ZAMORANA
Este cálido verano
Mº Soledad Martín Turiño
Este verano es diferente a otros, aunque tiene puntos en común: el sofocante calor que no da tregua día ni noche, las noticias frívolas de la prensa amarilla para calmar la canícula a pie de playa, las rebajas que no dejan de ser un estímulo para gastar los cuartos porque “nosotros lo valemos”, las terrazas que bullen de gente cuando se pone el sol y ofrecen la posibilidad de socializar hasta altas horas de la madrugada, porque para eso es verano y muchos están de vacaciones; la música veraniega, los recitales en grandes espacios abiertos… y un amplio catálogo de atractivos turísticos y culturales para autóctonos y foráneos que se celebran en muchas ciudades españolas.
Sin embargo, permítaseme la nostalgia, en este año echo de menos la típica canción del verano que antes lideraba el genuino Georgie Dann y sonaba recurrente a todas horas, o el primer baño playero de la inefable Ana Obregón, actos ambos que constituían el pistoletazo de salida oficial del estío. No obstante, este año es diferente; nos han cortado las vacaciones con la peregrina idea del presidente Sánchez de convocar elecciones generales; estamos ya en precampaña y a todas horas nos bombardean los candidatos con sus puyas, sus ideas novedosas o sus múltiples apariciones públicas. En medio de todo están, como siempre, los ciudadanos que han de restringir sus viajes, transportes y estancias porque todo se ha encarecido notablemente.
La paradoja es que, contando con 2.739.110 de personas en paro (datos del mes de mayo), no se encuentren camareros y profesionales de la hostelería, cuyos dueños se ven obligados a doblar turnos e incluso cerrar parcialmente sus negocios durante algunas horas del día porque no dan abasto; y yo, que tengo la mala costumbre de pensar más de lo que sería prudente, me pregunto cómo puede ser que no se tire de esos parados para emplearlos en trabajos que demandan personal en este campo de la hostelería y el turismo, que siempre ha sido un puntal clave de nuestra economía.
A este respecto, comentan algunos que la gente no quiere trabajar en esta profesión porque implica muchas horas, está mal pagada, y es un trabajo muy esclavo. Al escucharlo, casi sin querer, echo la vista y el pensamiento atrás, cuando la generación anterior se veía obligada a enlazar dos o tres trabajos para ganar dinero y pagar hipotecas, colegios y recibos; y lo vivían con naturalidad, esfuerzo y arrestos. De vacaciones ni hablo, porque en aquella época eran muy pocos los que se permitían ese lujo; y me estoy refiriendo a personas cercanas, como nuestros padres o abuelos, que nunca se cuestionaron si echaban muchas horas, o si el trabajo era duro, que lo era. Claro que esos hombres eran unos pobres parias, sobrados de dignidad, a los que ningún gobierno autoproclamado progresista, les había tapado la boca con una limosnera paguita.
Este verano es diferente a otros, aunque tiene puntos en común: el sofocante calor que no da tregua día ni noche, las noticias frívolas de la prensa amarilla para calmar la canícula a pie de playa, las rebajas que no dejan de ser un estímulo para gastar los cuartos porque “nosotros lo valemos”, las terrazas que bullen de gente cuando se pone el sol y ofrecen la posibilidad de socializar hasta altas horas de la madrugada, porque para eso es verano y muchos están de vacaciones; la música veraniega, los recitales en grandes espacios abiertos… y un amplio catálogo de atractivos turísticos y culturales para autóctonos y foráneos que se celebran en muchas ciudades españolas.
Sin embargo, permítaseme la nostalgia, en este año echo de menos la típica canción del verano que antes lideraba el genuino Georgie Dann y sonaba recurrente a todas horas, o el primer baño playero de la inefable Ana Obregón, actos ambos que constituían el pistoletazo de salida oficial del estío. No obstante, este año es diferente; nos han cortado las vacaciones con la peregrina idea del presidente Sánchez de convocar elecciones generales; estamos ya en precampaña y a todas horas nos bombardean los candidatos con sus puyas, sus ideas novedosas o sus múltiples apariciones públicas. En medio de todo están, como siempre, los ciudadanos que han de restringir sus viajes, transportes y estancias porque todo se ha encarecido notablemente.
La paradoja es que, contando con 2.739.110 de personas en paro (datos del mes de mayo), no se encuentren camareros y profesionales de la hostelería, cuyos dueños se ven obligados a doblar turnos e incluso cerrar parcialmente sus negocios durante algunas horas del día porque no dan abasto; y yo, que tengo la mala costumbre de pensar más de lo que sería prudente, me pregunto cómo puede ser que no se tire de esos parados para emplearlos en trabajos que demandan personal en este campo de la hostelería y el turismo, que siempre ha sido un puntal clave de nuestra economía.
A este respecto, comentan algunos que la gente no quiere trabajar en esta profesión porque implica muchas horas, está mal pagada, y es un trabajo muy esclavo. Al escucharlo, casi sin querer, echo la vista y el pensamiento atrás, cuando la generación anterior se veía obligada a enlazar dos o tres trabajos para ganar dinero y pagar hipotecas, colegios y recibos; y lo vivían con naturalidad, esfuerzo y arrestos. De vacaciones ni hablo, porque en aquella época eran muy pocos los que se permitían ese lujo; y me estoy refiriendo a personas cercanas, como nuestros padres o abuelos, que nunca se cuestionaron si echaban muchas horas, o si el trabajo era duro, que lo era. Claro que esos hombres eran unos pobres parias, sobrados de dignidad, a los que ningún gobierno autoproclamado progresista, les había tapado la boca con una limosnera paguita.




















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