ZAMORANA
Una pareja inusual
Mº Soledad Martín Turiño
![[Img #86508]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2024/9489_6596_soledad-1.jpg)
María era una mujer inteligente, al decir de quienes la conocían, pero que no tuvo suerte en la vida; le faltaron unos estudios que la catapultaran lejos de aquella casa donde se encargó de cuidar al padre viudo y a su hermano pequeño, con el que ejerció de madre más que de hermana. Todos contaban con ella a la hora de echar una mano; de ese modo se forjó una vida hacia los demás donde apenas dejó hueco para sí misma.
Frisaba ya la treintena y todas las amigas con las que salía los domingos se iban casando, hasta dejarla sola; tal vez fuera por temor a ese futuro sin una pareja a su lado, o por seguir el dictado de entonces y no convertirse en una solterona, por lo que se decidió, sin sopesar mucho, por el primer hombre que se cruzó en su camino. Abel era un buen tipo, pero carecía de inquietudes y le gustaba el vino del que solía abusar hasta enredársele las palabras. Aquel fue un matrimonio muy dispar, donde chocaba el ansia de crecimiento personal de ella con la inacción de él. Si se quisieron, nunca lo demostraron, porque la vida se les diluyó en una indeseada rutina hasta que una enfermedad acabó con Abel que se fue rápido y sin una queja. A partir de entonces, María pretendió ser libre y hacer realidad todos aquellos planes que forjó en su mente sin encontrar respuesta por parte de su marido; solo que no contaba con que a sus ochenta años ya era demasiado tarde.
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María era una mujer inteligente, al decir de quienes la conocían, pero que no tuvo suerte en la vida; le faltaron unos estudios que la catapultaran lejos de aquella casa donde se encargó de cuidar al padre viudo y a su hermano pequeño, con el que ejerció de madre más que de hermana. Todos contaban con ella a la hora de echar una mano; de ese modo se forjó una vida hacia los demás donde apenas dejó hueco para sí misma.
Frisaba ya la treintena y todas las amigas con las que salía los domingos se iban casando, hasta dejarla sola; tal vez fuera por temor a ese futuro sin una pareja a su lado, o por seguir el dictado de entonces y no convertirse en una solterona, por lo que se decidió, sin sopesar mucho, por el primer hombre que se cruzó en su camino. Abel era un buen tipo, pero carecía de inquietudes y le gustaba el vino del que solía abusar hasta enredársele las palabras. Aquel fue un matrimonio muy dispar, donde chocaba el ansia de crecimiento personal de ella con la inacción de él. Si se quisieron, nunca lo demostraron, porque la vida se les diluyó en una indeseada rutina hasta que una enfermedad acabó con Abel que se fue rápido y sin una queja. A partir de entonces, María pretendió ser libre y hacer realidad todos aquellos planes que forjó en su mente sin encontrar respuesta por parte de su marido; solo que no contaba con que a sus ochenta años ya era demasiado tarde.

















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