Jueves, 25 de Diciembre de 2025

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO
Domingo, 05 de Mayo de 2024
DÍA DE LA MADRE

A la madre anciana. En su día. Disfrutad de ellas

Aunque algunas de ellas quizá ya no os conozcan.

Apenas si se mueve. Ya no tiene energía y se ayuda de un bastón para caminar. Pero, como el roble, sigue de pie aunque las raíces ya no la sostengan firme, alzada sobre los quiebros de sus dolencias. Fiel a sus principios, decora su soledad diaria con un libro y un rosario…


Y si su vida se ensancha más allá de su razón y se le nubla la memoria, ya no sabe de tiempos ni de lugares, no mide ya el amor por los hijos o los nietos, pero sí agradece una sonrisa y una caricia cuando le quitan las telarañas del olvido que cubren sus silencios.

 

Madre vencida por el tiempo, que cruzó un día la frontera de la edad, que no sabe ni a quien espera ni quien la espera a ella. Madre encerrada entre las tapias de su propia inocencia revestida de confusión. Que tiene en blanco el corazón, ese corazón que no torció nunca su devoción por los hijos mientras fue dueña de su voluntad y gobernó su mente.

 

No sabe si el tiempo se ha parado o ha sido ella la que detuvo el paso. Se ha quedado en aquel pasaje feliz de su niñez y de ahí no pasa. Se le escacharró un día el reloj de su memoria, como un juguete de la infancia, y ya no le pudimos dar cuerda a su amor. Madre sin pensamientos, perdida en el laberinto de la ancianidad pero limpia de temores y de agravios, chiquilla de bondades y cielos, ataviada de inocencia y dignidad, sin saber si las tiene siquiera.

 

Ya no entiende de incertidumbres ni distancias, de lamentos o de compasiones. Están cerrados a cal y canto todos sus pensamientos. La ceniza del olvido ha cubierto todos los caminos de su mente. Solo pone una sonrisa en la mirada del que llega. Y un beso, si la llamas madre. Entonces se le encienden los ojos y se les llena las manos de caricias. No recuerda cuando se desvisten los árboles o llega el alborozo granado de la primavera.

 

Si afuera huele a rosas o a nieve, a pinar caldeado de estío o a musgo tierno de otoñada. Si se vistieron ya de flores blancas los almendros o han crecido los crisantemos en los huertos. Si se marchó la luna o gateó su luz por los tejados. Si la rueda del día pasa por la mañana o ya cruza la tarde.

 

Madre, ya sin sentido, pero siempre guapa, como una niña. Al quedarse sin tiempo y vivir en el limbo de la paz, cualquier día el Señor de la Buena Muerte descenderá de la cruz, bajará a buscarla, le dará un beso, cerrará sus ojos y abrirá de nuevo su memoria. Pero antes de irse, nos dejará su amor colgado de cualquier rama florecida y lo sentiremos otra vez nuevo, entero, como cuando de niños nos echábamos en sus brazos y ya no había sitio para el miedo ni el dolor.

Retazo del texto del pregón del sexto centenario de la cofradía de Nuestra Madre de las Angustias. Marzo de 2012.

La fotografía es un ocaso sobre la ciudad en la que siempre vivió, que me recuerda el suyo, la lenta pero inevitable despedida de su luz.
 

Luis Felipe DELGADO DE CASTRO

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