PASIÓN POR ZAMORA
Privilegios de la naturaleza en la ciudad de Zamora
Freud, después de mantener un encuentro con Dalí, manifestó que el genio catalán representaba al genuino español. Hoy, cuando abril agoniza, día vigesimoséptimo del cuarto mes del año, fue el auténtico día de primavera: lluvia, viento, frío, sol rabioso. Combate entre la primavera que quiere ser y el invierno que se resiste a marcharse a otros lares; pugna incruenta en la atmósfera.
Mientras paseaba esta tarde abrileña junto a la ribera diestra del Duero, advertí que la belleza se hallaba en el cielo, que había que tornar los ojos hacia arriba para bañarte de poesía. Una nube enlutada lloró algunas lágrimas frías, pero Eolo la empujó, ayudada por bastardo, el viento, para que unas hermosas nubes blancas se asomaran al río, potenciaran la belleza del Puente Románico, en plena restauración de sus heridas, abiertas por Cronos, y la de la humilde iglesia de San Claudio de Olivares, donde una cigüeña encajaba bolillos en su nido.
Los zamoranos somos unos privilegiados porque la naturaleza nos ha regalado un río majestuoso, que se comporta como si su caudal oliese a la mar océano, creando numerosas islas y zudas, para que el hombre construyera sus aceñas, cuatro en nuestro término municipal. Durante décadas, la ciudad le dio la espalda al Duero como también se olvidó que, hacia occidente, existía un pueblo hermano, más cercano a nuestra cultural, a nuestra forma de pensar y de ser que los catalanes racistas y secesionistas.
El río y Valorio forman nuestra memoria, viven en nuestro cerebro. No entendería mi vida sin el Duero y sin el bosque. Todos los días habría que ir a saludar al río Duradero, a darles gracias por crear Zamora, por ser el espejo de agua de murallas, puentes y Castillo y Catedral.
No se entendería esta ciudad sin su arquitecto, el río de los poetas, Gerardo Diego, Blas de Otero y Claudio Rodríguez. Yo tampoco me consideraría un buen zamorano si no hubiese exigido ahora y siempre a los malandrines de la política inversiones y justicia para nuestra tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila
Freud, después de mantener un encuentro con Dalí, manifestó que el genio catalán representaba al genuino español. Hoy, cuando abril agoniza, día vigesimoséptimo del cuarto mes del año, fue el auténtico día de primavera: lluvia, viento, frío, sol rabioso. Combate entre la primavera que quiere ser y el invierno que se resiste a marcharse a otros lares; pugna incruenta en la atmósfera.
Mientras paseaba esta tarde abrileña junto a la ribera diestra del Duero, advertí que la belleza se hallaba en el cielo, que había que tornar los ojos hacia arriba para bañarte de poesía. Una nube enlutada lloró algunas lágrimas frías, pero Eolo la empujó, ayudada por bastardo, el viento, para que unas hermosas nubes blancas se asomaran al río, potenciaran la belleza del Puente Románico, en plena restauración de sus heridas, abiertas por Cronos, y la de la humilde iglesia de San Claudio de Olivares, donde una cigüeña encajaba bolillos en su nido.
Los zamoranos somos unos privilegiados porque la naturaleza nos ha regalado un río majestuoso, que se comporta como si su caudal oliese a la mar océano, creando numerosas islas y zudas, para que el hombre construyera sus aceñas, cuatro en nuestro término municipal. Durante décadas, la ciudad le dio la espalda al Duero como también se olvidó que, hacia occidente, existía un pueblo hermano, más cercano a nuestra cultural, a nuestra forma de pensar y de ser que los catalanes racistas y secesionistas.
El río y Valorio forman nuestra memoria, viven en nuestro cerebro. No entendería mi vida sin el Duero y sin el bosque. Todos los días habría que ir a saludar al río Duradero, a darles gracias por crear Zamora, por ser el espejo de agua de murallas, puentes y Castillo y Catedral.
No se entendería esta ciudad sin su arquitecto, el río de los poetas, Gerardo Diego, Blas de Otero y Claudio Rodríguez. Yo tampoco me consideraría un buen zamorano si no hubiese exigido ahora y siempre a los malandrines de la política inversiones y justicia para nuestra tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila






















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