Sábado, 27 de Diciembre de 2025

Redacción
Viernes, 05 de Mayo de 2023
ZAMORANA

Una respuesta inesperada

Mº Soledad Martín Turiño

[Img #77998]En la entrevista le hicieron tantas preguntas que ya ni se acordaba de las contestaciones que había dado; sin embargo, una de ellas le causó sorpresa, no por la cuestión en sí, sino por la rapidez en su respuesta, no premeditada y nunca pensada con anterioridad.

 

La pregunta fue: “Si creyera en la reencarnación, ¿en qué animal se reencarnaría?”

 

A lo que respondió sin pestañear: “En una cigüeña”.

 

Y al pedirle que expusiera el motivo de haber elegido ese animal, respondió:

 

 “Así podría vivir en lo alto del campanario y otear desde su cima todo el pueblo extendido bajo mi vista; descendería en picado hasta el río para coger el alimento y jugaría con el viento para ejercitar el vuelo a mi antojo, planeando alto o bajo, posándome en los campos, viajando a los pueblos cercanos, escondiéndome entre los matorrales o encima de la chimenea de la casa grande, que está deshabitada desde hace mucho tiempo y es perfecta para curiosear lo que ocurre en las calles.

 

Al ser una cigüeña, no correría peligro y los cazadores jamás me tendrían en la mira de sus escopetas, porque a las cigüeñas se las quiere, son una especie de animal de compañía colectivo y a la gente les gusta escuchar su crotoreo al entrechocar las mandíbulas, o ver como se forman parejas que habitan en zonas altas para formar el nidal del que sobresalen las peladas cabezas de los cigoñinos.

 

Además, la cigüeña es un ave con porte, de gran tamaño, elegante, con patas y cuello largo que la estilizan, un plumaje espeso en blanco y negro, y un largo pico rojo a juego con las patas, que le confieren un aspecto distinguido. Sí, creo que la cigüeña resume todo aquello que me gustaría ser si tuviera la oportunidad de vivir una segunda vida y convertirme en alguien diferente a quien soy. Tomando su forma, sería etérea, volaría libre, no tendría límites y sin el peaje de tomar transporte alguno, podría viajar a otros lugares, elevarme hasta ver las nubes de cerca, y utilizaría la pareidolia para jugar con las formas algodonosas que me sugieren rostros y figuras.

 

Si me convirtiera en cigüeña, carecería de los males humanos que tanto dañan: la envidia, la frustración, la mentira, el dolor… y, cuando llegara el momento, una buena muerte terminaría con mis años para formar parte de otra dimensión, de manera natural, sin clamuras ni exageraciones. En lo alto del campanario, otras ocuparían mi lugar y llenarían el pueblo con su compañía al tiempo que me iba elevando alto, muy alto, hasta desaparecer y fundirme con el firmamento”.

 

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