ZAMORANA
Imagen en sepia
Mª Soledad Martín Turiño
![[Img #77978]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2023/7189_6596_soledad-1.jpg)
Retazos de vida, fotografías de ayer, de un tiempo pretérito que se asoma con curiosidad al objetivo para dejar constancia de su paso. Hombres y mujeres riendo que parecen disfrutar de una merienda en el campo; ellas tocadas con sombreros de paja anudados con pañuelos de colores para protegerse de la ferocidad del sol, y ellos con la boina calada; todos son jóvenes y sonríen, parecen estar felices y se han situado ante la cámara en semicírculo, posando relajados, sin un atisbo de envaramiento; tras el grupo se ve un trillo, a un lado un montón de grano y al otro los restos del aventado.
Se diría que han hecho un alto en el camino y han regalado su sonrisa a ese fotógrafo itinerante que pasaba de pueblo en pueblo para perpetuar acontecimientos únicos: la primera comunión, la primera misa cantada del nuevo sacerdote… y, en ocasiones, una estampa rural como ésta por la que ¡tal vez! se interesara algún nostálgico en la redacción de la capital.
La instantánea apareció registrando un viejo baúl de una casa familiar semiarruinada, como tantas que configuran la faz de cualquier pueblo zamorano; la distinguí en un rincón del arca, entre vestidos viejos, objetos inservibles y pertenencias varias de alguien para quien una vez fueron importantes. Esa fotografía en sepia llamó mi atención y permanecí unos minutos escudriñándola como si pudiera desentrañar el velo oculto que la protegía del tiempo. Cuando miré el reverso, entre unas palabras que eran casi un garabato traduje: “la primera vez que te vi”; entonces volví a contemplar la imagen y fue cuando descubrí que uno de los hombres observaba fijamente a una muchacha que le devolvía la mirada con sonrisa tímida.
Aquel papel arrugado, marchitado por el tiempo, fue testigo de una historia de amor que ocurrió una vez ¡quién sabe cuándo!. Intenté averiguar quiénes eran los protagonistas de aquel grupo, pero en el pueblo apenas quedaba gente y los ancianos con los que contacté no pudieron darme ninguna pista, así que desistí de continuar con mis indagaciones, prefiriendo imaginar que aquellos jóvenes una vez fueran felices.
Desconozco el motivo, pero desde el día que encontré el retrato, lo llevo siempre conmigo; puede que sea mi natural inclinación por el romanticismo que emana de esa imagen, o una forma de conectar con una historia pasada… lo cierto es que, encuentro una inusitada paz al contemplarlo.
![[Img #77978]](https://eldiadezamora.es/upload/images/05_2023/7189_6596_soledad-1.jpg)
Retazos de vida, fotografías de ayer, de un tiempo pretérito que se asoma con curiosidad al objetivo para dejar constancia de su paso. Hombres y mujeres riendo que parecen disfrutar de una merienda en el campo; ellas tocadas con sombreros de paja anudados con pañuelos de colores para protegerse de la ferocidad del sol, y ellos con la boina calada; todos son jóvenes y sonríen, parecen estar felices y se han situado ante la cámara en semicírculo, posando relajados, sin un atisbo de envaramiento; tras el grupo se ve un trillo, a un lado un montón de grano y al otro los restos del aventado.
Se diría que han hecho un alto en el camino y han regalado su sonrisa a ese fotógrafo itinerante que pasaba de pueblo en pueblo para perpetuar acontecimientos únicos: la primera comunión, la primera misa cantada del nuevo sacerdote… y, en ocasiones, una estampa rural como ésta por la que ¡tal vez! se interesara algún nostálgico en la redacción de la capital.
La instantánea apareció registrando un viejo baúl de una casa familiar semiarruinada, como tantas que configuran la faz de cualquier pueblo zamorano; la distinguí en un rincón del arca, entre vestidos viejos, objetos inservibles y pertenencias varias de alguien para quien una vez fueron importantes. Esa fotografía en sepia llamó mi atención y permanecí unos minutos escudriñándola como si pudiera desentrañar el velo oculto que la protegía del tiempo. Cuando miré el reverso, entre unas palabras que eran casi un garabato traduje: “la primera vez que te vi”; entonces volví a contemplar la imagen y fue cuando descubrí que uno de los hombres observaba fijamente a una muchacha que le devolvía la mirada con sonrisa tímida.
Aquel papel arrugado, marchitado por el tiempo, fue testigo de una historia de amor que ocurrió una vez ¡quién sabe cuándo!. Intenté averiguar quiénes eran los protagonistas de aquel grupo, pero en el pueblo apenas quedaba gente y los ancianos con los que contacté no pudieron darme ninguna pista, así que desistí de continuar con mis indagaciones, prefiriendo imaginar que aquellos jóvenes una vez fueran felices.
Desconozco el motivo, pero desde el día que encontré el retrato, lo llevo siempre conmigo; puede que sea mi natural inclinación por el romanticismo que emana de esa imagen, o una forma de conectar con una historia pasada… lo cierto es que, encuentro una inusitada paz al contemplarlo.



















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