ZAMORANA
Refugiarse en Zamora, una buena terapia
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #82321]](https://eldiadezamora.es/upload/images/09_2023/5937_6596_soledad-1.jpg)
En esta sociedad cada vez más cambiante, bulliciosa, agitada por los recientes acontecimientos sociales y políticos, una sociedad donde casi no cabe el respiro, la paz, el alivio o la tranquilidad, con declaraciones sorprendentes, políticas arriesgadas, investiduras fallidas y una soflama tras otra de mejoras para esta España a punto de resquebrajarse, necesitamos de un poco de tranquilidad.
Es necesario, vital diría, pararse a reflexionar un momento, poner distancia entre tanta información y mantener esa limpieza mental tan necesaria. En ocasiones, es prudente incluso alejarse de las noticias y escapar de la realidad durante un tiempo para recargar batería, porque la mente no puede absorber tanta información sesuda y precisa de un merecido descanso.
Zamora, una ciudad pequeña, preciosa, delicada como una bombonera, puede ser el refugio perfecto para distanciarse y relajar la vista paseando tempranito por las arterias principales camino de la catedral, un agradable recorrido obviando las imperfecciones de alguna calle que debería estar mejor revestida y no ocultando maleza y solares abandonados; obviando también los comercios vacíos o en permanente alquiler, y deleitando la vista en las confiterías, pastelerías, tiendas gourmet, restaurantes, edificios singulares, casino, teatro, palacios, iglesias… y llegar hasta la catedral para solazar el espíritu adentrándose en la paz que rebosa el interior de sus muros, o fuera, en los jardines contiguos donde el silencio solo es interrumpido por bandadas de pájaros que sobrevuelan esa imponente fortaleza.
En tal contexto nada es importante, solo observar la belleza y empaparse de ella hasta que nos cale el alma, para salir de allí como tras cumplir penitencia: aliviados y bendecidos. Luego llegarán de nuevo los problemas, el ruido informativo, los conflictos personales, las cábalas políticas y sociales… porque es imposible ausentarse de la realidad cuando es ella quien manda, pero sí podemos huir de manera ocasional para que sus sacudidas no nos afecten demasiado.
Dice un viejo proverbio: “Algunos han sido considerados valientes porque no tuvieron el coraje de escapar”. Considero una sabia lección alejarse temporalmente para reanudar con más fuerza e interés momentos de la vida que, por lo general, pueden complicarse y llegar a aturdir el entendimiento. En esos instantes, dejarlo todo aparcado y salir en busca de la sanación provisional puede ser una terapia muy conveniente, y elegir Zamora para ello siempre será todo un acierto.
En esta sociedad cada vez más cambiante, bulliciosa, agitada por los recientes acontecimientos sociales y políticos, una sociedad donde casi no cabe el respiro, la paz, el alivio o la tranquilidad, con declaraciones sorprendentes, políticas arriesgadas, investiduras fallidas y una soflama tras otra de mejoras para esta España a punto de resquebrajarse, necesitamos de un poco de tranquilidad.
Es necesario, vital diría, pararse a reflexionar un momento, poner distancia entre tanta información y mantener esa limpieza mental tan necesaria. En ocasiones, es prudente incluso alejarse de las noticias y escapar de la realidad durante un tiempo para recargar batería, porque la mente no puede absorber tanta información sesuda y precisa de un merecido descanso.
Zamora, una ciudad pequeña, preciosa, delicada como una bombonera, puede ser el refugio perfecto para distanciarse y relajar la vista paseando tempranito por las arterias principales camino de la catedral, un agradable recorrido obviando las imperfecciones de alguna calle que debería estar mejor revestida y no ocultando maleza y solares abandonados; obviando también los comercios vacíos o en permanente alquiler, y deleitando la vista en las confiterías, pastelerías, tiendas gourmet, restaurantes, edificios singulares, casino, teatro, palacios, iglesias… y llegar hasta la catedral para solazar el espíritu adentrándose en la paz que rebosa el interior de sus muros, o fuera, en los jardines contiguos donde el silencio solo es interrumpido por bandadas de pájaros que sobrevuelan esa imponente fortaleza.
En tal contexto nada es importante, solo observar la belleza y empaparse de ella hasta que nos cale el alma, para salir de allí como tras cumplir penitencia: aliviados y bendecidos. Luego llegarán de nuevo los problemas, el ruido informativo, los conflictos personales, las cábalas políticas y sociales… porque es imposible ausentarse de la realidad cuando es ella quien manda, pero sí podemos huir de manera ocasional para que sus sacudidas no nos afecten demasiado.
Dice un viejo proverbio: “Algunos han sido considerados valientes porque no tuvieron el coraje de escapar”. Considero una sabia lección alejarse temporalmente para reanudar con más fuerza e interés momentos de la vida que, por lo general, pueden complicarse y llegar a aturdir el entendimiento. En esos instantes, dejarlo todo aparcado y salir en busca de la sanación provisional puede ser una terapia muy conveniente, y elegir Zamora para ello siempre será todo un acierto.
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