HABLEMOS
Santones con fecha de caducidad
Desde Zamora
A propósito de la repesca del octogenario Ramón Tamames, convertido de buenas a primeras en nuevo Cicerón frente al malvado Sánchez/Catilina, lo cual ya tiene su aquel, cualquiera que haya vivido y conocido la trayectoria de nuestra nada edificante clase política no puede menos de sonreír, ante el panegírico con que de tiempo en tiempo se loa a ciertos personajes cuya obra deja mucho que desear, por el lado del chaqueteo y el oportunismo, cuando no por el de una simple y llana corrupción.
No es necesario entrar en la calidad personal de quienes tuvieron especial relevancia en momentos cruciales de la transición, maniobra encomiable por lo que allegó de espíritu de concordia, en el intento de cerrar las heridas de nuestra gran tragedia contemporánea, no otra que la Guerra civil. Que Sánchez con su claque podemita se decante por un revanchismo con que pasar a la historia aprovechando nuevamente el teatrillo de Cuelgamuros, es asunto distinto. Al margen de un PSOE y una izquierda en situación de honda crisis política, hay figuras que merecen reconocimiento por lo que, desde posiciones sinceras, coadyuvaron a la reconciliación como gran logro de la sociedad española, arrojado hoy al vertedero por el tándem Zapatero/Sánchez, responsable de un revisionismo que, aun en lo que tiene de bambalina y demagogia, ya veremos como acaba.
Sin embargo, algunas de tales figuras, en su mayor parte desaparecidas, nunca dejaron de ser lo que fueron, es decir, socialistas y comunistas convencidos o sindicalistas de lo mismo, militando en fuerzas políticas o laborales que representaron entonces, igual que ahora, las ideologías más funestas del mundo contemporáneo, acompañadas de su execrable herencia. Por ello, visto lo visto, dejémoslo ahí rindiendo homenaje como haría todo español de bien a lo que aportaron en su día Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, en aras de una sociedad sin ánimo de revancha. Lo cual no implica que la derecha conservadora se deshaga en halagos hacia quienes, desde una militancia e ideología acreditadas, encarnaron la antítesis de los valores del liberalismo y el Estado de derecho. En fin, que una vez más los complejos habituales, incluido el Vox de la novedad octogenaria. Y ya de puestos, ¿Leguina para cuándo y cómo?
A propósito de la repesca del octogenario Ramón Tamames, convertido de buenas a primeras en nuevo Cicerón frente al malvado Sánchez/Catilina, lo cual ya tiene su aquel, cualquiera que haya vivido y conocido la trayectoria de nuestra nada edificante clase política no puede menos de sonreír, ante el panegírico con que de tiempo en tiempo se loa a ciertos personajes cuya obra deja mucho que desear, por el lado del chaqueteo y el oportunismo, cuando no por el de una simple y llana corrupción.
No es necesario entrar en la calidad personal de quienes tuvieron especial relevancia en momentos cruciales de la transición, maniobra encomiable por lo que allegó de espíritu de concordia, en el intento de cerrar las heridas de nuestra gran tragedia contemporánea, no otra que la Guerra civil. Que Sánchez con su claque podemita se decante por un revanchismo con que pasar a la historia aprovechando nuevamente el teatrillo de Cuelgamuros, es asunto distinto. Al margen de un PSOE y una izquierda en situación de honda crisis política, hay figuras que merecen reconocimiento por lo que, desde posiciones sinceras, coadyuvaron a la reconciliación como gran logro de la sociedad española, arrojado hoy al vertedero por el tándem Zapatero/Sánchez, responsable de un revisionismo que, aun en lo que tiene de bambalina y demagogia, ya veremos como acaba.
Sin embargo, algunas de tales figuras, en su mayor parte desaparecidas, nunca dejaron de ser lo que fueron, es decir, socialistas y comunistas convencidos o sindicalistas de lo mismo, militando en fuerzas políticas o laborales que representaron entonces, igual que ahora, las ideologías más funestas del mundo contemporáneo, acompañadas de su execrable herencia. Por ello, visto lo visto, dejémoslo ahí rindiendo homenaje como haría todo español de bien a lo que aportaron en su día Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, en aras de una sociedad sin ánimo de revancha. Lo cual no implica que la derecha conservadora se deshaga en halagos hacia quienes, desde una militancia e ideología acreditadas, encarnaron la antítesis de los valores del liberalismo y el Estado de derecho. En fin, que una vez más los complejos habituales, incluido el Vox de la novedad octogenaria. Y ya de puestos, ¿Leguina para cuándo y cómo?
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