Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Redacción
Sábado, 03 de Febrero de 2024
ZAMORANA

Los agricultores al límite

Mª Soledad Martín Turiño

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Decía Pablo Iglesias, y aquí quiero hacer una distinción para que no haya confusiones, entre dos políticos de nombre y apellido iguales, pero claramente disímiles en cuanto a trayectoria política. Uno es Turrión, el político de nuestros tiempos: ex vicepresidente segundo, ex ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, ex secretario general de Podemos, ex diputado del Parlamento europeo y ex diputado en Cortes Generales… no confundir con el otro Pablo Iglesias, de segundo apellido Posse: marxista,? fundador del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores, considerado el padre del socialismo en España, diputado en Cortes por Madrid y concejal del Ayuntamiento de esta misma ciudad. Hago esta aclaración porque, a pesar de que vivieron épocas diferentes, son notorias sus diferencias.

 

Continuando con mi entradilla, decía Pablo Iglesias (Turrión), en la apertura de la Asamblea de Podemos: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”, y calentaba el ambiente alzando el puño para satisfacción de los militantes de aquella formación morada, hoy casi extinta.

 

Me viene a la memoria aquella frase en estos días en que los agricultores salen a la calle a denunciar, tractores en ristre, sus pésimas condiciones de trabajo en un sector primario que el gobierno debería apoyar, potenciar y fortalecer y, sin embargo, desoye, desampara y abandona. Raro es el día en que en los informativos no aparecen trabajadores del campo agobiados por los altos costes de fertilizantes, energía, semillas, combustible... además de los precios ridículos que reciben por un producto que sufre una diferencia de hasta un 600% desde su precio en origen hasta que llega a los lineales de los supermercados. Eso es, sencillamente, inaceptable.

 

Por si fuera poco, España importa cereales, sobre todo maíz y trigo, cuando hemos sido una zona de abastecimiento cerealístico tan importante que nos denominaban “el granero de Europa”; privilegio que hemos perdido. Vemos también a propietarios de campos tirando al suelo sus cosechas, e incluso regalando sus productos, porque no les merece la pena sacarlos al mercado con intermediarios de por medio que les encarezcan de forma tan abusiva.

 

Así las cosas, el sector rural está dejado de la mano de Dios; ni el ministro Planas, ni el propio gobierno se plantean una revitalización integral de las tierras de cultivo, de ayudas para los trabajadores que aún quedan en los pueblos, ni de iniciativas que mejoren la producción e impidan una diferencia de precios tan abismal entre lo que pagan al campesino por su producto y el que compra cuando va a la tienda. Ese es solo uno de los motivos de su queja, demandas mantenidas a lo largo de años que no han sido escuchadas; si acaso, y solo cuando trasciende demasiado y se amenaza la estabilidad social, se les concede alguna migaja para tenerles contentos un tiempo.

 

Es hora de hacer un estudio serio de las justas reivindicaciones que solicita el sector agrario y de que se implique la administración central, porque este es un problema de todo el país, prueba de ello son las manifestaciones que se están preparando desde diferentes puntos de España, aunque la media más alta de actividad agraria está en nuestra tierra, en Castilla y León y, por tanto, nos afecta más.

 

Potenciar nuestros productos, controlar la cadena de producción, favorecer que los agricultores no solo cubran costes, sino que obtengan beneficio; que se regulen los productos que se importan desde terceros países que, en muchas ocasiones, no cumplen con las normativas internas de la Unión Europea, el exceso de burocracia, las consecuencias de la pertinaz sequía y la guerra en Ucrania son algunos de los detonantes de la crisis del campo.

 

Urge, por tanto, escuchar al sector agrícola, implementar nuevas políticas agrarias que no perjudiquen a los campesinos y escuchar sus quejas, protestas a las que se suman otros países de Europa como Francia, Alemania, Bélgica, Portugal o Italia, por mencionar algunos; lo que significa que el problema trasciende nuestras fronteras y es la Europa comunitaria la que también ha de tomar cartas en el asunto, porque se trata de un asunto serio y hay mucho en juego; así que, parafraseando al sr. Iglesias (Turrión), “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto” yo, modestamente, añadiría: “el campo también”.

 

 

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