HABLEMOS
"Hundimiento"
Desde Zamora
Arde París y arde Francia. Quizá resulte impertinente en términos de corrección política, pero lo cierto es que, salvando las distancias, a cualquiera le viene a la memoria la parodia fílmica, histórica y política que hace unos años quiso narrar el declive del régimen nacional socialista alemán.
¿Qué se hunde hoy respecto al tantas veces poco amigable colega ultrapirenaico? Se hunde el aciago mito de una grandeur que, mediando el primer gran sátrapa contemporáneo, puso a sangre y fuego el continente bajo lema de la Revolución orquestada por los padres del totalitarismo contemporáneo. Convención, Montaña y Comité de Salud Pública, cual múltiple engendro aderezado con el almíbar ideológico de una falaz Declaración de Derechos… del Hombre y del Ciudadano.
A raíz de lo sucedido, se hunde también el modelo estatista y jacobino tirando a gaullista bajo disfraz liberal, que pasó siempre por el delirio imperial: I y II, de una potencia mutada desde su irreversible decadencia a siervo de oportunidad de la extinta URSS, en el aspecto estratégico, geopolítico y naturalmente cultural. Marxismo sans phrase, con Sartre, Althusser, Derrida y resto de santones del cogollito marca PCF –seudo–, que intelectualmente hubimos de sufrir.
La farsa del sesenta y ocho hace tiempo se reveló como lo que fue, ventajismo de una generación aferrada a los privilegios burocráticos, funcionariales y clientelares del Estado que jamás dejó de responder a un modelo socialista solapado, desde su intervencionismo interior, trufado de ambiciones exteriores. Aunque de ir al elemento marginal, étnico y poscolonial de los últimos disturbios, lo llamativo estriba en el desenmascaramiento de la mentira subyacente al universalismo de unos peregrinos derechos, disfrutados a capricho y discreción por la humanidad entera. Igualdad, libertad… fraternidad, se quedan a la vista de los acontecimientos en burda impostura, cuando los muñidores de una ideología empalagosa, falso oropel del colonialismo que concluyó no hace tanto en las masacres de Indochina y la Argelia pied noir, se enfrentan a un lumpen desintegrado, desafecto, racial y profundamente antinacional, que amenaza en suelo patrio los cimientos de la Francia republicana. Y añádase metropolitana.
En fin, aquello que se hunde con nuestro vecino al borde del abismo es la moralina hecha valer como propaganda por el imperialismo de una Ilustración panfletaria, a remolque de las Luces y sus vulgares ensoñaciones. ¿Rousseau?; ¿quién es Rousseau?; va de soi: el apóstol del Terror genocida del año II, y a su modo profeta de la igualdad, de la fraternal integración del buen salvaje asiático o africano que padeció, y según parece nunca apreció, las excelencias coloniales de una potencia soberanamente hipócrita. La que más, algo de lo que a este lado de los Pirineos, al presente a saber si infra o supra con media África reubicada, tenemos sobrada constancia.
Arde París y arde Francia. Quizá resulte impertinente en términos de corrección política, pero lo cierto es que, salvando las distancias, a cualquiera le viene a la memoria la parodia fílmica, histórica y política que hace unos años quiso narrar el declive del régimen nacional socialista alemán.
¿Qué se hunde hoy respecto al tantas veces poco amigable colega ultrapirenaico? Se hunde el aciago mito de una grandeur que, mediando el primer gran sátrapa contemporáneo, puso a sangre y fuego el continente bajo lema de la Revolución orquestada por los padres del totalitarismo contemporáneo. Convención, Montaña y Comité de Salud Pública, cual múltiple engendro aderezado con el almíbar ideológico de una falaz Declaración de Derechos… del Hombre y del Ciudadano.
A raíz de lo sucedido, se hunde también el modelo estatista y jacobino tirando a gaullista bajo disfraz liberal, que pasó siempre por el delirio imperial: I y II, de una potencia mutada desde su irreversible decadencia a siervo de oportunidad de la extinta URSS, en el aspecto estratégico, geopolítico y naturalmente cultural. Marxismo sans phrase, con Sartre, Althusser, Derrida y resto de santones del cogollito marca PCF –seudo–, que intelectualmente hubimos de sufrir.
La farsa del sesenta y ocho hace tiempo se reveló como lo que fue, ventajismo de una generación aferrada a los privilegios burocráticos, funcionariales y clientelares del Estado que jamás dejó de responder a un modelo socialista solapado, desde su intervencionismo interior, trufado de ambiciones exteriores. Aunque de ir al elemento marginal, étnico y poscolonial de los últimos disturbios, lo llamativo estriba en el desenmascaramiento de la mentira subyacente al universalismo de unos peregrinos derechos, disfrutados a capricho y discreción por la humanidad entera. Igualdad, libertad… fraternidad, se quedan a la vista de los acontecimientos en burda impostura, cuando los muñidores de una ideología empalagosa, falso oropel del colonialismo que concluyó no hace tanto en las masacres de Indochina y la Argelia pied noir, se enfrentan a un lumpen desintegrado, desafecto, racial y profundamente antinacional, que amenaza en suelo patrio los cimientos de la Francia republicana. Y añádase metropolitana.
En fin, aquello que se hunde con nuestro vecino al borde del abismo es la moralina hecha valer como propaganda por el imperialismo de una Ilustración panfletaria, a remolque de las Luces y sus vulgares ensoñaciones. ¿Rousseau?; ¿quién es Rousseau?; va de soi: el apóstol del Terror genocida del año II, y a su modo profeta de la igualdad, de la fraternal integración del buen salvaje asiático o africano que padeció, y según parece nunca apreció, las excelencias coloniales de una potencia soberanamente hipócrita. La que más, algo de lo que a este lado de los Pirineos, al presente a saber si infra o supra con media África reubicada, tenemos sobrada constancia.
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