HABLEMOS
Hoy no hablaremos de política
Desde Zamora
De coincidir, quizá lo hagamos cualquier día. Después del empacho que produce la campaña, la demagogia, el mitin con discursito derrochón de la casta política, ¡ya empezamos!, no hay porqué abundar en tal ingesta fast food, pitanza democrática que algunos se empeñan en hacer pasar por fiesta, banquete y loa, cuando en realidad no pasa de, ludibrio, juerga y atracón en beneficio siempre de los mismos. Vaya, ¡que sí, que ya empezamos!
Podría pensarse que, aun no mereciéndolo la política y menos la partitocracia, acaso sí lo hiciera el aquelarre futbolero de Mestalla, protagonizado por irresponsables, unos y otros, en demérito de una España acomplejada y tildada poco menos que de esclavista por el Lula del Brasil ejemplar en la integración tan blanca como aseada de las clásicas favelas, por no ir al trato amable y respetuoso con las tribus indígenas de la sobada Amazonía.
No, en estas jornadas de reflexión, majadería llamada a disimular la carencia en espíritu cívico de una sociedad atrasada y paleta, aquella de una plebécula y una comicastra herederas de la cultureta democrática del cine español, póngase el franquista de Ozores o el progresista de la transición, de lo que debería hablarse es de la decadencia, de la podredumbre de un país que, pese a tanto, tantísimo Bienestar adornado con la guinda de las urnas, asiste cada dos por tres a la inmensa tragedia de unas chiquillas que, sin haber paladeado siquiera las mieles ciertamente amargas de la vida, deciden acabar con la suya arrojándose al vacío por una ventana o terraza del propio hogar.
Escuela, enseñanza, profesorado de ratio, pedagogía, diversidad orientación… y mucha, muchísima democracia en aulas y colegios con presupuesto infinito, al parecer no bastan a la hora de evitar semejantes dramas, afectando como afectan a quienes se hallan adornados por la inocencia de la edad. Bullin, bulla, bullon o el maldito anglicismo que cuadre, son eufemismos que en medio del sarao electoral enmascaran la crisis de un mundo y una sociedad ajenos a la verdadera humanidad, patrimonio de tiempos en que nuestros humildes antepasados, pese a vivir desgracias inmensas, y no conviene memoriar pese al empeño de auténticos infames, nunca tuvieron que asistir a lo que va camino de convertirse en aberración y desnaturalización respecto a la esencia de lo humano. Pues niños y chiquillos, igualmente el nasciturus en el vientre materno, son por aquí, con urnas o sin ellas, los únicos libres de memoria y culpa.
Si nos dejan y se tercia, después de las elecciones hablaremos de política. También de las jaranas pedagógicas que se montan por ideología y propaganda en esta Zamora desnortada si no absolutamente perdida, coincidiendo con índices y escándalo de la mal llamada comprensión lectora.
De coincidir, quizá lo hagamos cualquier día. Después del empacho que produce la campaña, la demagogia, el mitin con discursito derrochón de la casta política, ¡ya empezamos!, no hay porqué abundar en tal ingesta fast food, pitanza democrática que algunos se empeñan en hacer pasar por fiesta, banquete y loa, cuando en realidad no pasa de, ludibrio, juerga y atracón en beneficio siempre de los mismos. Vaya, ¡que sí, que ya empezamos!
Podría pensarse que, aun no mereciéndolo la política y menos la partitocracia, acaso sí lo hiciera el aquelarre futbolero de Mestalla, protagonizado por irresponsables, unos y otros, en demérito de una España acomplejada y tildada poco menos que de esclavista por el Lula del Brasil ejemplar en la integración tan blanca como aseada de las clásicas favelas, por no ir al trato amable y respetuoso con las tribus indígenas de la sobada Amazonía.
No, en estas jornadas de reflexión, majadería llamada a disimular la carencia en espíritu cívico de una sociedad atrasada y paleta, aquella de una plebécula y una comicastra herederas de la cultureta democrática del cine español, póngase el franquista de Ozores o el progresista de la transición, de lo que debería hablarse es de la decadencia, de la podredumbre de un país que, pese a tanto, tantísimo Bienestar adornado con la guinda de las urnas, asiste cada dos por tres a la inmensa tragedia de unas chiquillas que, sin haber paladeado siquiera las mieles ciertamente amargas de la vida, deciden acabar con la suya arrojándose al vacío por una ventana o terraza del propio hogar.
Escuela, enseñanza, profesorado de ratio, pedagogía, diversidad orientación… y mucha, muchísima democracia en aulas y colegios con presupuesto infinito, al parecer no bastan a la hora de evitar semejantes dramas, afectando como afectan a quienes se hallan adornados por la inocencia de la edad. Bullin, bulla, bullon o el maldito anglicismo que cuadre, son eufemismos que en medio del sarao electoral enmascaran la crisis de un mundo y una sociedad ajenos a la verdadera humanidad, patrimonio de tiempos en que nuestros humildes antepasados, pese a vivir desgracias inmensas, y no conviene memoriar pese al empeño de auténticos infames, nunca tuvieron que asistir a lo que va camino de convertirse en aberración y desnaturalización respecto a la esencia de lo humano. Pues niños y chiquillos, igualmente el nasciturus en el vientre materno, son por aquí, con urnas o sin ellas, los únicos libres de memoria y culpa.
Si nos dejan y se tercia, después de las elecciones hablaremos de política. También de las jaranas pedagógicas que se montan por ideología y propaganda en esta Zamora desnortada si no absolutamente perdida, coincidiendo con índices y escándalo de la mal llamada comprensión lectora.



















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