Gente bien y de bien

 Ambas cosas, por qué no. En este maltratado país hay gente bien y de bien, vaya y pase el matiz. Lo primero podría ser clase media alta, que por cualquier vía: fortuna, trabajo, suerte o herencia, cuenta con posibles, así se decía antaño, disfrutando de una holgada situación económica. Gente en definitiva honrada, que no delinque, no asalta y, es más, contribuye a lo público como víctima de impuestos abusivos en aras del Bienestar gestionado por una partitocracia de latisueldo institucional, fortuna de decenas o cientos de miles de euros. Vamos, que casta de izquierda ejerciendo precisamente de gente bien, por lo mucho que ingresan y prosperan. ¿O no? ¡Pero que sí, mucho y mucho!, sumada la propina del turisteo en falcon del Sánchez viajero un día sí y otro también, a expensas del erario.

En esta España nuestra hay igualmente gente de bien, aquella que en el humilde discurrir cotidiano, incluyendo trabajo y familia, ha de luchar para salir adelante, lo cual significa hacer frente no ya a una hiperinflación responsabilidad del gobierno actual, sino por añadidura a una fiscalidad de la que se beneficia el grande, indecente y despiadado Estado “democrático”, multiplicando a costa de la ciudadanía sus ingresos con el tributo más aberrante que quepa imaginar, no otro que un IVA al servicio de burocracias derrochadoras y corruptas. La gente de bien, clases activas y propietarias, no okupa, no forma bandas organizadas de ilegales especialistas en el atraco, en el robo hasta de las tapas de las alcantarillas, cuando no de la cosecha de un modesto y sufrido agricultor. Tampoco vocea ni escracha, igual que no disfruta de nóminas escandalosas y menos aún turistea de aquí para allá, en el bochornoso espectáculo que da exacta medida de lo que el socialismo nunca dejó de ser. Gente bien de cargo y latisueldo público, algo de lo que Sánchez y su aliado podemita, con Zapatero de por medio, son perfecta y virtuosa síntesis. La cuestión es: ¿hasta cuándo y cómo?