ZAMORANA
Dos no riñen...
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #85555]](https://eldiadezamora.es/upload/images/01_2024/7214_isabel-martin-turino.jpg)
A todos nos ha ocurrido alguna vez tropezar con alguien que se cree en posesión de la verdad y cualquier opinión que no sea la suya, le sirve de excusa para emprender una diatriba con el otro. Ante eso, se puede optar por defender cada uno su opinión, aún a riesgo de calentar demasiado el ambiente o, por el contrario, si uno de los interlocutores es más sensato, callar y dejar al otro que se explaye hasta agotarse.
Sin embargo, este hecho afecta particularmente cuando se trata de alguien cercano que nos importa; dejar un tema sin resolver solo puede acarrear días de resentimiento, dolor, silencio…; tiempo en el que no se vive, ni se comparte, por supuesto sin afecto, con gestos duros y palabras hueras, ávidas de un detonante para explotar esa bomba cargada de egoísmo y razón liberando así una parte de la toxicidad acumulada que va royendo entrañas, alma y corazón, a la vez que deja un rastro de azufre y sal donde nada puede sembrarse.
Entre tanto, el otro dialogador, porque siempre hay alguien en quien volcar todos los dardos, ha de actuar como si no fuera con él, como si las nefastas reacciones, miradas hoscas, silencios o palabras hirientes le resbalaran, haciendo caso omiso de quien solo desea ofender; de este modo, se acabará cansando o, si su egoísmo le permite un momento para la reflexión, sentirá que pierde la batalla porque no encuentra respuesta; es entonces es cuando cobra más sentido que nunca el famoso dicho aquel: “dos no riñen si uno no quiere”
A todos nos ha ocurrido alguna vez tropezar con alguien que se cree en posesión de la verdad y cualquier opinión que no sea la suya, le sirve de excusa para emprender una diatriba con el otro. Ante eso, se puede optar por defender cada uno su opinión, aún a riesgo de calentar demasiado el ambiente o, por el contrario, si uno de los interlocutores es más sensato, callar y dejar al otro que se explaye hasta agotarse.
Sin embargo, este hecho afecta particularmente cuando se trata de alguien cercano que nos importa; dejar un tema sin resolver solo puede acarrear días de resentimiento, dolor, silencio…; tiempo en el que no se vive, ni se comparte, por supuesto sin afecto, con gestos duros y palabras hueras, ávidas de un detonante para explotar esa bomba cargada de egoísmo y razón liberando así una parte de la toxicidad acumulada que va royendo entrañas, alma y corazón, a la vez que deja un rastro de azufre y sal donde nada puede sembrarse.
Entre tanto, el otro dialogador, porque siempre hay alguien en quien volcar todos los dardos, ha de actuar como si no fuera con él, como si las nefastas reacciones, miradas hoscas, silencios o palabras hirientes le resbalaran, haciendo caso omiso de quien solo desea ofender; de este modo, se acabará cansando o, si su egoísmo le permite un momento para la reflexión, sentirá que pierde la batalla porque no encuentra respuesta; es entonces es cuando cobra más sentido que nunca el famoso dicho aquel: “dos no riñen si uno no quiere”
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