IDA Y VUELTA
Volver a casa, aunque no por Navidad
Laura Fernández Salvador
![[Img #80564]](https://eldiadezamora.es/upload/images/07_2023/5782_laura.jpg)
Cuando con 18 años abandonas tu ciudad, volver después de 20 años puede resultar emocionante.
En Zamora, lo de que los jóvenes nos marchemos, tarde o temprano, a estudiar o a trabajar, es el pan de cada día. Marcharse es lo habitual, lo que no lo es tanto es regresar.
En mi caso, puedo presumir de haber tenido la suerte o el coraje, según se mire, de volver. Y hablo de coraje porque cuando ya has pasado de los 40 y pretendes comenzar de nuevo en una ciudad como Zamora, la tuya, que amas y en la que tanto tienes aún, es, cuanto menos, arriesgado. Claro está que analizas los pros y los contras y, si decides volver, es que han ganado los beneficios que vas a obtener con el regreso.
Estar cerca de la familia, vivir en una ciudad cómoda y tener un ritmo de vida más tranquilo (a veces de más), es en todo lo que uno piensa cuando decide regresar. Entonces vuelves y buscas trabajo. Ya lo sabías, pero buscar trabajo en esta ciudad es desesperante por momentos, y eso con el añadido de que ahora tienes 40 años y eres madre. Madre, como tantas otras, con un padre al lado que también se hace cargo, aunque eso no parece importar a la hora de buscar un empleo, porque, aunque se nos llene la boca con palabras como igualdad y conciliación, la realidad es que ves cómo se tuercen los morros de ciertos entrevistadores solo por decir que tienes una niña. Mis mejores deseos para las hijas (si es que las tienen) de esos entrevistadores.
Comercios cerrados, carteles de “se alquila” y calles principales medio vacías completan el panorama que te encuentras en Zamora. Pero entonces llegan elecciones y ves cómo los representantes de los partidos políticos de todos los colores hablan de frenar la despoblación, de retener a los jóvenes en nuestra tierra y bla, bla… y te entran ganas de votarlos a todos, o más bien de todo lo contrario. Y piensas en la suerte que tienen de representar a esta tierra, en la que, a pesar de todo, da gusto vivir y en la que al final hay luz. Si decides volver, sabrás que merece la pena, aunque no gracias a ellos.
![[Img #80564]](https://eldiadezamora.es/upload/images/07_2023/5782_laura.jpg)
Cuando con 18 años abandonas tu ciudad, volver después de 20 años puede resultar emocionante.
En Zamora, lo de que los jóvenes nos marchemos, tarde o temprano, a estudiar o a trabajar, es el pan de cada día. Marcharse es lo habitual, lo que no lo es tanto es regresar.
En mi caso, puedo presumir de haber tenido la suerte o el coraje, según se mire, de volver. Y hablo de coraje porque cuando ya has pasado de los 40 y pretendes comenzar de nuevo en una ciudad como Zamora, la tuya, que amas y en la que tanto tienes aún, es, cuanto menos, arriesgado. Claro está que analizas los pros y los contras y, si decides volver, es que han ganado los beneficios que vas a obtener con el regreso.
Estar cerca de la familia, vivir en una ciudad cómoda y tener un ritmo de vida más tranquilo (a veces de más), es en todo lo que uno piensa cuando decide regresar. Entonces vuelves y buscas trabajo. Ya lo sabías, pero buscar trabajo en esta ciudad es desesperante por momentos, y eso con el añadido de que ahora tienes 40 años y eres madre. Madre, como tantas otras, con un padre al lado que también se hace cargo, aunque eso no parece importar a la hora de buscar un empleo, porque, aunque se nos llene la boca con palabras como igualdad y conciliación, la realidad es que ves cómo se tuercen los morros de ciertos entrevistadores solo por decir que tienes una niña. Mis mejores deseos para las hijas (si es que las tienen) de esos entrevistadores.
Comercios cerrados, carteles de “se alquila” y calles principales medio vacías completan el panorama que te encuentras en Zamora. Pero entonces llegan elecciones y ves cómo los representantes de los partidos políticos de todos los colores hablan de frenar la despoblación, de retener a los jóvenes en nuestra tierra y bla, bla… y te entran ganas de votarlos a todos, o más bien de todo lo contrario. Y piensas en la suerte que tienen de representar a esta tierra, en la que, a pesar de todo, da gusto vivir y en la que al final hay luz. Si decides volver, sabrás que merece la pena, aunque no gracias a ellos.

















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