Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Redacción
Lunes, 23 de Octubre de 2023
LEDHH

¿Lógica infantil?

Alfonso J. Vázquez Vaamonde

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Todos tenemos prejuicios; es el fruto de la ignorancia. Nos falta una educación racional, es decir, de la realidad. La ignorancia se suple con mitos y con engaños y lo falso es perjudicial. El niño descubre lo que pasa y al ver su repetición descubre su causalidad a medida que desarrollo y sus habilidades naturales. Así empieza andar, aprende a hablar y aprende a razonar con su primera pregunta: “¿qué es?” Inexplicablemente todos recordamos la primera palabra y los primeros pasos, algo mecánico; ¿alguien recuerda la primera pregunta racional? Nos pasa desapercibida su importancia; nuestro hijo quiere conocer el mundo y no nos hemos enterado

 

A esa primera pregunta se le da una respuesta instrumental generalmente satisfactoria; si se aplaude se estimula la observación, la búsqueda de causalidad y que haya más preguntas con sus satisfactorias respuestas.  La segunda pregunta “¿por qué?” es otra pregunta maravillosa; busca no sólo conocer el mundo - ¿qué es esto? - sino saber cómo y por qué funciona así, sea el mundo material o el de la conducta. Es otro maravilloso momento y también pasa desapercibido; y es todavía más sobrecogedor que el anterior; “sapere aude”; atrévete a saber. Nuestro hijo nos ha dicho que se atreve a saber y no nos hemos enterado de lo que eso significa en su evolución.

 

Pero le ayudamos a saber. No obstante, algunas veces se les dice: “ya te lo explicaré cuando seas mayor; aún no puedes entenderlo”; ¿lo hemos hecho? Es una respuesta brutal con la que se le disminuye su autoestima; la respuesta que recibe el niño es: “te falta capacidad para entender” lago poco agradable. Además, es mentira; esa respuesta significa “no se explicártelo”. Quien pregunta revela interés en saber y capacidad de entender la respuesta. Tener interés y preguntar es más difícil que entender la respuesta. Quien no aprende lo que le explican es porque no tiene interés y/o porque se lo explican mal.

 

A una buena e inteligible explicación la debe preceder la creación del interés en entenderla, por si no existe. Si no, sólo se memorizar, pero no se entenderá lo memorizado. Resolver los problemas es difícil si no hemos entendido la teoría, aunque la hayamos memorizado. Hay profesores que quieren que se memoricen las respuestas; deberían retirarles la “venia docendi” Sólo quien responde con sus propias palabras ha entendido lo que se le ha enseñado y nadie vea en esta afirmación un desprecio a la memoria; es una alabanza al raciocinio.

 

Felizmente hay niños “preguntones”; una palabra peyorativa, es sinónima de molesto, para calificar a un niño que merece todo nuestro aprecio. El niño “preguntón” es una joya en bruto que está pidiendo ser tallada; no infrecuentemente su insistencia en querer saber recibe el maltrato de la respuesta “¿no te puedes callar?” Si viene de los padres el hijo lo recibe como un rechazo brutal. El mayor que puede recibir un niño. Sin duda el niño hce preguntas en los momentos inoportunos. En ese caso procede disculparse y decir: “en este momento estoy muy ocupado”, “tengo que atender a estos amigos, cuando se vayan te contestaré” o “me gustaría poder terminar de leer el periódico, ¿hablamos luego? Es una demora, no un rechazo a contestar.

 

He leído una noticia encantadora; una madre muy atareada oye a su hijo pequeño hablando por teléfono: “¿es Vd. policía?; mi mamá está muy ocupada ahora; estoy en un apuro haciendo los deberes: ¿puede decirme cuantos son cuarenta y dos menos diecisiete”. Ella le coge el teléfono y se disculpa con el policía; éste la tranquiliza, le dice que se lo de al niño y le responde a su pregunta. La madre, no obstante, le reprende: “¿cómo se te ha ocurrido llamar a la policía”. El   niño se justifica “tú me dijiste que apuntara el teléfono y que lo hiciera para que me ayudara si estaba en un apuro”.

 

¿Lógica infantil? No; simple lógica. Fue la madre dio una información deficiente por no precisar para qué tipo de apuros es para los que hay que pedir el concurso de la policía.

 

Leí un libro de un médico, “Una queja es un regalo”, donde censuraba a sus colegas que se lamentaban de las quejas de sus pacientes por la desatención medica general. Desarrollaba una tesis que condensaré en una frase leída en otro libro: donde planteaba un dilema: si nuestros amigos nos consuelan cuando hemos metido la pata y nuestros enemigos no nos perdonan una ante el más mínimo error, ¿a quién debemos estarle más agradecidos?  Cuando un niño haga una pregunta lógica o se queje de nuestra incoherencia, prestémosle mucha atención; la merece.

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