Jueves, 06 de Noviembre de 2025

Carlos Domínguez
Miércoles, 01 de Marzo de 2023
HABLEMOS

De la ocurrencia a la simpleza

Desde Zamora

   No es nuevo, pero el simpatizante y votante conservador lo tiene difícil con sus dirigentes. Abascal, cuya política mediática se pudo tomar en principio como virtud, anda ahora medio escondido y abducido por sus ocurrencias, no la menor una moción de censura disparatada, tanto por el momento como por el candidato mendigado, comunista de carné, tradición y adscripción, desde andanzas que merecerían, y nunca es tarde para el arribismo, mejor fondeadero que un partido que aspira a crecer dentro de la derecha.

 

   Pero si lo de Vox lleva camino de convertirse en teatro a medio camino entre el vodevil y el fiasco, lo del PP causa aún mayor desaliento. Casado se fue y vino de Galicia Feijóo, político de mucha gestión, saber hacer, mesura y criterio, lo cual se resume en dos palabras: aparato y aparato, sin que a nivel nacional, más allá de las naturales expectativas, se avistase otro mérito que una militancia de mucha cuerda, cargo y poltrona, ayuna no obstante de compromiso y decisión, cualidades necesarias para un político con vocación de liderazgo. Desgraciadamente, a tenor de sus debates, discursos y comparecencias, Feijóo, y ello va quizá en carácter e idiosincrasia, se está revelando una apuesta demasiado pobre, floja al margen de que la inercia de las cosas lo aúpe finalmente, como sucedió con Rajoy, al inquilinato monclovita.

 

   La imagen de Feijóo es la de alguien que vacila, incluso trompica con ideas y lenguaje, porque no se siente seguro ante la ciudadanía. A remolque de un tono que suena artificial e impostado, precisamente cuando busca salirse de una normalidad anodina, el líder popular, muy en la línea del Bonilla hoy apoltronado en su feudo andaluz, carece de empatía y atractivo para el ciudadano común. Se le votará y llegará a la presidencia del gobierno, pero por la lógica del sistema, jamás por representar un valor de confianza a los ojos de sus electores. El actual líder del PP podría pecar, no ya respecto al trato sino a su imagen pública, de estirado por lo mucho que luce de correcto. Pero, políticamente, acaso lo haga en relación a alguien que oscila entre lo simple y lo simplón, circunstancia que anuncia exactamente lo que nos espera a la vuelta de campaña y elecciones.   

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