ZAMORANA
No os confundáis
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #80758]](https://eldiadezamora.es/upload/images/08_2023/2796_6596_soledad-1.jpg)
No me digáis que no puedo, si quiero alcanzar las estrellas desde este asiento de piedra donde las observo cada noche, sumido en el silencio total y sintiendo la caricia de ese fulgor que, en la nocturnidad, se acrecienta de tal modo que parece que quisieran bajar en forma de manto hasta donde estoy para colmar mi ansiedad al cobijo de su abrazo.
No me impidáis adentrarme en el mar al caer la tarde, cuando las olas se besan apaciblemente invitando a adentrarse en ellas, lejos del bullicio de los bañistas matutinos que arrasan el agua y la despojan del encanto que ejerce zambulléndose con artilugios que dañan su belleza: las motos de agua, los hinchables, los tubos o las aletas que proliferan en las playas y rompen el encanto de una mar limpia.
No os inmiscuyáis cuando decida perderme entre los campos, caminando entre los altos maizales o pisando los surcos que protegen el sembrado, mientras percibo el olor de la tierra como la mejor y más dulce fragancia. No me impidáis reposar el cansancio de mis ancianos huesos bajo un árbol a la sombra tras haber recorrido torpemente labrantíos solitarios y tierras que miran al cielo desde laderas infinitas.
No habléis entre vosotros cuando pensáis que no escucho o que dormito, porque puedo leer los labios y entender vuestra preocupación por mi estado. Soy un anciano, estoy enfermo, el cuerpo me falla y, a veces, también la mente; pero en muchas ocasiones soy más cuerdo que cualquiera. En esta difícil senectud, cuando ya parece que no servimos para nada que no sea vegetar hasta que llegue el final, mi cabeza y mi corazón están tan activos como si fuera un veinteañero; así que respetad mi silencio, e intentad comprender la sonrisa que veis dibujada en mis labios porque estaré viviendo un momento único.
No me digáis que no puedo porque, a pesar de mi edad avanzada, de la torpeza de mis movimientos y de que la cabeza a veces me juega malas pasadas viviendo una existencia paralela que nadie, excepto yo, comprende; mientras me quede un hálito de vida, no me sentaré como simple espectador para verla pasar, sino que seré protagonista y dueño de mi libertad. Mientras pueda, dirigiré mis pasos a los lugares que fueron testigos de mi vida, cada vez a uno diferente; y el día que no pueda visitarlos, entonces los recorreré mentalmente disfrutando de las sendas antes caminadas, de los recuerdos que se han instalado en los recovecos del alma y son los que me proporcionan una calma que vosotros, quienes me observáis, soléis confundir con pasividad; nada más lejos, porque, pese a que sea ya nonagenario y las parcas se acerquen a buscarme para recorrer el tramo final, hasta entonces, continuaré viviendo.
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No me digáis que no puedo, si quiero alcanzar las estrellas desde este asiento de piedra donde las observo cada noche, sumido en el silencio total y sintiendo la caricia de ese fulgor que, en la nocturnidad, se acrecienta de tal modo que parece que quisieran bajar en forma de manto hasta donde estoy para colmar mi ansiedad al cobijo de su abrazo.
No me impidáis adentrarme en el mar al caer la tarde, cuando las olas se besan apaciblemente invitando a adentrarse en ellas, lejos del bullicio de los bañistas matutinos que arrasan el agua y la despojan del encanto que ejerce zambulléndose con artilugios que dañan su belleza: las motos de agua, los hinchables, los tubos o las aletas que proliferan en las playas y rompen el encanto de una mar limpia.
No os inmiscuyáis cuando decida perderme entre los campos, caminando entre los altos maizales o pisando los surcos que protegen el sembrado, mientras percibo el olor de la tierra como la mejor y más dulce fragancia. No me impidáis reposar el cansancio de mis ancianos huesos bajo un árbol a la sombra tras haber recorrido torpemente labrantíos solitarios y tierras que miran al cielo desde laderas infinitas.
No habléis entre vosotros cuando pensáis que no escucho o que dormito, porque puedo leer los labios y entender vuestra preocupación por mi estado. Soy un anciano, estoy enfermo, el cuerpo me falla y, a veces, también la mente; pero en muchas ocasiones soy más cuerdo que cualquiera. En esta difícil senectud, cuando ya parece que no servimos para nada que no sea vegetar hasta que llegue el final, mi cabeza y mi corazón están tan activos como si fuera un veinteañero; así que respetad mi silencio, e intentad comprender la sonrisa que veis dibujada en mis labios porque estaré viviendo un momento único.
No me digáis que no puedo porque, a pesar de mi edad avanzada, de la torpeza de mis movimientos y de que la cabeza a veces me juega malas pasadas viviendo una existencia paralela que nadie, excepto yo, comprende; mientras me quede un hálito de vida, no me sentaré como simple espectador para verla pasar, sino que seré protagonista y dueño de mi libertad. Mientras pueda, dirigiré mis pasos a los lugares que fueron testigos de mi vida, cada vez a uno diferente; y el día que no pueda visitarlos, entonces los recorreré mentalmente disfrutando de las sendas antes caminadas, de los recuerdos que se han instalado en los recovecos del alma y son los que me proporcionan una calma que vosotros, quienes me observáis, soléis confundir con pasividad; nada más lejos, porque, pese a que sea ya nonagenario y las parcas se acerquen a buscarme para recorrer el tramo final, hasta entonces, continuaré viviendo.

















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