EL BECARIO TARDIO
Guarido y Jesús de la Calle
Esteban Pedrosa
La primera vez que vi y crucé una palabra con Guarido, fue en el instituto Claudio Moyano, donde un día cursé estudios hasta cuarto de bachillerato -según los planes de enseñanza de aquellos años- y al que volvía después de unos cuantos años fuera de la ciudad, como buen zamorano que se precie y tiene que emigrar en busca de un plato de potaje.
No recuerdo si, entonces, Guarido era ya concejal, pero lo cierto es que ejercía como conserje del instituto y yo había sido citado allí por un amigo de mi padre, del que yo apenas conocía nada en aquellos años, aunque pronto sabría que era uno de los protagonistas de la escena zamorana: Jesús de la Calle, fotógrafo de profesión.
Resulta que Jesús impartía clases en el instituto -de forma desinteresada- sobre el arte de Richard Avedon, al que se había apuntado un buen número de alumnos y solicitó mi ayuda por aquello de echarle una mano. Todo el peso lo llevaba él y yo era, prácticamente, un oyente, aunque con la misión de evaluar los trabajos de las alumnas, pertenecientes a un género con el que él no se llevaba bien, tal vez por su condición de inclusero, una etapa de su vida que nunca pudo superar.
Un día le hice una entrevista para El Día de Zamora y en ella me habló de aquellos años difíciles en el hospicio, como me habló de sus años de emigrante en Alemania y el momento en el que tuvo por primera una cámara fotográfica en sus manos y aquello cambió su vida…
Cuando murió, quise hacerle un homenaje y encontré tanta oposición que desistí enseguida, más que nada por no crear más cisma en torno a su figura, la de un hombre superado por las circunstancias, que habló -muchas veces- sin freno.
Por otra parte, alguien se estará preguntando por qué nombro a Guarido en el titular si apenas hablo de él, pero espero, con ello, atraer más lectores a esta columna con su solo nombre, toda una marca publicitaria. (Ya saben, publicidad encubierta).
La primera vez que vi y crucé una palabra con Guarido, fue en el instituto Claudio Moyano, donde un día cursé estudios hasta cuarto de bachillerato -según los planes de enseñanza de aquellos años- y al que volvía después de unos cuantos años fuera de la ciudad, como buen zamorano que se precie y tiene que emigrar en busca de un plato de potaje.
No recuerdo si, entonces, Guarido era ya concejal, pero lo cierto es que ejercía como conserje del instituto y yo había sido citado allí por un amigo de mi padre, del que yo apenas conocía nada en aquellos años, aunque pronto sabría que era uno de los protagonistas de la escena zamorana: Jesús de la Calle, fotógrafo de profesión.
Resulta que Jesús impartía clases en el instituto -de forma desinteresada- sobre el arte de Richard Avedon, al que se había apuntado un buen número de alumnos y solicitó mi ayuda por aquello de echarle una mano. Todo el peso lo llevaba él y yo era, prácticamente, un oyente, aunque con la misión de evaluar los trabajos de las alumnas, pertenecientes a un género con el que él no se llevaba bien, tal vez por su condición de inclusero, una etapa de su vida que nunca pudo superar.
Un día le hice una entrevista para El Día de Zamora y en ella me habló de aquellos años difíciles en el hospicio, como me habló de sus años de emigrante en Alemania y el momento en el que tuvo por primera una cámara fotográfica en sus manos y aquello cambió su vida…
Cuando murió, quise hacerle un homenaje y encontré tanta oposición que desistí enseguida, más que nada por no crear más cisma en torno a su figura, la de un hombre superado por las circunstancias, que habló -muchas veces- sin freno.
Por otra parte, alguien se estará preguntando por qué nombro a Guarido en el titular si apenas hablo de él, pero espero, con ello, atraer más lectores a esta columna con su solo nombre, toda una marca publicitaria. (Ya saben, publicidad encubierta).




















Laura Rivera | Sábado, 24 de Junio de 2023 a las 09:30:04 horas
Pues los dos tenían relación con Viñuela de Sayago y se conocían.
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