Domingo, 21 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Lunes, 06 de Marzo de 2023
UTOPÍAS

El paraíso en la tierra

[Img #75878]El estado del Estado en España habrá que tomárselo con ironía, que siempre es preferible a enojarse, si se es persona fina, o encabronarse, si la pasión te envuelve el alma. En principio, a mí me gusta el personal que mantiene una ideología desde la cuna hasta la sepultura. No obstante, Sabater afirmó, no ha mucho tiempo, en una entrevista, que “los que presumen de pensar lo mismo que a los 18 años, en realidad no piensan… en España está muy mal visto cambiar de opinión”.

 

El gobierno mixto, tres partidos en un Consejo de Ministros (PSOE, Unidas Podemos y Yolanda Díaz, ego sindicalista), tiene querencia por el neocomunismo o el caballerismo socialista, el que anhelaba el Lenin español, Largo Caballero, marxista puro. Sucede que administra una democracia, un sistema que no le va, porque prefiere la dictadura del proletariado con lo que conlleva tal definición. Por lo tanto, invitaría a Pedro Sánchez a que ejecutara verdaderas medidas de ultra izquierda, más ahora que multinacionales huyen de la escena española, con la libertad que le concede la Unión Europea, donde no existen las fronteras económicas.

 

De tal manera, como también querían los falangistas de la República, no los acomodados al franquismo, nacionalización de todas las empresas españolas de infraestructuras, de la Banca, de las eléctricas, de la metalurgia, de las fábricas de automóviles, si bien son francesas, alemanas y norteamericanas. Añadiría, para alcanzar el pleno, las expropiaciones de las viviendas privadas, máxime si el propietario posee numerosos pisos y locales. Hasta aquí se darían los primeros pasos para alcanzar en unos años el paraíso en la tierra.

 

Tierras, ganado, bosques, regadíos, puertos nacionalizados. Los agricultores y los ganaderos pasarían a ser funcionarios rurales.

 

Avanzo en esa tarea de construcción del Estado socialcomunista: ni un solo hospital de propiedad privada, que toda la atención sanitaria se dispense en la sanidad pública. Por supuesto, acabar con la enseñanza privada y concertada y, por ende, con las universidades privadas, ni de los jesuitas, ni del Opus Dei.

 

La Justicia se administraría por magistrados en nombre del Estado, nombrados, como los fiscales y abogados, por el gobierno.

 

Y, ya de puestos, control absoluto de los medios de comunicación, al servicio, por lo tanto, del gobierno. Ni emisoras, ni periódicos, ni televisiones en manos privadas. Los periodistas pasarán a ser funcionarios.

 

No se necesitarían los sindicatos, porque los trabajadores vivirían en un Estado perfecto, donde no cabrían ni explotadores ni explotados. Tampoco habría lugar a los partidos. Solo el del pueblo, al que representará la única formación legal, el partido único. Por lo tanto, no se celebrarían elecciones, práctica habitual en la democracia burguesa, ya en su fórmula monárquica o republicana.

 

Toda religión, menos la musulmana, donde la mujer ocupa la jerarquía social, prohibidas. Expulsión de España de todas las órdenes religiosas. En estado ateo no cabrían ni la Semana Santa ni las romerías católicas, ni misas ni crucifijos, ni santos, ni misas. La cruz no podría aparecer en los cementerios, sobre las tumbas y las sepulturas. No se celebrará la Navidad, como ahora, una fiesta católica, sino el  Solsticio de Invierno; tampoco la Pasión, pero sí la Fiesta de la Primavera, y, el día de San Juan, la festividad del Solsticio de Verano. Se cambiarían los nombres de los meses, adoptando los de la Revolución Francesa. El año comenzaría el 22 de septiembre, equinoccio de otoño: Vendimiario, Brumario, Frimario (Otoño), Nivoso, Pluvioso y Ventoso (Invierno), Germinal, Floreal y Pradial (Primavera) y Mesidor, Termidor y Fructidor (verano).

 

Economía centralizada. La producción dirigida desde el gobierno del Estado. No existirán grandes diferencias en los salarios entre los directores de las empresas y los obreros. Con el tiempo, el dinero dejaría de circular.

 

Solo tres autonomías, la catalana, vasca y gallega, que no son históricos, pero da igual. E ilegalizar a los partidos independentistas, formaciones burguesas, propias del Estado capitalista, de la democracia burguesa.

 

Igualdad absoluta en el hombre y en la mujer, incluso hasta en el vestuario. Solo estudiarían carreras superiores los más dotados, mientras el resto se prepararía para oficios, esenciales para el sistema. Poco a poco, se pasaría, en principio, a trabajar solo cuatro días a la semana, y no más de seis horas. Si todo funciona, se reduciría el trabajo semanal a tres jornadas.

 

Tiendas y comercios, de cualquier sector, administrados y surtidos por el Estado. Transportes urbanos, por carreteras, ferrocarril y en avión, en manos públicas.

 

Si somos coherentes y preferimos la dictadura del proletariado a la democracia republicana burguesa, como la del 14 de abril de 1931, aprovechemos las graves circunstancias políticas, económicas, sociales que sufre la democracia de 1978, y apliquemos nuestra ideología. Se acabó la teoría, demos paso la práctica.

 

No obstante, como nos demuestra la historia, surgirán discrepancias dentro del partido único sobre ciertas medidas en el ámbito económico e ideológico. El presidente del Estado o el secretario del partido definirían cuál sería la ortodoxia política y señalaría, detendría y juzgaría a los heterodoxos. Los juicios a los reaccionarios demostrarían la culpabilidad de los reos. Pena de muerte para los que rebelasen contra el Estado y cadena perpetúa para otros conspiradores de menor importancia.

 

Cuando deje de existir todo tipo de propiedad privada, de circular el dinero, cuando no existan diferencias entre los trabajadores, ni entre hombres y mujeres, ni dioses, ni religiones, conoceremos el paraíso en la tierra.

 

Y se me olvidaba: las familias, hijos y nietos, no vivirían gracias a las pensiones de los jubilados. El Estado ejercerá de abuelo, de padre y madre y de lo que sea menester. Si bien la familia dejaría de existir a medio plazo. El matrimonio, institución eterna, desaparecería, y tampoco existiría diferencias en cuanto al sexo, ni varón ni mujer...como los ángeles.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

 

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