia. A los recurrentes eso les trae sin cuidado; lo único que pretenden es el presumible deseo de perjudicar al Gobierno. A ellos siempre les traen sin cuidado las víctimas: los ciudadanos; no les importa atropellar nuestro deseo, sea el de: querer seguir viviendo o el de querer dejar de vivir. Lo que les molesta es nuestra libertad: la libertad de decidir. 

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