Viernes, 26 de Diciembre de 2025

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO
Miércoles, 01 de Mayo de 2024
MES DE LAS FLORES

Otra vez mayo

Es ya una costumbre plantar aquí mi mayo, a la manera de tantos pueblos y villas, y colocar en lo más alto de su copa mi añoranza. Uno de mayo. El tiempo nunca podrá desfigurar  los recuerdos de la infancia, algunos sí pero no todos. Antaño, el uno de mayo era la puerta del mes de María, el mes de las flores. Hoy día también pero ya se ha desvanecido su presencia con el paso del tiempo.

 

A veces pienso que diluimos la devoción en la cursilería, confundimos inoportunamente la ñoñería con la naturalidad y rechazamos por eso estos ritos mucho más sentimentales que piadosos. Hoy se imponen otras modas y otros modos, tan respetables como aquellos. Pero dejadme que recuerde aquella costumbre que, como digo, era más inocente que religiosa, porque llenó nuestra infancia y forma parte de la memoria que aún permanece en pie. Todavía quedan páginas de la vida que no solamente no se amarillean, sino que se hermosean aún más con el paso de los años.

 

Cuando íbamos a la Escuela Normal, en estos días de mayo, recogíamos manojos de amapolas y pámpanos de acacias de la cercana explanada de la plaza de toros, rodeada entonces de tierra y nada, y los llevábamos a la escuela para ponerlos en frascos de cristal que traíamos de casa, ante la pequeña imagen de la Virgen que los maestros colocaban en el largo pasillo acristalado y a la que, antes de entrar en las clases, cantábamos esas estrofas, ya afincadas para siempre en el alma: "Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es".

 

Y con ese canto venían ya apretando los calores mientras dejábamos jirones de niñez en las cartillas de escolaridad, las carteras de hule y de cartón, y en el recreo, las patadas felices a un balón siempre desinflado y los botes de leche americana. Tantos años después, aquel sentimiento menudo, limpio, inocente, de nuestros mayos de la niñez, florece en este día, ya sólo en los adentros del alma, cuando cantamos con la evocación más despierta que nunca aquella oración infantil "que Madre nuestra es". 

 

Y aunque hoy aquella explanada esté repleta de tejados y de vida, y no queden por allí amapolas ni pámpanos y nuestra escuela Normal sea centro de buenas artes y mejores oficios, para volver a nuestro mes de mayo siempre encontraremos amapolas y pámpanos en cualquier camino que nos lleve a Zamora. Y con él, a la niñez de nuevo.

 

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO

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