DENUNCIA
De la talla de un cocodrilo a las mesas y bancos rotos de los Tres Árboles.
Es de esperar que sobre la obra artística de los Tres Árboles se haga un mínimo mantenimiento, cosa que no se ha realizado con el mobiliario urbano del paseo, donde ni se han pintado ni se ha apretado un simple tornillo de las mesas y los bancos.
La magnífica talla en madera de un cocodrilo, por parte de un particular que además no quiere notoriedad, ha conseguido atraer la atención hacia la obra y por ende de todo el paseo ribereño. Un lugar privilegiado para una ciudad, que vivió una transformación a mediados de los noventa. Se cortaron cientos de árboles que parecían estorbar, se robó terreno al cauce, muchos recordarán que entre la tapia de la sindical y el rio había solo un escaso camino de pocos metros de anchura. Rellenando y rellenado, se acabó creando un terreno en altura que no es frecuente que inunden las crecidas, aunque alguna vez ha pasado. Se colocaron cuatro fuentes de agua de las que dos siguen funcionando, se acondicionó el camino existente y se creó otro paralelo al cauce, se extendió césped y sustituyendo las eternas de piedra, se colocaron mesas y bancos de madera.
Y ahí están. ¡Y cómo están! Pues algunos y algunas, por lo de bancos y mesas se mantienen en pie desde su colocación y siguen siendo útiles, pero otros no tanto. Acusan el paso del tiempo y su madera está para pocos trotes. Vamos que están pidiendo una urgente renovación, porque la que no muestra en el tablero más agujeros que tablas, mantiene bancos donde uno no puede ni sentarse. Es verdad y todo hay que decirlo, que se han colocado bancos y nuevas mesas, pero nada se ha hecho por las que ya existía y del mismo modo que se hace con los repartidos por el centro de la ciudad hubiera resultado conveniente aplicar un barnizado, que hubiera prolongado la vida de este mobiliario urbano. O quizás con apretar un tornillo a tiempo hubiera bastado, para no tener que cambiar la tabla o el banco completo se llama mantenimiento.

La magnífica talla en madera de un cocodrilo, por parte de un particular que además no quiere notoriedad, ha conseguido atraer la atención hacia la obra y por ende de todo el paseo ribereño. Un lugar privilegiado para una ciudad, que vivió una transformación a mediados de los noventa. Se cortaron cientos de árboles que parecían estorbar, se robó terreno al cauce, muchos recordarán que entre la tapia de la sindical y el rio había solo un escaso camino de pocos metros de anchura. Rellenando y rellenado, se acabó creando un terreno en altura que no es frecuente que inunden las crecidas, aunque alguna vez ha pasado. Se colocaron cuatro fuentes de agua de las que dos siguen funcionando, se acondicionó el camino existente y se creó otro paralelo al cauce, se extendió césped y sustituyendo las eternas de piedra, se colocaron mesas y bancos de madera.
Y ahí están. ¡Y cómo están! Pues algunos y algunas, por lo de bancos y mesas se mantienen en pie desde su colocación y siguen siendo útiles, pero otros no tanto. Acusan el paso del tiempo y su madera está para pocos trotes. Vamos que están pidiendo una urgente renovación, porque la que no muestra en el tablero más agujeros que tablas, mantiene bancos donde uno no puede ni sentarse. Es verdad y todo hay que decirlo, que se han colocado bancos y nuevas mesas, pero nada se ha hecho por las que ya existía y del mismo modo que se hace con los repartidos por el centro de la ciudad hubiera resultado conveniente aplicar un barnizado, que hubiera prolongado la vida de este mobiliario urbano. O quizás con apretar un tornillo a tiempo hubiera bastado, para no tener que cambiar la tabla o el banco completo se llama mantenimiento.
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